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Modernización urbana



De la modernidad de las urbes depende muchas veces -no siempre, porque hay gente que prefiere las zonas rurales- la calidad de vida de las personas. Las denominadas “ciudades inteligentes” representan un gran avance en esa dirección, aunque más que a un deseo de modernidad, ellas responden a una necesidad real y actual para que los problemas críticos de sus habitantes se puedan reducir o eliminar.

Si bien la situación económica permite a algunos países ir más rápido que otros, el proceso está en marcha en todo el mundo. Prueba de ello es que en 2008 la urbanización a nivel global marcó un hito: desde entonces, más personas viven en las ciudades que en el campo.

El problema es que la mayoría de las ciudades mantienen cuasi el mismo modelo del siglo XIX; un modelo que mostró ser ineficiente para incorporar el volumen creciente de personas que migran a los centros urbanos. En la Argentina, el fenómeno se patentiza en todas las capitales de provincia -Formosa incluida-, donde sigue creciendo la concentración de habitantes.

Frente a esto, las ciudades necesitan transformarse de manera urgente, y la tecnología -cada vez más extendida- es una parte fundamental de ese proceso.

Repasando los usos que se van consolidando para mejorar la vida urbana nos encontramos con aplicaciones diversas, algunas de las cuales ya funcionan a nivel local.

Pero hay otras que tardan en llegar.
La gestión del transporte público, por ejemplo, podría ganar eficiencia y mejorar la calidad de la atención al usuario/a con paradas de ómnibus informativas y rutas inteligentes (según el tráfico, por caso).

La gestión de los recursos naturales y la conservación urbana también podría aprovechar mejor la tecnología. Sensores en las redes de distribución de agua y electricidad contribuyen a reducir pérdidas y fraudes, y también permiten la creación de nuevos modelos de negocio para los servicios públicos.

En otro orden, la eficiencia en la recolección de basura y en la limpieza de alcantarillas -gracias a sensores de olor y volumen- permitiría un ahorro significativo para el erario público.

Además de las trabas que ciertos intereses ponen en el camino de la modernización, está el obstáculo de los compartimentos estancos, que no permite diseminar la tecnología en las ciudades. Algunos gobiernos desarrollan proyectos de manera aislada, no hay intercambio de recursos o, incluso, de información. Este enfoque se vuelve ineficiente, limitado y caro, constituyendo una de las principales barreras para la innovación.

La seguridad es otro aspecto que se debe analizar cuidadosamente. En ciudades donde sensores, semáforos, cámaras de vigilancia, redes de electricidad y saneamiento, es decir, toda la infraestructura urbana está interconectada, la seguridad pública queda expuesta a crímenes virtuales hasta hoy limitados a las redes de información. Es necesario diseñar sistemas de seguridad para estas redes.

Vivir en “ciudades inteligentes” dentro de la Argentina no es una utopía. Es un desafío que los gobernantes, sin abandonar una visión sustentable, deben encarar con criterios del Siglo XXI.



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