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Desintegración regional



El Mercado Común del Sur (Mercosur) fue creado el 7 de marzo de 1991. La Mañana estuvo ese día cubriendo la firma del Tratado de Asunción por parte de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Esa jornada marcó el punto culmine de un proceso de integración regional cuyos antecedentes se remontan al 30 de noviembre de 1985, fecha de la Declaración de Foz de Iguazú, que selló un acuerdo bilateral entre Argentina y Brasil.

Más tarde, el Mercosur incorporó a Venezuela y Bolivia (el primero actualmente suspendido del bloque y el segundo en proceso de adhesión), mientras que, oficialmente, el bloque regional, informa que Chile, Colombia, Ecuador, Perú Guyana y Surinam forman parte como “Estados asociados”.

Prestigiosos analistas coincidieron en destacar en su momento que “desde las luchas de la independencia, no sucedió nada más importante en América Latina que la creación del Mercosur”.

Sin embargo, a 31 años de aquel acto trascendente cubierto por este Diario en la capital paraguaya, podemos decir sin temor a equivocarnos que las expectativas superaron ampliamente a los logros.

Tres décadas no han sido suficientes para coordinar el comercio regional, al punto que aun se discute acerca de la importancia de que a nuestros socios les vaya bien, porque de esa manera a los demás les irá mejor. Al parecer cuesta demasiado entender que el comercio exterior de un país se mueve por la fuerza de sus socios. Esto hace que, entre evoluciones e involuciones, la estructura se encuentre muy cerca de la realidad de sus primeros años.

En efecto, el Mercosur ha tenido diferentes etapas desde su creación. El bloque sólo sumó un socio pleno en 31 años, y si bien su comercio no posee aranceles, hay muchas otras restricciones y situaciones que imposibilitan un crecimiento mayor.

A mediados de los años noventa se acordó con Chile y con Bolivia un acuerdo llamado “cuatro más uno”, por el cual se creaba una zona de libre comercio entre los socios originales y cada uno de los países. Esto debió haber continuado con Colombia, Ecuador y Perú, para armar así una gran zona de libre comercio en América latina, pero los tiempos políticos de cada país no permitieron el avance estratégico del bloque.

Lamentablemente, el zigzagueante rumbo ideológico de los gobiernos sudamericanos en las dos últimas décadas ha obrado como un obstáculo insalvable. La polarización extrema en estos años ha contribuido más a desintegrar que a integrar la región, descociéndose la importancia de asociarse más allá de cualquier diferencia política.

Cuando nace la actual Unión Europea, no la firmaron países por entonces amigos, sino, por el contrario, enemigos declarados en la Segunda Guerra Mundial, unos años antes. En 1958, firmaron el Tratado de Roma, que llevó al bloque de mayor integración en el mundo.

El Mercosur no ha sido capaz siquiera de aprender las lecciones de la historia y sigue repitiendo errores pueriles como creer que una sociedad de naciones sólo puede prosperar si está compuesta por administraciones del mismo signo, o todas de centroizquierda, o todas de centroderecha. Así no funciona el comercio mundial.



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