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Loli Molina... llena de pájaros blancos

La cantautora argentina radicada en México se presentará en Formosa este viernes 27 de mayo en “El Fuelle” - Casa Cultural



* Por Héctor Washington

- Fotos: Jesús Cornejo

La periodista argentina especializada en género Luciana Peker inicia su libro “Sexteame - Amor y sexo en la era de las mujeres deseantes” con unas líneas introductorias donde cita: “Si no me tocan, siento que me vuelo. Es como si flotara, la gravedad no aplica”. La frase es de Loli Molina, guitarrista, cantante, compositora, escritora, productora y artista visual argentina que decidió radicarse en México hace ya unos cinco años para continuar desde allí su carrera.

“Muchas gracias por la posibilidad. Estoy muy contenta de poder ir finalmente; no conozco la provincia. Así que… doble alegría: ir a tocar y conocer un lugar nuevo. Y tengo muchas ganas de comer mucho chipá… y quiero que me digan si es ‘chipa’ o ‘chipá’. Y que me esperen con mucho de eso para comer, porque tengo muchas ganas”, le confiesa a Cronopio entre risas, muy lejos de toda altisonancia y de la pretensión de alguien que tiene algo importante que decir.

Su cita con Formosa es este viernes 27 de mayo en “El Fuelle” - Casa Cultural (Padre Grotti 926), donde brindará un show en formato solo set íntimo y personal, como suele ser toda su obra musical. La apertura estará a cargo de la cantautora formoseña Chechu Giménez, que también compartirá unas canciones de “Lurano”, su último trabajo, que viene dando a conocer a través de diferentes entregas. Desde la organización resaltan que las entradas son limitadas y pueden adquirirse por vía telefónica al 3704-890602.

Antes de su llegada a Formosa, Loli charló con este Suplemento acerca de su ya extensa carrera, sus inicios de la mano de Sony Music y la libertad que logró a partir de su desvinculación y de encarar el camino de la independencia, las canciones que solía oír en su niñez, lo que le inquieta del mundo y su decisión de afincarse en el país centroamericano desde hace unos años para continuar proyectándose desde allí hacia el mundo.

Precisa en cada respuesta, Loli no deja marearse por la grandilocuencia y entabla la charla despojada de todo artilugio retórico. Una tendencia que parece haber marcado también su obra desde que editó su primer disco, “Los senderos amarillos” (2008), hasta su última pieza minimalista, “Lo azul sobre mí” (2019), donde la oímos -y vemos- operar desde la pureza del mensaje conceptual, deshaciéndose de capas de sonido que ya no eran necesarias para comunicar su interior. Acaso este trabajo sea el que mejor la defina o trascienda, donde no precisó más que una guitarra de nylon, una eléctrica, dos cuartetos de cuerdas superpuestos en la producción, su voz y un concepto como el de la muerte, que nos atraviesa a todos y va tiñendo de azul todo el sonido a medida que nos adentramos a su mundo, lleno de espectros silenciosos.

Con todo, la música de Loli es incluso suave al tacto y nos mantiene atentos todo el tiempo que duran las diez canciones del disco y aun buscar un track oculto en medio del caos de las plataformas digitales, como un tesoro escondido. Lo conceptual radica en eso: mantenerse lejos de lo efímero, de lo fugaz y recortada que puede ser la realidad oída desde un single. “A mí me gusta contar historias... Yo necesito más tiempo, de más extensión para poder decir lo que quiero”, nos confiesa. Por eso además -acaso- se aventuró a la independencia luego de “Sí o no” (2011), el último trabajo que editó junto a una multinacional, y encaró un trayecto sin retorno con “Rubí” (2015), un trance hacia la introspección donde su voz muda en esa armonía que nos invita a atravesar con dignidad el domingo más insoportable.

Empeñada en hacer “discos sin maquillaje” -pero no por eso simples, nos aclara-, Loli Molina transita desde hace muchos años numerosos escenarios a lo largo y ancho de nuestro continente, y también de Europa, y ha tocado junto a grandes referentes de la música latinoamericana, como Chico César, Fito Páez, Kevin Johansen y Juan Quintero, entre otros. Además, se ha sumado como sesionista a la banda mexicana “Kinky”, con quienes ha emprendido una gira por escenarios emblemáticos latinoamericanos. Compone música original para cine, televisión y para otros artistas, y dicta talleres grupales de composición de canciones.

Luciérnagas, constelaciones, un árbol, un color naranja en el recuerdo, un alma de agua y muchas aves se mueven como elementos danzantes en la poética de esta artista, que además labra su cotidianeidad como lo hace con sus convicciones: su huerto, sus dotes culinarios, su mascota… no sacar música nueva los días viernes y comprometerse también con fundaciones para la conservación del medioambiente.

Loli es así. Tiende a elevarse como un ave, un elemento que atraviesa toda su obra, un vuelo permanente como si ese concepto quisiera arrancarla del suelo. La sujetan las cuerdas que ejecuta en cada melodía que compone, cada estrofa que pronuncia un domingo de tarde, porque se vuela… porque la gravedad no aplica si algo no la toca: un cuerpo, un sonido, una imagen poética.

“CUANDO EL GORRIÓN CANTE SU CANCIÓN”

Esta es la primera vez que te tendremos en Formosa. ¿Qué nos tenés preparado para el viernes?
- “Voy a tocar en formato solo set. Voy yo con mi guitarra y mis pedales. Y voy a hacer mucho énfasis en mi último disco, que es ‘Lo azul sobre mí’. Pero también toco material de mis discos anteriores, de cosas que salieron después de ‘Lo azul sobre mí’, alguna cosa nueva, alguna versión… Realmente voy armando las listas en función de ese día, dependiendo de qué tengo ganas de tocar”.

¿Cómo es editar discos enteramente conceptuales en la era de los EP’s?
- “Bueno, en realidad yo simplemente decido que quiero hacer eso porque tengo una convicción al respecto. Y sigo adelante sin dejarme guiar por la tendencia. Es verdad que estamos en la época de los sencillos, de los singles. Y está bien también. Digo… hay artistas a los que ese relato les funciona. A mí me gusta contar historias. Entonces, yo necesito más tiempo, de más extensión para poder decir lo que quiero”.

Desde “Los senderos amarillos” hasta acá, es como si te hubieras ido despojando sonoramente de lo que ya no fue necesario. “Lo azul sobre mí” es una maravilla de simpleza y minimalismo. ¿Es ahí donde habita la belleza?
- “Muchas gracias por tus palabras. Yo siento que sí es un disco minimalista en cuanto a los elementos que lo componen. No es un disco necesariamente simple, no es una música simple. De hecho, me fui complejizando, fui profundizando mucho el nivel armónico y el nivel estructural de las canciones. Entonces, por un lado, sí hay como una cosa que está un poco más despojada. A mí, en general, no me gusta tener un disco donde cada tema son 59 tracks o pilas de sonido. Me gusta la cosa más orgánica, porque yo toco la guitarra, que es un instrumento de madera que podés tocar sin enchufarlo. Y eso me encanta. Como que no hay intermediarios entre ese instrumento y yo”.

Entre “Sí o no” y “Rubí” hay un quiebre no sólo estético sino también a nivel profesional. ¿Qué te permitió la autogestión que no lograbas hacer ligada a una multinacional?
- “Por supuesto, me dio mucha libertad de acción y potestad para decidir sobre mis pasos. Y creo que me hizo crecer, porque cuando no tenés una estructura que está sosteniendo todo el ‘circo’, te das cuenta de que vos sos el ‘circo’, el dueño del ‘circo’, los números que están en el ‘circo’… (risas) Y bueno, eso necesariamente te hace crecer. O a mí me hizo crecer”.

Reversionaste “Ludmila” y “Fuji” de Luis Alberto Spinetta… a Culture Club, a Chico César también a dúo… incluso hay otros covers de Björk y Radiohead. ¿Con qué música creció Loli Molina de niña?
- “Mi papá era bastante melómano y él escuchaba mucho la radio; él tenía sus discos, sus vinilos… pero escuchaba mucho la radio siempre. Los viajes en auto estaban muy musicalizados y yo siento que crecí con esa influencia del formato canción. También hay que pensar que cuando yo era chiquita -tenía 5 años en el ‘90-, la música que estaba en la radio era Michael Jackson, Phil Collins, los discos solistas de Harrison… O sea, la música pop de la época. Y era una música que igual tenía como mucha data, mucha riqueza. Yo siento que eso a mí me marcó mucho”.

También componés para cine, tele y para otros artistas, incluso das talleres de composición. ¿Cómo salís de Loli Molina para crear desde la otredad o para una otredad -por así decirlo-?
- “Componer es un oficio como cualquier oficio técnico. No sé… por ejemplo, como ser carpintero, como ser ceramista. Otra cosa es estar como a merced o uno volcarse al trabajo de composición, que está más ligado a los procesos personales o a los momentos de inspiración o a un proyecto personal. Cuando yo tengo que escribir con una consigna -por ejemplo: ‘Tenemos esta película, estos son los personajes, hay que hacer una canción para este momento’-, para mí es como que se pone en juego otro recurso, que es el del oficio, el de la cuestión técnica: cómo se hace una canción, cuáles son sus partes, cuáles son los recursos. Así que digamos que es como otra forma de la creatividad”.

Te instalaste en México con una carrera autogestiva forjada ya aquí en Argentina. ¿Cómo es la movida musical independiente allí? ¿Con qué te encontraste?
- “Bueno… este es un mercado muy grande, donde las compañías son muy grandes y donde la mayoría de los artistas están firmados o con una discográfica o con una editorial. Digamos que es un mercado distinto al mercado argentino, donde quizás hay una línea más como de autogestión o de cantautor. Acá hay como otro tipo de movidas. Pero la verdad es que siempre sentí que me recibieron muy bien y pude desarrollar otras facetas de mi trabajo, como compositora para otras cosas. A mí se me abrieron otras puertas”.

Te sumaste ahí como sesionista y te subiste a la gira de “Kinky” en su momento. ¿Cómo aportó eso también a tu experiencia artística?
- “Eso fue súper lindo, porque ellos son unos amorosos totales y fueron muy generosos conmigo. Fue una experiencia profesional muy interesante, porque todas las veces había que tocar para un montón de gente. Ellos tienen muchísimos fans, es una banda que existe hace mucho tiempo. Y ocupar un lugar no central en el escenario, digamos estar al servicio de la música de otres, para mí es algo súper lindo. Y es un oficio muy noble y muy hermoso. Me siento muy contenta de haber tenido esa posibilidad”.

Tu universo estético sugiere una mirada intimista y profunda, pero no ensimismada. De hecho, grabaste con Malosetti, Kevin Johansen, Chico César, Natalie Pérez… ¿Cómo describís esa experiencia colectiva con la música?
- “Yo creo que siempre está bueno estar abierta, en mi caso, a propuestas, a invitaciones, a ver realmente cómo puedo aportar a la música que ya existe. Y siempre aprendo. O sea, cuando tengo que grabar en la canción de otra persona, me tengo que aprender esa canción y eso implica pasar por ahí, pasar con mis dedos, pasar estudiando la letra, entender a ese compositor, qué quiso decir… Así que para mí es aprendizaje”.

Colaborás con Fundación Vida Silvestre y también con el Instituto de Conservación de Ballenas… ¿Qué cosas te inquietan o preocupan del mundo por fuera de la música, desde donde sentís que podés tomar parte?
- “A mí, más que la música, me interesa el mundo y entender cómo puedo ayudar a que este desastre en el que estamos -y al que nos han llevado y nos siguen llevando- no se profundice. Para mí no hay sentido en escribir canciones en un planeta en el que no se puede respirar. Tengo claras mis prioridades. Lamentablemente siento que la ciudadanía en algún sentido está atada de manos frente a cuestiones muy estructurales. Y es de una impotencia tremenda. Pero yo trato de estar ahí y desde mis herramientas aportar; si tengo una cuenta de Instagram, bueno… ayudar a que ciertas cosas tengan visibilidad, no solamente mi cara y que me den likes (risas). Trato de usar las herramientas que tengo a la mano y ayudar lo más que pueda”.



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