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Método no apto



“Hemos recurrido a métodos que no fueron los más aptos para la disminución de la velocidad de los vehículos, como los llamados lomos de burro, que tienen carácter de provisoriedad, pero acarrean riesgos de accidentes”, reconoció el intendente Jorge Jofré al anunciar la instalación de nuevos semáforos, radares, cámaras y balanzas para control de cargas en la ciudad de Formosa.

Si bien la proliferación de lomos de burro no se dio durante su gestión al frente del Municipio capitalino, al fin y al cabo el jefe comunal se hizo cargo de un error extendido a lo largo de los últimos veinte años de administraciones justicialistas, y que fuera advertido en más de una oportunidad por La Mañana.

El eterno debate sobre cómo reducir la alta velocidad en el tránsito vehicular urbano llevó en su momento a las autoridades municipales a creer que la mejor solución era colocar lomadas en el asfalto, a las que terminó recurriéndose recurrió en exceso, a pesar de que, como admite hoy el ingeniero Jofré, “acarrean riesgos de accidentes”.

A decir verdad, la imprudente ubicación de muchos de estos “reductores de velocidad”, o la nula advertencia previa sobre la construcción de uno nuevo, ha provocado siniestros viales graves en diferentes puntos de la ciudad, fatales en más de una ocasión.

En síntesis, por su precariedad, falta de mantención y de señalización o desatinada o inapropiada plantación, un elemento pensado como defensa de las y los conductores se constituye en un ataque que pone en riesgo no solamente la integridad de sus vehículos, sino la propia vida humana. Por eso la mayoría de la gente está en contra de los lomos de burro.

Ahora bien, siempre que se habla o se pretende aplicar un método para controlar la velocidad vehicular, estalla la polémica y es rechazado. Ha sucedido, con bastante lógica comunitaria en muchos casos por cierto, con las lomadas urbanas; pero hete aquí que la ciudadanía tampoco simpatiza con los semáforos, las cámaras, los radares, y mucho menos con los inspectores, los controles y las multas de tránsito.

Por lo tanto, como siempre decimos, hay que redoblar esfuerzos para que la educación vial llegue, firme y concreta, a todos los rincones de la provincia. Para que una mayor toma de conciencia social permita apreciar que el control y la sanción a conductores/as que con su irresponsabilidad ponen en riesgo la vida de terceros tiene un único fin: preservar la vida.

Los hechos de tránsito constituyen una epidemia urbana a la que hay que erradicar y debería constituir una prioridad para las autoridades competentes.

Enhorabuena si la Municipalidad de Formosa está dispuesta a avanzar en ese sentido. Más semáforos y menos lomos de burro sería un buen lema para llevar adelante esta nueva campaña por un tránsito capitalino más ordenado y seguro.

Los semáforos inteligentes, siempre que estén colocados con criterio, funcionen sincrónicamente y no permanezcan intermitentes por tiempo indefinido -como los ubicados en avenida Gutnisky y Laprida y otros- son los instrumentos modernos por excelencia para el objetivo -esquivo hasta ahora- que se persigue hace años.



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