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Peor que un Vía Crucis



No existen ya calificativos para definir la situación del transporte urbano de pasajeros en la ciudad de Formosa. Luego de tres semanas de virtual interrupción (el denominado servicio de “emergencia” se parece más a un chiste que a un paliativo), lo único digno de destacarse es la incapacidad de la empresa para superar dificultades y el fracaso del Municipio en dar respuestas a las demandas ciudadanas, que a esta altura alcanzan dimensiones de clamor popular.

Las quejas se multiplican hora tras hora en medio de esperas interminables que parecieran estar poniendo a prueba la paciencia de los usuarios/as que usan (usaban) a diario el colectivo para ir y venir del trabajo, para llevar y traer sus hijos/as de la escuela o para salir de compras.

Pero la paciencia de esa gente no es infinita y esto comienza a hacerse notar en el humor social. Siempre que se pide tolerancia, sobre todo ante un asunto acuciante como es la falta de transporte, tiene que haber señales de que las o los responsables de buscar soluciones se encuentran abocados a ello. El tema es que acá no se vislumbra un gran interés por zanjar la crisis.

Las excusas de la empresa son sólo eso, excusas, que pueden ser atendidas en un cierto momento, pero que al cabo de casi un mes resultan inverosímiles. Pero tampoco la Comuna, a pesar de esfuerzos esporádicos, se muestra a la altura de las circunstancias.

Pero a no confundirse, el problema de fondo es el monopolio al que está atado el servicio en esta capital. La existencia de una sola empresa hace que cualquier inconveniente o conflicto que afecte su funcionamiento repercuta en la normal circulación de las unidades de transporte. Decenas de miles de usuarios/as son rehenes hoy de esta situación.

Décadas atrás, cuando la población era mucho menor que la actual, existía más de una empresa regular de transporte urbano en Formosa. Incluso hubo una época -no muy feliz por cierto por la crisis que se vivía- en que llegaron a circular, al mismo tiempo, colectivos de tres o cuatro propietarios diferentes. Aquella dispersión no es un buen antecedente, porque esas unidades no reunían las mínimas condiciones de seguridad y confort; al contrario eran un canto a la improvisación, a la irresponsabilidad y a la falta de controles.

Pero el caso es que, aun atado con alambres, el transporte público de pasajeros en la ciudad pocas veces sufrió complicaciones tan grandes y duraderas como las que se vienen dando desde hace prácticamente un mes, sin contar otras registradas en tiempos recientes.

Podrían describirse como un vía crucis diario los padecimientos de miles de usuarios/as que, por estas horas, se ven obligados/as a sacrificar otra porción del ajustado presupuesto familiar para transportarse de un lugar a otro. La figura, sin embargo, no sería del todo ajustada a la realidad formoseña, ya que un Vía Crucis tradicional consiste en la marcha lenta de fieles cristianos entre 14 estaciones; en cambio la situación del servicio de colectivos en nuestra ciudad no muestra, hasta ahora, signos de que avance siquiera lentamente hacia ningún lado. Mucho menos hacia una solución urgente.



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