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“UNA SILLA CON MI NOMBRE”, DE ADELAIDA GÓMEZ

Sanar con la palabra

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la escritora formoseña visitó la EPES N° 99 del barrio “La Nueva Formosa” y compartió con los estudiantes el oscuro episodio que cambió su vida, pero a partir del cual supo reponerse y seguir adelante, de la mano de la fe, la palabra y su férrea determinación



* Por Héctor Washington

"Los pies sobre la tierra, la frescura del pasto, chapotear descalza en un día de lluvia, sentires guardados que no volverán a ser reales sabrá Dios por cuánto tiempo". Con un estilo sobrio, llano y directo, sin demasiados artilugios estéticos ni técnicas narrativas que lleguen a entorpecer la intensión de su relato, Adelaida Gómez recrea en las páginas de “Una silla con mi nombre” un memorial autobiográfico que recorre, cámara en mano, los pasadizos más oscuros de su condición a partir del 15 de septiembre de 1988: su lucha por aceptar su nueva realidad, su largo camino para recuperar su fortaleza espiritual, sus lazos más cercanos, su fe inquebrantable y su determinación a seguir adelante por medio de la extraña naturaleza curativa del lenguaje.

Trazando una línea histórica desde los primeros días de su infancia hasta un último golpe certero que la vida le tenía preparado en una segunda arremetida, Adelaida apela a la reminiscencia que vuelve a los pasadizos más nebulosos de la memoria y nos regresa enmarañados a otro tiempo donde la lucha es el único camino posible.

“Hay huellas que no las borra el viento ni la lluvia”, asegura la escritora. Y es cierto. Pero también sabe que su experiencia puede servir para generar un cambio en muchas vidas. Y asume esa tarea cada día con sumo tesón, como asumió hace muchos años la nueva realidad que se le abría paso.

Pero la historia de Adelaida Gómez no es obra del destino ni se escribió por imposición del azar ni la inventiva literaria. Tiene nombre y apellido y conforma las páginas más siniestras de la crónica policial formoseña. La escritora se encarga de grabarlo para siempre en su relato: Raúl Sánchez, un joven violento que había entablado una relación con su prima Zuni y que, ante la ruptura que ella decidió plantearle, se dirigió a la casa y le disparó a sangre fría. Adelaida y su madre también fueron sus víctimas aquella tarde de 1988.

“Consiguió un arma y se encargó de averiguar los horarios en que nosotras, las mujeres, quedamos solas en la casa. Fue a mi casa alcoholizado, con un revólver, y dijo que ese día, él estaba decidido y que nosotras íbamos a morir. Después supe que en su casa, delante de su mamá, él también se disparó”. Adelaida comparte su pasado con un auditorio de estudiantes de Nivel Secundario de la EPES N° 99 del barrio “La Nueva Formosa”. Comprometida con generar conciencia en los jóvenes, fue invitada en el marco de las actividades en torno al reciente 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Los estudiantes del 5° año han leído su novela en el presente ciclo lectivo, de la mano de su profesor, Brígido Centurión. Con el acompañamiento de la docente Andrea Pérez, Adelaida dialoga con los jóvenes y les cuenta su experiencia: “Mi prima seguramente no tenía idea de lo que él podía llegar a ser capaz. Pero podía darse cuenta cuando él le prohibía ir a mi casa, por ejemplo. Una pareja no tiene por qué prohibirle a la novia ir a donde quiera o decirle lo que tiene que hacer. Nadie es dueño del otro. En una relación se comparten cosas. Y es importante que la otra persona me quiera y me cuide, pero desde el respeto. No debemos justificar estas acciones de control de parte de nuestras parejas, porque la manipulación también es una forma de maltrato, al hacernos creer que se preocupan por nosotras pero en realidad nos están controlando. No podemos permitir el control de la otra persona”, sostiene ante la mirada atenta de numerosos jóvenes, con quienes también comparte algunas canciones.

"El día que a mí me trajeron una silla de ruedas a mi habitación de la sala del hospital, ahí fue cuando yo escribí: ‘Nunca pensé que algún día se fabricaría una silla con mi nombre’. Años después, se gestó este libro”. Con enorme valentía, Adelaida sabe del peso específico de sus palabras porque nacen desde su más dura vivencia. Aun así, su relato no es un entramado padeciente de quien vive sus días a la espera de que algo ocurra. Toma la vida con un gran compromiso. Y sonríe: “De esa sonrisa comprensiva nació este libro. No hay amarguras en él, sólo recuerdos contados con una prosa clara, precisa, contundente”, escribe Orlando Van Bredam, su mentor literario hace unos años para la concreción de esta obra que visibiliza una realidad social cada vez más acuciante y que también le permitió a su autora reponerse del dolor más crudo a través de la escritura, sanar ciertas heridas a través de la palabra.

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ENTREVISTA REALIZADA POR TATIANA MICAELA BAREIRO,

DEL 5° AÑO I DIVISIÓN DE LA EPES N° 99 DEL B° “LA NUEVA FORMOSA”

En tu obra leemos un hecho muy fuerte de violencia, de tragedia, no sólo contra vos sino también contra tu madre y tu prima Zuni. ¿Podrías relatar el hecho ocurrido en ese septiembre trágico de 1988?
- “Yo siempre cuento también el contexto de lo que viví. En el año 1988, nuestra realidad de jóvenes en ese tiempo era muy diferente de la realidad de los jóvenes de ahora. Yo vivía en un barrio con calles de tierra, soy la quinta de siete hermanas. Vivíamos con mis padres, que eran paraguayos. Éramos una familia muy humilde y, ni bien terminé el colegio, tuve que comenzar a trabajar. Primero en la Fiscalía de Estado, en la Casa de Gobierno, y después en el Poder Judicial. Una prima mía, que también vivía en Paraguay, se vino a Formosa a vivir con nosotros. Ella tenía 19 años y se puso de novia con un muchacho de 20, y no sabía que tenía indicios de ser una persona violenta. Una tarde, cuando yo había sa­lido de trabajar, estábamos en mi casa, después de que mi papá había salido. El novio de mi prima Zuni llegó a mi casa con un arma, porque estaba muy enojado. Mi prima lo había dejado. Entonces fue con toda la intención de matarnos, según nos dijo. Él estaba al­co­holizado y en ese momento, cuando no­so­tras quisimos hacerlo entrar en razón para que reaccionara, disparó. Primero a mí, le disparó a mi mamá y a mi prima, que fallecieron ese día. Y yo que­dé con esta secuela a raíz de una herida en la médula espinal que me imposibilita movilizar las piernas y caminar”.

¿Cómo prevenir la violencia de género?
- “Se puede prevenir cuando uno entiende y acepta que hay indicios de situaciones violentas que pueden llegar a un hecho que después se puede lamentar, como le sucedió a mi prima. Se puede prevenir cuando uno primero acepta y reconoce que hay indicios de violencia. Y acude inmediatamente a personas que lo pueden ayudar; también a una institución, profesionales que pueden orientar y ayudar tanto a la persona que está siendo violentada como a la persona que tiene actitudes de violencia. Esa sería la manera de prevenir”.

Hoy en día se habla mucho de relación de “pareja tóxica”. ¿Qué indicios presenta o podría presentar una relación violenta?
- “Se habla de de la ‘pareja tóxica’ justamente porque lo tóxico es lo que a uno le hace daño, a uno le hace mal. Podemos darnos cuenta de que hay indicios cuando uno presta atención a las actitudes de la persona violenta. Una persona violenta está todo el tiempo controlando, en este caso a su pareja, los ho­rarios en que llega, los horarios en que sale, le controla las llamadas telefónicas, las personas con las que sale… Es decir, tiene actitudes de control muy invasivas de falta de respeto. Por ejemplo, la puede humillar en público, elevando el tono de la voz… siempre está reclamando cosas; no le deja tomar decisiones por sí misma a la otra persona… Ese tipo de actitudes dan indicios de que es una persona violenta. Y en esa pareja, si la otra persona soporta ese tipo de tratos, la relación se convierte en tóxica”.

En esa relación de tu prima Zuni y su novio, ¿se observaba algún indicio de violencia? Si es así, ¿cuáles?
- “Sí se observaban indicios de violencia, porque él -por ejemplo- la visitaba a ella sin avisarle, llegaba de sorpresa para de alguna manera saber si estaba en la casa y qué estaba haciendo, como una manera de controlarla. No la dejaba que fuera mucho a mi casa, por ejemplo, porque seguramente no quería que ella contara lo que pasaba. De hecho, no contaba ella sobre la relación, porque seguramente tenía miedo o tenía vergüenza. Otra de las cosas es que a ella no la dejaba tener amigos varones, porque siempre tenía celos”.

En una relación, ¿se pueden prevenir hechos de violencia? Si es así, ¿cómo?
- “Sí se pueden prevenir, asumiendo, aceptando que se está dando una situación de violencia. Se puede prevenir buscando ayuda, en personas que a uno le hagan salir de esa relación”.

La lucha de cuestión de género es un tema actual, aunque en aquella época existía. ¿Pensás que las mujeres siguen ganando terreno en este tema? ¿Qué creés que faltaría mejorar?
- “Sí, en realidad siempre existió esta lucha de género, como decías vos. En mi casa está la imagen de Santa Catalina de Alejandría. Justamente el 25 de noviembre, que es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es el Día de Santa Catalina de Alejandría. Y ella fue una mujer mártir que vivió en el Siglo IV y fue una mujer que luchó contra un matrimonio forzado, porque pertenecía a una familia muy poderosa. Y no era lo que ella quería. Imaginate que en aquel tiempo, no tenía la posibilidad de tomar sus propias decisiones. Ella no cedió y la terminaron sacrificando. Es diferente ahora, que la mujer fue logrando cosas que en aquel tiempo no podía: tomar decisiones, no podía acceder a muchos lugares que ahora sí puede. Podemos decir que se fueron logrando muchas cosas, que fuimos cambiando muchas cosas, que la mujer fue logrando hacer cosas que antes no se le permitían. Y sí, siempre hay cosas que se pueden mejorar. Así que confiamos en que eso se puede dar, va a llegar un día en que realmente todos tengamos más oportunidades de desarrollarnos en lo que queremos hacer o en lo que proyectamos o planificamos de nuestra vida, sin importar el género, que todos tengamos esa libertad de ser quienes somos”.

¿Algún día será eliminada la violencia contra la mujer en el mundo?
- “Sí, por supuesto que sí. Yo tengo presente una frase que siempre decía mi papá: ‘La esperanza es lo último que se pierde’. Y si tenemos esperanza para todo aquello que nosotros deseamos en el mundo, eso puede llegar a suceder. Claro que va a llegar a suceder. No solamente la violencia contra la mujer, sino que desaparezca la violencia en el mundo entero, en todo sentido. Muchas veces no tenemos en cuenta que a veces también somos violentos contra nosotros mismos, cuando no nos cuidamos, cuando no cuidamos nuestro cuerpo, cuando nos excedemos, por ejemplo, en el consumo, ya sea de bebidas o de drogas o lo que nos perjudica. Eso también es una manera de ser violentos contra nosotros mismos. Y también somos violentos contra la naturaleza, con el mundo, con el aire que contaminamos. A veces no queremos que sean violentos con nosotros pero no nos damos cuenta de que nosotros también tenemos una cuotita de violencia. El día en que todos nosotros seamos conscientes de que no es el camino para avanzar para el bien del ser humano la violencia, ahí sí podremos decir que en el mundo ya no va a haber violencia, cuando asumamos que nosotros somos ese granito de arena que aporta a la no violencia”.

¿Qué necesitamos como seres humanos para que se elimine la violencia y sea una realidad?
- “Necesitamos valorarnos y respetarnos, optar por el camino del diálogo, de la paz. Porque justamente, si luchamos en contra de lo violento, no podemos nosotros ser violentos. También hay maneras de llegar a eso por este camino: valorar al ser humano, con capacidades, con libertad, con valores. Y no creer que el otro puede ser manipulado. Así podremos nosotros lograr esa no violencia”.

¿Para qué escribís?
- “Escribo para expresar, para expresar cosas. A veces lindas, por supuesto. Pero también a veces para expresar situaciones de dolor, porque uno no las puede expresar con palabras al hablar. Entonces, con la escritura es como que uno tiene más libertad de expresar. Y para que si alguna vez, alguien lo puede leer y le puede servir, porque se puede sentir identificado con algo de lo que está escrito, bueno… eso sirve de ayuda”.

¿Y por qué decidiste escribir este libro?
- “Este libro surgió a raíz de un relato que yo hice como parte de mi terapia con la psicóloga. Entonces, relatando todo lo que me había sucedido desde el primer momento en que yo recibí el disparo que me imposibilita caminar, fui escribiendo. Después tomó forma de libro por sugerencia del escritor Orlando Van Bredam”.

Tu libro es una obra autobiográfica de testimonio y de fe. ¿Tenés pensado escribir una segunda parte?
- “Sí. De hecho, ya comencé a escribir la segunda parte. Está en ese proceso todavía, un poquito más de la mitad, en donde yo cuento el después, cuando ya las cosas se van calmando, cuando ya mi vida va cambiando, cuando voy viviendo situaciones felices, cosas lindas. Es una manera también de sacar de mí todo aquello que ya no sirve, que ya no edifica. Contar y relatar lo bueno, y compartirlo también. Eso es lo que estoy escribiendo”.

¿Dónde encontraste la fortaleza para seguir adelante ante tantas pérdidas?
- “Esa fortaleza que ven en mí yo siempre digo que no salió solamente de mí. Yo la encontré principalmente en Dios, en la oración, en la familia, en los afectos, en los amigos, los vecinos y las personas de bien que se cruzaron en mi camino. Yo estoy segura de que fue Dios quien las puso. Así que mi fuerza está en Él. Es lo que yo recomiendo siempre, que acudamos a Él, que Él es nuestra fuerza”.

Si pudieras volver el tiempo atrás, ¿harías todo igual o cambiarías algo? ¿Podrías compartir lo que pensás con nosotros?
- “Sí, algunas cosas cambiaría. A veces uno piensa en decisiones mal tomadas, en cosas que no hubiese querido hacer. Pero tratándose de este hecho en sí y de lo que sucedió, si yo pudiera volver el tiempo atrás, creo que prestaría más atención y ayudaría a mi prima a que pueda asumir que estaba viviendo una situación de violencia. Y tal vez hubiese dado otros pasos ella y tal vez las cosas hubieran sido diferentes”.

¿Qué consejos nos darías a nosotros, los jóvenes?
- “A los jóvenes les diría que crean, que crean en Dios, que se valoren a sí mismos, que se respeten, que se vean como esa Creación de Dios, con libertad, con capacidad, con inteligencia. Que utilicen todo lo que nos fue dado para bien y que el compartir con otros sea eso: compartir, y no algo a lo que se sientan forzados. Que puedan disfrutar de lo lindo de la vida y que también puedan entender que lo malo pasa y que siempre viene algo bueno”.

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“LA CHICA SE PERDIÓ”

Colaboración: Claudia C. Canteros

“La chica se perdió”; “la chica quiso irse por sus propios medios por el medio de la ruta”; “si yo, que era su amigo, la hubiese acompañado, esto no habría pasado”.

Pareciera que las mujeres, cuando decidimos recorrer el espacio público, tenemos que demostrar todo el tiempo que nos ponemos un traje de superpoderosas o, si no nos acompaña un varón de regreso, es el boleto seguro para ser atacadas más o menos violentamente.

Como dijo Rita Segato, cuando se enteró del femicidio de Micaela García: escuchó “a un periodista en televisión expresando que esto sucedía porque las mujeres andaban solas: es decir, pareciera ser que las mujeres vivimos en un Estado de sitio, en un Estado de miedo”.

Al conmemorarse 62 años del asesinato de las hermanas Mirabal, en manos del violento régimen de Rafael Trujillo en República Dominicana, pareciera que no hemos aprendido mucho como sociedad, si consideramos que en estos días se escuchan frases que representan formas de ver el mundo y comprender las sociedades que siguen culpabilizando a las víctimas ante brutales ataques contra nuestros cuerpos.

Estas expresiones reflejan patrones de conducta enraizados en el género humano en sí, no es un patrimonio exclusivo de varones hetero cis (aunque muchas veces son los ejemplos que más abundan), debiendo hacernos reflexionar muy en serio sobre cómo relacionarnos, en mayores términos de igualdad y descartando estereotipos de protección, fortaleza, omnipotencia para impedir crímenes, como características que reúnen los varones, a quienes también les debemos el agradecimiento y reconocimiento por brindarnos esa “protección”.

Las mujeres demostramos todos los días que el espacio público nos pertenece en igualdad de condiciones, pero el precio que pagamos (la mayoría de las veces) es bastante caro, más aun cuando desafiamos los mandatos hegemónicos. Porque deberíamos poder andar como quisiéramos por la calle, y eso incluye andar solas, sin que nos acompañe junto a nuestra sombra el temor de ser acosadas o agredidas en la calle. También falla el Estado cuando el espacio público está deficientemente iluminado o señalizado (como ya lo estudiara la geógrafa feminista Leslie Kern), y estos temas raramente ocupan el catálogo de preocupaciones de los varones.

Estaría siendo tiempo de que empecemos a darnos cuenta, como sociedad, de que es urgente cuestionar nuestras conductas -especialmente las chiquitas- para que los crímenes brutales de mujeres y diversidades dejen de estar naturalizados y reclamemos para que empiecen a funcionar todos los mecanismos disponibles con otros lentos: las conversaciones en los grupos de trabajo, con nuestros vecinos, en el funcionamiento de las investigaciones judiciales, en los juicios, en los medios de comunicación, en la forma de hacer política.

Porque, en definitiva, las mujeres no tenemos por qué agradecer estar vivas todos los días. Deberíamos vivir sin miedo, como regla. Aunque parezca una obviedad. Por Minerva, por Patria, por María Teresa, por Micaela, por Mirna, por Eliana, por Cinthia. Se lo debemos.



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