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No cantar victoria



El virtual retiro de la palabra muerte de las primeras planas, la escasa cantidad de nuevos contagios y el robustecimiento de la campaña de vacunación en la provincia durante los últimos días auguran renovadas y esperanzadoras expectativas de que la pandemia esté dando lugar a un tiempo menos traumático.

El respiro, sin embargo, no debe pasar por alto lo que está sucediendo en varios países de Europa, donde el COVID-19, con la llegada de los primeros fríos y miles de nuevos casos, ha vuelto a encender las alarmas sanitarias. Tampoco podemos olvidarnos de un día para el otro de las divisiones y los fuertes sacudones producidos por el coronavirus en todo el mundo.

La pandemia provocó cambios radicales en todo sentido: económicos, sanitarios, sociales, educativos, culturales y políticos, y profundizó las luchas por el poder y los recursos estratégicos que ya existían entre potencias como Estados Unidos, China y Rusia.

Al fin y al cabo la “grieta” no es monopolio de la Argentina. Hay varios tipos de grietas a nivel mundial: ideológicas, digitales, económicas, culturales, grietas de infraestructura y de desarrollo fenomenales. La crisis del COVID-19 no hizo otra cosa que visibilizar primero y profundizar luego las inequidades de ingresos económicos y de accesos a bienes y servicios públicos en los distintos países.

La pandemia sirvió también para apreciar en toda su magnitud la brecha tecnológica y su impacto en la sociedad y en la política. A nivel social, en la Argentina, quedó en evidencia cuando se suspendieron las clases presenciales y comenzaron a dictarse clases virtuales; decenas de miles de estudiantes tuvieron desde serias a graves dificultades para acceder a internet, mientras que otros/as, debido a su condición socioeconómica, directamente quedaron afuera por carecer de las herramientas necesarias.

En el campo de las comunicaciones ocurrió otro fenómeno: las redes sociales potenciaron la circulación de noticas falsas sobre la pandemia y dieron rienda suelta a campañas irracionales contra determinadas medidas sanitarias, e inclusive contra las vacunas. Muchos políticos/as anidaron en ellas, no siempre con las mejores intenciones, o a veces de manera negligente frente al coronavirus.

Como dice el especialista Iván Ambroggio en su libro “Grietas y pandemia”, se viene “un mundo difícil, repleto de adversidades”, un futuro que probablemente traiga “mayor exclusión e inequidad”. Por lo tanto, y atentos a que el COVID-19 está reapareciendo con furia en algunos países europeos, no hay gobierno en condiciones de cantar victoria en esta lucha planetaria que aun continúa. Pero además aquí abajo, en el hemisferio sur, y en la Argentina en particular, vuelve a tomar cuerpo el tremendo desafío de empezar a construir posibilidades para todos/as.

La pandemia expuso en carne viva las desigualdades sociales. No puede haber otro camino que diseñar políticas públicas focalizadas capaces de optimizar la distribución de bienes y servicios, para evitar la concentración de los recursos y la inequidad que más temprano que tarde genera violencia.



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