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Remedios ¿accesibles?



El Gobierno nacional y representantes de la industria farmacéutica convinieron extender hasta el 18 de noviembre próximo la decisión de mantener el precio de los medicamentos por debajo de la inflación. Sorprendieron, en la oportunidad, declaraciones como las de la jefa de Gabinete del Ministerio de Salud, Sonia Tarragona, que dijo que “el acuerdo viene funcionando bien; este mes los medicamentos estuvieron casi tres puntos por debajo de la inflación, y también vienen por debajo de la inflación acumulada y de la interanual”. También, o más aún, las palabras del secretario de Comercio, Matías Tombolini, quien expresó que “el objetivo del Gobierno es seguir otorgando previsibilidad y garantizando precios de medicamentos accesibles para toda la población”.

Puede que, en alguna medida, el mencionado acuerdo esté “funcionando bien” últimamente; puede, inclusive, que los precios de algunos fármacos hayan subido menos que la inflación en los últimos meses. Lo que de ningún modo debería asegurarse con tanto énfasis es que el Gobierno esté “otorgando previsibilidad y garantizando precios de medicamentos accesibles para toda la población”, cuando hasta personas que cuentan con obra social -y que gracias a ello gozan de algún descuento- sufren la imposibilidad de comprar determinados remedios.

No es de hoy el problema. Los medicamentos han experimentado remarcaciones descomunales en los últimos años, lo que ha llevado a no pocos enfermos/as a abandonar sus tratamientos, en muchos casos contra dolencias letales.

Las alarmas en el campo de la medicina no son para tomar a la ligera. Hace tiempo que distintos especialistas advierten que la gente viene reduciendo su medicación habitual, por lo que ha crecido el número de pacientes expuestos/as a sufrir internaciones y secuelas por sus enfermedades de base.

Esta crisis, de larga data, no se solucionará con acuerdos de precios de corto plazo. Las autoridades deben tomar nota de una situación sanitaria de alto riesgo, que impacta de lleno en los sectores más vulnerables de la población. De igual modo en quienes no cuentan con el soporte, aunque sea módico, de una obra social; aunque, como decimos al comienzo, ni siquiera éstas garantizan actualmente el acceso a un medicamento caro.

La Argentina, mientras la inestabilidad económica sigue su curso, vive tiempos en los que todo parece estar dolarizado. Por hete aquí que los remedios suben cuando la moneda estadounidense se dispara, pero no bajan cuando ésta se desinfla. Además, aunque hoy se diga que se mantienen por debajo de la inflación, es inadmisible que en los últimos años hayan escalado por encima de los precios de la canasta familiar, como si se tratara de artículos de lujo y no de primera necesidad para la atención de los enfermos/as.

La infeliz situación está atada hoy a un acuerdo temporario con la industria farmacéutica. Sería conveniente, amén de beneficioso, encauzar un diálogo maduro y duradero, y no de circunstancia, para así priorizar el análisis en serio de las necesidades insatisfechas de millones de argentinos/as en materia medicamentosa.



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