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MARISA BECK CELEBRA SUS 40 AÑOS DE DANZA EN FORMOSA

Cada flecha que vuela



* Por Héctor Washington

"No sé cuánto sabes de lo que vivimos aquí hace 40 años (...) Durante esos años, aprendimos a gran costo la importancia del equilibrio de las cosas. Cada flecha que vuela siente la gravedad de la Tierra, pero nuestro objetivo debería ser hacia arriba. Te necesitamos en el aire". Más allá del género y su trama, estas líneas para nada circunstanciales tomadas de “Suspiria”, la remake que Luca Guadagnino recreara en 2018 del ya clásico de Dario Argento (1977), parecen marcar una de las máximas determinantes a lo largo de estos 40 años que Marisa Beck lleva de actividad ininterrumpida en la danza en Formosa.

Cronopio la visitó en su estudio de la calle Yrigoyen y compartió una charla extensa con la que supo convertirse a través de los años en una de las principales referentes de la danza en la provincia. “A mí se me hace que fue ayer. Para mí, no pasó nada el tiempo. Uno, cuando escucha a los chicos o ve que han crecido tanto, o a veces exestudiantes que ya tienen hijos, recién cae en la cuenta; son muchísimas generaciones que pasaron por este estudio”, recuerda orgullosa y nos grafica la dificultad que implica dedicarse a una profesión que supone mucho sacrificio y que no siempre goza de la aprobación o el reconocimiento a nivel social: “He tenido alumnas que han decidido seguir el camino de la danza, a pesar de todo. Porque ante todo, es una problemática cultural el hecho de decir: ‘Bueno, me voy a dedicar a la danza’. Lo que suelen decir los padres es: ‘No, hacé algo que sea más productivo’. Entonces se toma a la danza más como un hobby, y en realidad es una profesión. Y tiene muchas facetas, no solamente bailar en un escenario sino también enseñar”. Y amplía: “Una de ellas vino el año pasado y fue como una retribución. Trajo una coreografía y dio algunas clases. Y realmente esa es la parte hermosa: uno con orgullo ve ahora a una profesional trabajando en su esplendor. Los chicos estuvieron re contentos y fue como cerrar un círculo”, confiesa.

Aun así, la tarea no ha sido sencilla. En sus inicios, el espectro de la danza en la provincia era muy reducido y la actividad estaba aún limitada a un ambiente selecto por no contar con la masividad que lograría con los años. Había mucho por hacer al respecto: “Si comparamos la actualidad con lo que era en nuestra época, ha crecido un montón la actividad. Y se debe no solamente a la constancia de los profesores o los lugares públicos y privados a los que los chicos tienen acceso -porque hay más academias que antes-, sino también a la comunicación, que es vital: los medios televisivos y gráficos, Internet… hacen que todos estemos comunicados, que si entrás a un enlace de YouTube, hoy puedas ver un ballet en Rusia, por ejemplo. Eso antes era imposible, sin Internet”, recuerda. “Hace 40 años, al arrancar, era todo muy difícil. Nada que ver como ahora, que tiene su dificultad también, pero antes era más evidente. Eso para mí es lo más notorio: cómo cambiaron los tiempos y cómo nosotros, desde que nos iniciamos, hemos pasado muchas dificultades. Yo me inicié el 8 de marzo de 1982; y ya en el ‘83, cuando tenía un año y medio en la actividad, vino la inundación en Formosa. Y fue así como en la pandemia: se suspendieron todas las clases, todas las actividades, el agua llegó por todos lados; después, la hiperinflación, la época en que se pagaba con bonos… Pero las ganas siguen, perduran”, asegura y se aventura a reconstruir aquellos días: “Mi primera gala fue en el Cine Argentino. En ese entonces existían sólo el Cine Argentino y el Cine Italia. Pero no es como vos te puedas imaginar el teatro ahora, que tiene dimensiones interesantes. Era un cine, muy reducido en dimensiones y a veces estaba mal nivelado, básicamente porque no estaba pensado para bailar sino para ir a ver películas. Entonces había que transformar las coreografías de acuerdo con las dimensiones”.

Así también, montar su propio estudio y comenzar a impartir clases supuso muchos años de sacrificio y constancia permanente a través del tiempo: “Hubo que hacer muchos sacrificios para sobrevivir. La verdad es que son distintas etapas de nuestro país y hoy llegar a los 40 años de actividad es lo más lindo, por la cantidad de juventud, por la cantidad de gente, por el auge que tiene la danza. Pero todavía nos falta mucho por lograr en cuanto a la profesión. Estamos mejor que antes pero no hay que conformarse, porque falta bastante para que se reconozca tal cual la profesión y que tengamos más fuentes de trabajo”, analiza y hace hincapié en el proyecto de ley nacional de danza por el que el sector viene pujando desde hace muchos años para que se apruebe: “Así como el teatro o la música tienen su ley, que los protege y les da más facilidad, más herramientas de trabajo, nosotros también la precisamos, sobre todo los jóvenes. Sin una ley de danza que nos dé marco, se hace difícil. Y es una lucha que estamos llevando todos desde nuestro lugar. También está en manos de los jóvenes seguir adelante con todo esto, ya que son muchas generaciones las que se van sumando. Esa ley contribuiría a profesionalizar nuestro arte, porque falta eso en muchas áreas, en muchos aspectos. Hay gran parte de la danza que se maneja de manera informal, y la ley le daría un marco regulatorio”, sostiene. “Esto se propuso en varias oportunidades, los bailarines y todos los que estamos en la danza hemos intentado llegar al Congreso y que se apruebe la ley. Y seguimos intentando, no es algo que nace ahora. Pero cuesta también unificar criterios y que se llegue a los cuerpos legales. Nosotros tenemos una salida laboral en los estudios privados, pero no es fácil bancarse solos, por los costos que implica; hay otros chicos que alquilan, yo también lo hice muchos años”, sostiene y, en este sentido, rememora sus inicios con el estudio que hoy en día es una institución reconocida en el ambiente pero en sus orígenes se gestó a fuerza de mucho trabajo y dedicación a tiempo completo: “Yo comencé acá en mi casa. Arranqué en un lugar muy pequeño mi primer estudio, el fondo de mi casa. Esos fueron los inicios. Después de muchos años pude ir a alquilar al centro. Hasta que fui transformando de a poco este espacio en un estudio con todas las comodidades, porque cuesta encontrar las dimensiones apropiadas, el piso protegido, la altura correspondiente, la ventilación, la acústica y todo lo que signifique montar un salón de danza. Llevó bastante tiempo. A veces, cuando alquilás, tenés que amoldarte a esas instalaciones que tenés. Pero hay muchas particularidades que debe tener un espacio de aprendizaje de la danza: un piso flotante, pero no es como un piso flotante de la casa, porque la madera que se usa tiene que ser más flexible para proteger las articulaciones; y también para las levantadas necesitás determinada altura, un lugar ventilado, un aire acondicionado por los calores que hay en Formosa, los espejos, el vestuario adecuado con las duchas…”.

Contra todo obstáculo que logró sortear con el paso de los años, la actualidad y estas cuatro décadas entregada de lleno a la actividad la encuentran en un momento muy significativo, con el reconocimiento de alumnos, familias y la sociedad: “Hoy estamos felices de tener un hermoso estudio con todas las comodidades. Eso es muy satisfactorio también para los alumnos, que son el principal objetivo. Este año vamos a hacer algunos encuentros y festejos, porque hay que festejar. Y nos encuentra muy bien, con un alumnado que responde, con docentes que dan todo de sí, tanto el cuerpo de profesores de aquí como los que traemos desde Buenos Aires y de otras partes. También nos están por hacer un reconocimiento el sábado y el domingo en el Club Sol de América. Y es muy gratificante y significativo el reconocimiento a tantos años de trabajo; estoy muy contenta”. Se trata del encuentro de danza de todas las academias de Formosa que organiza la Subsecretaría de Turismo, Deporte y Cultura de la Municipalidad, en conjunción con la Dirección de Cultura Municipal, que inició ayer y continúa hoy, con entrada libre y gratuita. “De paso, invitamos a todas las familias que gustan de la danza a asistir a este evento, donde habrá muchos estilos: clásico, jazz, contemporáneo, folklore, árabe, urbano, latino… Será un espectáculo muy lindo de niños, jóvenes y adultos bailando. Así que estuve recopilando mucho material, porque son tantas fotos, tanta información, que uno se pregunta cómo resumirla; es muy lindo todo esto”, confiesa emocionada.

El aprendizaje de la danza -nos dice- es gradual, es un proceso que se va desarrollando con los años y con mucha práctica, donde el rol docente juega un papel importante: “Nuestros chicos inician desde los tres años y no tenemos límite de edad. Tratamos de trabajar con ellos desde pequeños. Por supuesto, cada uno tiene sus etapas. Al inicio los orientamos más a que gusten de la danza, bailando libremente, con movimientos y música más infantiles, con pasos adecuados. No tan estricto como una técnica, que va a venir mucho más adelante. Todo va por etapas, por niveles. Hacemos dos galas anuales donde se congregan los estudiantes y las familias, y nos presentamos a bailar en los eventos que se organizan en la ciudad, porque -como yo siempre digo- los chicos quieren bailar. Así que estamos re contentos con cada oportunidad de demostrar nuestro arte. Cuando más la gente lo ve, comprende mejor el trabajo que implica. Porque tal vez no se imagina lo que hay detrás de cada presentación. La danza puede durar tres minutos y vos trabajaste meses. Es mucho trabajo y se consume muy rápido”.

Otro pilar fundamental en el proceso de aprendizaje de los alumnos -sostiene Marisa- es la familia, que hace de soporte motivacional y muchas veces determina el futuro de cada estudiante a la hora de elegir la danza como proyecto de vida: “La familia es fundamental. A veces pasa que los chicos se forjan el camino, nosotros los instruimos, los motivamos; también de pronto surgen oportunidades afuera, pero los padres no están dispuestos a dejarlos ir. Y ahí se truncan muchas veces los resultados, porque falta ese acompañamiento desde el núcleo familiar. En muchos casos, no se les permiten las carreras artísticas en general a los chicos. Por falta de información, por el temor a la salida laboral o a la productividad que pueda sacar uno de la carrera. Cuando un chico te dice: ‘Me gusta la danza y quiero dedicarme’, ese es el paso primero y principal: el apoyo que le da su familia. Yo cuando le dije a mi mamá que quería seguir Danza, me dijo: ‘Dale, sí, seguí’. Pero eso no siempre pasa. He tenido muchas experiencias al respecto, lastimosamente, con chicos que han tenido mucho talento, mucho por delante, pero faltó la motivación, y eso quedó en el camino. Podían ser excelentes profesionales pero quedaron ahí”, recuerda con pesar y resalta también la importancia de liberarse de los prejuicios sociales que suelen influir a la hora de motivar a los chicos cuando muestran su gusto por este arte: “Aquí en el estudio recibimos chicas y chicos. Hoy en día está un poquito más abierta la sociedad, pero todavía falta. Con los varones se suele decir: ‘Qué bueno el bailarín, qué hermoso’. Pero cuando les toca, no es tan fácil, porque está el prejuicio de vincular la danza con la sexualidad, que es un absurdo. Eso es algo en lo que se han visto progresos, estamos mucho mejor que antes. Pero falta. Yo he tenido en un principio uno de mis alumnos que se escapaba de su casa para venir a hacer danza. Y lo tuvo oculto durante muchos años, por cuestiones religiosas, por cuestiones culturales… Ahí ya entran muchos aspectos. Y él era un apasionado de la danza; venía con su ropa escondida, se cambiaba, bailaba y en las galas tenía que hacer lo imposible. Y lo hizo durante muchos años. Hoy tal vez no se ocultan y son más libres, pero no es fácil para los chicos. Nunca es fácil”, asegura.

Aun así, pondera y destaca el aprendizaje de las nuevas generaciones que se van sumando a la danza y los estímulos con los que cuentan, debido al avance de la tecnología y la disponibilidad de información a edades mucho más tempranas que antes: “Estas generaciones son mucho más rápidas, asimilan todo ‘volando’. Les entra más rápido la información al cuerpo. Y antes no, porque tenías menos información. Ahora se quintuplican los tiempos y la estimulación viene desde que ellos agarraron el celular y vieron en Internet o la computadora lo que les gusta. Y esa información es lo que hace integrarnos: familias, público, bailarines, profesores… alrededor del conocimiento, que es lo que te da el disfrute. Si conocés menos, sólo decís que es lindo; si conocés más, se abre el espectro y tenés la oportunidad de aprender mucho más. Antes, la manera de acceder a la información era quizás un cassette, un VHS, de algún ballet; ahora podés tener a mano muchísimos y de la mejor calidad. Formosa ‘quedaba lejos’ para llegar a los centros y perfeccionarse era complicado. Íbamos a Buenos Aires y comprábamos algunos cassettes, porque incluso hasta hoy en cuanto a lo musical, la danza clásica no es accesible a todo público, la música de ballet en particular está más restringida a ciertos espacios, a un ambiente más selecto; la gente que gusta de ella, que la sigue y la consume es menor; la música original de los ballets no es tan masiva, no es que la conseguís en una disquería convencional, porque va por fuera del espectro comercial”, explica.

Una de las particularidades que definieron a Marisa Beck a lo largo de estas cuatro décadas en la danza en Formosa es su necesidad de perfeccionarse de manera constante, adquiriendo experiencia en la práctica de diversas disciplinas como danza clásica, modern jazz, latino y tango, con especialidad en ballet clásico, lo que le ha valido numerosos reconocimientos a nivel provincial y nacional: “Yo, cuando terminé mi carrera de Danza como profesora, dije: ‘Bueno, hay que seguir aprendiendo’. Y hasta ahora lo hago. Solía ir a los cursos para profesores del Teatro Colón -sigue dándolos actualmente-. Lo hice durante muchos años, me instruí con profesores muy importantes. Y traía profesores de danza a Formosa. Yo bailaba, les enseñaba a los chicos y los profesores -exbailarines del Colón- ponían las coreografías. También tuve el privilegio de tomar clases con Noemí Coelho, que es la fundadora del modern jazz en Argentina. Actualmente trabajo con Gustavo Bertuol, que siempre viene a darnos clases, a montar coreografías… Yo le di mucha importancia a la formación permanente. A lo que no asistí mucho es a los concursos de danza o competencias, porque no compartía algunas cosas. Pero sí le di más importancia al perfeccionamiento. Siempre necesitamos más y apuntamos a más, porque hay que seguir aprendiendo; la danza tampoco es la misma que antes. Ha evolucionado muchísimo a nivel artístico y también a nivel local, a nivel de información…”, finaliza.

“Una parte del problema siempre es la incapacidad de no ver tu cuerpo en el espacio. No basta la perspectiva de un espejo ni la de una imagen. El movimiento nunca es mudo. Es un lenguaje. Es una serie de formas energéticas escritas en el aire como palabras formando una frase. Como poemas. Como oraciones (…) Cuando saltas, no es la altura lo que importa sino el espacio que hay entre tú y el piso. Cada salto en el aire tiene que ser un coup de foudre (…) Un relámpago. De hecho, un flechazo”. La cita de “Suspiria” sintetiza acaso toda una vida dedicada a la danza por parte de Marisa Beck y la necesidad de mantenerse en el aire, como bailarina y formadora, en el equilibrio de las cosas, como cada flecha que vuela, que siente la gravedad de la Tierra, pero fija su objetivo en dirección hacia arriba, nunca a ras de suelo.



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