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“BITÁCORA DEL SOL NEGRO”, DE JULIETA NÚÑEZ

Hacia la latitud del placer



* Por Héctor Washington

- Fotos: Jorge Parada / Letizia Figueredo

"Un viaje lisérgico-literario hacia el centro de una mujer insumisa". Así describe en su prólogo la profesora en Letras Sofía Medina a “Bitácora del sol negro”, segundo libro de poemas de la escritora formoseña Julieta Núñez. Y no es una definición precipitada.

¿Hacia dónde se dirige esta poeta? ¿En qué latitudes se halla ese sol negro que parece tragárselo todo? ¿Es esa mujer insumisa su propio espacio de vacío?

Adentrados a las primeras páginas del libro, nos toma por asalto una oleada de palabras ardientes que nos anticipan que la belleza esta vez transita otros conceptos, no responde a los tropos habituales sino a la manera de los poetas malditos: entre gusanos, podredumbre, cuerpos que se rozan entre la humedad de una sábana maltrecha, un blister vacío y ese trago amargo que suele ser la vida, con sus duelos, su banda sonora interminable, sus colillas diseminadas por la casa sola, sus películas, sus papeles arrugados… y el placer, que siempre llega a tiempo para curarnos un poco el cuerpo de tanta sangre envenenada recorriéndonos.

“Bitácora del sol negro” parece haber surgido de los escombros que dejaron las ruinas de su antecesor, “Cross en la mandíbula”, olvidado acaso en un anaquel polvoriento. Pero esta vez hay un deseo, un consuelo que puede redimir a la poeta en ese periplo, en ese refugio que también es la poesía: “Estoy para decirnos que hay un mundo amoroso / Esperándonos / Estamos para curarnos”, escribe en una serie de versos que nadie sabe si son el final o el principio del texto, de la vida, de la odisea que la lleva a seguir respirando, maternando entre “manos de caramelo, ojos de almendra y barriletes” que alivianan su cuerpo y dejan abierto un resquicio de luz para calentar el invierno más gélido: “Ahí sobrevivo / Como una flor / Que rompe el cemento / Como un pájaro que levanta vuelo”.

The Clash, Sumo, Zappa, Spinetta... otra vez esa banda sonora zumbando a lo lejos entre el humo espeso que no deja ver la tele encendida: ménage à trois de jóvenes inquietos en una cinta de Gaspar Noé, un grupo de perturbados que relucen sus instintos en un club de lucha… La poeta escribe en el fragor de su viaje, entre citas de Paoletti y José Hernández, un abúlico Erdosain y su sueño de revolución, sus fotos a espalda descubierta titilando en la pantalla de un teléfono maltrecho...

Ya no suele luchar contra el chaleco químico, está cada vez más ceñido a la garganta; suele pedirlo a horas tempranas su cuerpo rebelado, que es un manifiesto: “Mi cuerpo es político / Un deseo político / militante del deseo / Mujer loba deseante / Con la concha húmeda de palabras / habito el dolor y el placer / Me dejo arrastrar por perros hambrientos”. Sus versos, malsanos y anárquicos, siguen la dirección que marca la brújula despiadada en busca del placer como consuelo: “Voy a marcarte el mapa / la cruz te indicará / el lugar / cuando llegues / dale un beso”.

“El pan late en las manos / ¿acaso la poesía no es revolución? / ¿acaso no revela el corazón de las cosas?”. La otra mitad del libro oscila entre la reivindicación de las lenguas ancestrales, un cadáver exquisito y un corazón anarco que palpita acelerado y se define sin contemplaciones: “Soy eso que se teje / Entre pastillas y un pájaro muerto”.

Suele decirse habitualmente que la lectura de un libro de poesía es un viaje, una exploración hacia mundos insospechados que como lectores atravesamos en busca de placer estético, belleza, evasión o elevación, según lectores tenga la obra. “Bitácora del sol negro” es eso y más: un puñado de versos paridos en mitad del naufragio, la sal del mar ardiendo en un cuerpo a llaga viva, la tarea inclaudicable de una poeta empeñada en decir lo indecible a toda hora, en busca de aquellas latitudes donde el placer suele confundirse a menudo con el sosiego, entre tinieblas, bajo la luz de un sol que no alumbra.

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Entre los textos de “Cross en la mandíbula” y los de “Bitácora del sol negro” hay un viraje más intimista y una mirada más personalizada si se quiere del yo lírico. ¿Qué hubo en el tiempo en que nacieron estos versos?

- “En el tiempo en que nace ‘Bitácora del sol negro’, hubo una imbricación entre el proceso creativo y los procesos personales. Caos e instropeccion, desbordes, excesos, viajes...
Hubo un renacimiento también, ya que fui madre, y eso también alumbró el proceso creativo y de gestación del libro. Nace porque también hubo una maduración literaria, donde capitalicé experiencias literarias previas. Hay un quiebre, una fisura, en donde se gestan estos versos, versos en los que me expongo íntimamente, pero también tiene una mirada política y colectiva la construcción de los textos. Impulsada también por la manija que me metió el editor Ale Schmid, ya que surgió de una propuesta inesperada. Fue una propuesta atrevida y a contrarreloj que acepté sin pensarlo mucho y fluyó sin más”.

La publicación pertenece a la colección “Insumisas”, de “1000Macetas”. ¿Qué te llevó a sumarte a editar junto al equipo de Alejandro Schmid?

- “La invitación para publicar en ‘1000Macetas’, en la colección ‘Insumisas’, vino de la mano de Ale Schmid, de la editorial ‘Cospel’ primero, que ahora es ‘1000Macetas’. Y nos une una gran amistad con Ale. Me sumé a la propuesta porque tenemos también una idea anárquica, una idea de cultura libre, del compartir información, de difundir la cultura que tiene que ver con la línea política en la que yo me manejo.
Y más que nada, porque esta colección ‘Insumisas’ es una colección de escritoras todas mujeres.?Entonces acepté también la invitación más que nada por esa mirada política que tiene que ver con el tema de las publicaciones literarias independientes. Siempre me moví en el ámbito de la cultura literaria independiente”.

El deseo y el placer atraviesan las páginas del libro de una forma menos velada. ¿Hay en este sentido una intención de reivindicar el cuerpo desde una mirada política?

- “Claramente hay un una definición literaria y una reivindicación justamente del cuerpo con una mirada política. O sea, me desnudo no solamente en el verso sino que también mi cuerpo forma parte de ese proceso creativo, invocándolo desde los desbordes, desde los excesos, desde el interior, desde la intimidad...”.

En “Bitácora…” se entrecruzan lenguajes diversos: literatura, cine, cultura rock y hasta originaria. ¿Cómo operan o influyen estos lenguajes en Julieta Núñez?

- “Estos lenguajes operan en mi vida diariamente y son mi materia prima a la hora de escribir”.

También encontramos algún que otro cadáver exquisito con Fontoura, Beltrán y el Negro Franco… ¿cómo surgió este aporte colectivo y cómo creés que enriquece al todo?

- “Los aportes colectivos literarios, estos textos escritos con otros escritores... surgen de manera espontánea, de manera natural. Nos juntamos a escribir y surgieron esos textos sin mucho que pensar. Y creo que enriquece muchísimo al libro con este sentido comunitario, social y político que encierra. ‘Bitácora del sol negro’ es un libro que reúne no sólo mi voz sino la voz del otre, en esa construcción literaria”.

Libertad, revolución y anarquía son también otras aristas de análisis que propone la obra. ¿Por qué Julieta Núñez las cree necesarias?

- “Estas tres aristas son necesarias e imprescindibles en la obra de ‘Bitácora del sol negro’ para comprender en dónde está enmarcado, desde qué contexto y desde qué mirada política se atraviesa el libro”.

¿Hacia qué latitudes te condujo la poesía de este libro como bitácora de viaje?

- “La poesía de ‘Bitácora del sol negro’ me condujo a un viaje íntimo de excesos, oscuridad y amor, de redescubrimiento con mis otrxs. Me condujo a un mapa de tesoros y laberintos que retratan mis pasajes interiores y una impronta desde lo social que marcan el destino del sol negro. También es un naufragio que no lleva a un puerto necesariamente, sino que nos interpela a aceptar nuestra oscuridad. Como dice Carl Jung: ‘Quien no conoce su propia oscuridad no se conoce a sí mismo’”.



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