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Tu apellido te condena, Tejerina



Foto: Leticia Figueredo



Por Claudia C. Canteros

Hace unas semanas asistí a ver “Proyecto Medea” y recientemente “Cruzar la calle”, ambas obras del grupo de teatro independiente “Los Gregorianos”.

La primera conecta magistralmente una tragedia griega -cuya universalidad no se pone en discusión en ningún momento del trayecto vital- y -en este caso particular para las mujeres- la ocurrencia de una desgraciada e impune consecuencia de un abuso sexual. Sí, el caso de Romina Tejerina en San Pedro, Jujuy, el 22 de febrero de 2003.

Como cada obra que pasa por el cuerpo de “Los Gregorianos”, sus espectadores siempre salimos heridos, porque es imposible salir de la sala iguales a cuando entramos. El magnetismo de la interpretación de las tres actrices, por la crudeza y cotidianeidad de sus relatos de acoso, y abuso sexual después, conmueve hasta las lágrimas.

Perturbada, loca, asesina de niños y tantos dichos más después de haber asesinado a la criatura que había gestado en clandestinidad, por miedo a contarles a sus padres que ese vientre que crecía fue producto de un ataque sexual y que lo hizo por ver, en el momento que se desprendió de su cuerpo, la cara del abusador, parece un cuento o una película de terror. Pero tristemente la realidad supera cualquier ficción. Y lo que la obra muestra, sin eufemismos, es encarnar ese cuerpo de mujer atacada, culpabilizada y finalmente encarcelada. La cárcel también significó para Romina la pérdida de sus sueños más anhelados: la cena blanca del fin de curso, ir a la universidad, estudiar una carrera.

El atacante, ¿piensa alguna vez qué mecanismos se activan en nuestro cuerpo cuando ataca o qué consecuencias se padecen? ¿Podemos condenar sin incomodarnos a una mujer que tomó una fatal decisión movida por un contexto completamente hostil?

¿Y dónde está Medea? Medea es una esposa decepcionada por la traición de su esposo que, en incontenida venganza, decide matar a sus hijos y así castigar al adúltero Jasón. Medea es la que dice: “No es honesto el divorcio en las mujeres, ni posible repudiar al marido. Habiendo de observar nuevas costumbres y nuevas leyes, como son las del matrimonio, es preciso ser adivino, no habiéndolas aprendido antes, como sucede en efecto, para saber cómo nos hemos de conducir con nuestro esposo. Si congenia con nosotras, y es la mayor dicha, y sufre sin repugnancia el yugo, es envidiable la vida; si no, vale más morir. El hombre, cuando se halla mal en su casa, se sale de ella y se liberta del fastidio o en la del amigo, o en las de sus compañeros; mal la necesidad nos obliga a no poner nuestras esperanzas más que nosotras mismas”.

¿Cómo se pueden encastrar dos tragedias de manera tan perfecta? No encuentro respuesta. Lo que sí parece traslucir la puesta de esta obra es que el arte nos transmite muchísimas enseñanzas, es un vehículo de cultura, especialmente en el aniversario número 15 de la Ley de Educación Sexual Integral. Y como la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que tiene apenas ocho meses y veinte días desde su promulgación. Tenemos, como ciudadanía, todavía un camino muy largo para recorrer, evitando que ocurran hechos como estos. Pero también exigiendo el castigo por los ataques a la integridad de las mujeres y disidencias, para no perderlas en discursos sesgados y cargados de este-reotipos, que están en las antípodas de las convenciones que como Estado suscribimos y de las que nuestras autoridades (jueces, juezas, funcionarios de los ministerios y personal sanitario del sistema de salud público, especialmente) jactanciosamente se ubican como paladines.

“Cruzar la calle” también nos atraviesa el cuerpo, por todas partes, porque es casi imposible no reconocer las veces que recibimos comentarios lascivos, la sentencia que condena cómo nos vestimos y sus consecuencias en los apetitos instintivos del sexo opuesto, además de esa cofradía cómplice que busca culpabilizar a las mujeres por lo que ellas se han negado. La potencia también radica en una valentía juvenil que conmueve los cimientos de una estructura mental acostumbrada al sometimiento y la resignación.

¿EL TEATRO ESTÁ TRATANDO DE DECIRNOS ALGO?

De las obras puede decirse mucho más, sobre la calidad actoral de las actrices, su versatilidad y entrega a la hora de estar arriba del escenario. Pero prefiero enfocarme en el mensaje que irradian ambas puestas.

Recientemente el Congreso del Estado de Texas en Estados Unidos prohíbe la interrupción del embarazo aun para casos de violación, configurándose así una de las leyes más restrictivas de los Estados Unidos. Acá en Argentina, por su parte, desde enero de este año, contamos con una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo hasta la semana catorce, sin discutir el procedimiento si el embarazo fue producto de un ataque sexual o de la voluntad de la persona gestante (recordemos que eso ya existe desde 1921 en el Código Penal, como también en el caso que esté en peligro la vida o la salud de aquélla).

Parece que nada tiene que ver con nada, pero: ¿“Proyecto Medea” no refleja acaso el profundo padecimiento de una víctima de abuso sexual y una fatal consecuencia gracias a la impunidad de un sistema cultural que protege al agresor? La obra atraviesa nuestras fibras más íntimas porque al salir, nos preguntamos: “¿En qué lugar nos ubica el patriarcado a las mujeres desde que nacemos?”.

Y esta tragedia en el norte jujeño -por si alguna duda hubiera- es universal. Lo demuestra Medea y esa ira incontenida por la infidelidad de Jasón, que decide castigarlo matando a sus propios hijxs, aun a costa de su propia pérdida como madre. La conexión entre ambos momentos vitales es nítida, como también lo es el castigo que, desde antes de cometer cualquier acto, nos daña profundamente.

Podemos creer que ver una obra de teatro es una actividad ociosa, pero no salimos con esa sensación cuando se cierra el telón. La boca está tensa, el cuerpo también, nos sentimos incómodos. Personalmente creo que nos incomoda una realidad que nos oprime pero estamos encontrándole la vuelta para transmitir nuestros hartazgos.

Este año, la Ley de Educación Sexual Integral cumple sus primeros 15 años. Quizá la prevención para la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres y disidencias esté también ahí, en el teatro. Parece que nos está queriendo decir algo. Acomodémonos en la silla y permitámonos reconstruirnos como sociedad. Las generaciones que vienen y nuestros propios vínculos lo agradecerán.



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