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Internas a la vista



Mientras en Formosa el Partido Justicialista convocó a elecciones internas para el 10 de julio, a nivel nacional crecen las expectativas por dirimir candidaturas dentro de las dos principales coaliciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Sin ir más lejos, el propio Alberto Fernández desafió ayer a su vice, Cristina Fernández, a competir en las PASO previas a las presidenciales 2023. Esto, sin contar la disputa que se vive en el seno de la oposición entre “halcones” y “palomas”, entre aspirantes radicales y del PRO, entre cambiemitas y libertarios.

Movidas intensas del tablero político de cada sector que anticipan meses de dura porfía entre quienes se sienten con chances de una buena performance electoral el año que viene. Se las llama internas, y no tienen buena reputación, aunque otro sería el cantar si las y los candidatos reemplazaran los agravios por propuestas.

Con limitadas excepciones, no es lo que la clase política practica habitualmente. Por lo general, la dirigencia permanece huérfana de ideas y de explicaciones en cuanto a cómo se piensa obrar en función de Gobierno, y además pretende imponer a candidatos/as como si fueran integrantes de un espectáculo.

Muchas veces se habla de la necesidad de respetar las reglas del juego del sistema democrático. Pero la democracia no es un juego, aunque pueda contener algún elemento de tipo lúdico: es un asunto serio, que hace a la vida de las personas, a su organización social, a su progreso y a las posibilidades de desarrollo de la provincia y el país en el presente y el futuro.

En democracia, las cuestiones que importan se movilizan a través de las expresiones políticas, las que son recogidas y sistematizadas por los partidos. Es, entonces, la labor de estos últimos, esencial para que las y los ciudadanos sepan con qué sectores pueden alinearse por la identificación de ideas.

Tras la recuperación del estado de derecho en 1983, lo que primero verificaba el pueblo, en su vocación de protagonizar algún papel en su porvenir, era qué se propugnaba desde los círculos políticos agrupados en partidos. El ideario era fundamental, tanto como la forma en que esas ideas se llevarían a la práctica, y qué costo deberían asumir las personas para que lo propuesto se llevara a cabo. O sea, de qué se trata, cómo se hace y cuánto cuesta.

Pero vinieron los fracasos políticos y las desilusiones, y, paradójicamente, las ideas -en lugar de renovarse y fortalecerse- fueron quedando cada vez más relegadas.

Hoy, los candidatos/as lo primero que tienen en cuenta es el conteo de voluntades que se expresa a través de las encuestas, las que generalmente están referidas al grado de aceptación que congrega una determinada imagen personal. La competencia, así, se asemeja más a la oferta de productos que a la puja por hacer valer el pensamiento político por encima de cualquier otra cosa.

Bienvenidas las internas -en el caso que se realicen- porque pueden representar un soplo de oxígeno en medio de la actual asfixia social. Eso sí, serán más aire viciado aun si las ideas pierden frente a las encuestas y los agravios se imponen a las propuestas.



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