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Salud y albedrío



El libre albedrío es la creencia de que la persona humana tiene el poder de elegir libremente sus decisiones. Entre religioso y filosófico, este principio se instaló con fuerza desde la aparición del coronavirus. Los confinamientos, las restricciones y los controles provocaron fuertes reclamos de libre elección en todo el mundo, contra el pensamiento de quienes critican la ideología individualista y eligen respetar las medidas preventivas que instruyen las autoridades públicas para el conjunto de la sociedad.

Tras un año y medio de pandemia una cosa está clara: muchas de las libertades individuales y colectivas de las y los ciudadanos fueron restringidas a nivel global, y algunas siguen todavía condicionadas por la evolución de la crisis sanitaria.

En este sentido, las noticias sobre contagios vuelven a generar zozobra por la aparición de la variante Delta. En muchos países, la curva de casos positivos crece nuevamente, obligando a algunos gobiernos a endurecer por enésima vez las restricciones. China, por ejemplo, cuna del Sars-CoV-2, intenta contener nuevos brotes con el confinamiento de millones de personas; mientras que Australia ha sacado soldados a las calles para controlar la circulación en su Sídney.

En la Argentina, entretanto, se han atenuado varias de las medidas restrictivas, lo cual hace que las actividades grupales e individuales en las plazas y paseos públicos vayan ganando adherentes a diario. Lo del fin de semana último en Formosa fue, por decirlo de alguna manera, preocupantemente normal.

En un intento por asomar del encierro fatigoso y extendido, miles de vecinos/as salieron a ocupar esos lugares para la recreación y la actividad física, entre otras disciplinas. También es habitual observar, desde hace varios días, la nutrida concurrencia a locales gastronómicos, así como reuniones familiares, sociales y hasta políticas excedidas en número. El acto de lanzamiento de los precandidatos del Frente de Todos, en el club San Martín, resultó la “frutilla de un postre” no recomendable.

La impresión es que algunos pretenden apurar más de la cuenta el regreso a la normalidad, ignorando que la tercera ola de COVID-19 está a la vuelta de la esquina. Aquel precepto de hace un año que decía “quedate en casa” forma parte del pasado. Pero ello no habilita a que se infrinjan con supina irresponsabilidad las medidas de precaución vigentes, aun frente al hartazgo por ciertas limitaciones.

No se trata de prohibir ni de clausurar de cuajo la posibilidad de pasar unas horas de esparcimiento. Pero la situación epidemiológica sigue siendo grave. Toda la comunidad está expuesta, aunque, por supuesto, no es posible comparar los riesgos en un escenario a cielo abierto donde conviven los juegos infantiles y las prácticas deportivas, con los que se corren en mítines políticos o fiestas clandestinas en lugares cerrados.

La salud y el albedrío continúan en juego. Resulta esperable que los partidarios del segundo entiendan que en sus manos tienen, además de la posibilidad de tomar sus propias decisiones, la potencialidad de obrar para bien de todos/as.



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