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El contexto económico



Algunos datos referidos a la economía argentina deberían generar en las autoridades una toma de conciencia acerca de la necesidad de analizar e implementar medidas que generen mayor certeza no solo en el sector privado y en los ámbitos financieros, sino también en el resto de la población, que padece los efectos de la inflación y de una crisis que no es reconocida en su real dimensión.

Con la llegada de las vacunas se “relajó” la situación sanitaria iniciada con la pandemia en 2020. Sin embargo, la preocupación a nivel mundial ahora está puesta en el recrudecimiento de la inflación. No obstante, la suba de precios es un problema que se repitió varias veces en la historia argentina, y que volvió a ser un flagelo desde 2005, con un agravamiento generado por la crisis cambiaria de 2018, lo cual derivó en un escenario de recesión económica “extendida” que se mantiene hasta el día de hoy en varios sectores, aunque algunas estadísticas hablen de una recuperación en determinados rubros.

En lo referente a este tema, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino mencionó que en economías desarrolladas, la inflación pasó de promediar el 1% entre 2014 y 2020, al 5% en 2022. Estados Unidos, por ejemplo, tiene una inflación del 8,6%, la más elevada desde 1981.

Si bien Argentina no está exenta de que el contexto internacional se traslade parcialmente al plano local mediante la inflación importada de comprar bienes y servicios en el exterior, no se puede negar que la frágil situación actual es eminentemente nacional. Los factores que hoy llevan a la suba de los precios en el mundo eventualmente se disiparán y las economías mundiales, sin historia inflacionaria, regresarán a tasas de inflación controladas, mientras que nuestro país seguirá en una situación similar o ingresará a un escenario más complejo, si no se toman ciertas medidas a tiempo, que lleven a reducir el gasto público innecesario, la emisión monetaria y las cargas tributarias sobre aquellos sectores que generan empleo formal, para de ese modo promover una recuperación económica sostenida.

En este sentido, el IDESA precisó que desde 2012 el país produce los mismos bienes, pero multiplicó por 22 la cantidad de billetes, por lo cual no es sorpresa que en ese período los precios hayan subido 20 veces. La impresión excesiva de pesos, que se ubica por encima de la demanda y que tiene el fin de financiar un gasto público desproporcionado, genera una inflación cada vez más elevada.

Hay que recordar que varias Consultoras estiman que la inflación anual de 2022 será superior al 70%, lo cual no solo impactará de manera negativa en las estimaciones para el IPC de 2023, que podría llegar a los tres dígitos: también elevará los niveles de pobreza e indigencia, que bajaron durante la leve reactivación post-cuarentena, pero que volverán a ser preocupantes de manera inminente.

En síntesis, no se puede responsabilizar al contexto inflacionario que está atravesando el mundo por los efectos de una situación que tiene su origen en políticas económicas equivocadas que se aplicaron en la Argentina durante años. Es tiempo de que los funcionarios y funcionarias encaren aquellos análisis e instancias de diálogo que sean necesarios para generar un cambio en el modelo económico actual, que lleve a un escenario de mayores certezas.



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