El COVID-19 no sólo causa dolor y preocupación en todo el mundo por los millones de muertos, sino que a ese estrago se agregan las dudas que generan inesperados contagios -como los que vienen sufriendo personas ya vacunadas, incluso con las dos dosis de los principales sueros- y las secuelas difíciles de tratar que arrastran muchos pacientes recuperados.
Millones de argentinos/as tuvieron coronavirus y se recuperaron, entre ellos varios miles de formoseños/as. Una gran parte piensa que puede hacer una vida normal, pero las reinfecciones y la aparición de diversos síntomas obligan también a ese sector de la población a tomar recaudos.
Los científicos ya han advertido que quienes mal o bien superaron un primer contagio deben mantener los mismos cuidados que las personas que aún no se infectaron, incluido el uso de barbijos, lavado de manos y distanciamiento físico. La razón es que no se sabe cuánto tiempo duran los anticuerpos y que no todos los infectados los generan. Además, deben realizarse un seguimiento por posibles secuelas.
El Sars-Cov-2 es tan traicionero que aun no ha mostrado todas sus caras, por lo que siguen apareciendo variantes de la cepa -cada vez más peligrosas- en distintos rincones del mundo.
Tanta incertidumbre y riesgos han llevado a que incluso desde una perspectiva legal no haya una distinción entre personas recuperadas y personas que todavía no se infectaron. No existe, hasta ahora, un “pasaporte sanitario” que permita a alguien viajar “100% libre de coronavirus”. Por algo ni los estrictos controles que se realizan en Brasil por la Copa América ha podido evitar el traslado de futbolistas contagiados a último momento.
Los estudios sobre inmunidad en los recuperados siguen siendo muy variables y, a veces, llegan a conclusiones opuestas. La Escuela de Medicina de Harvard determinó que los anticuerpos están más elevados entre dos a cuatro semanas después de la infección; mientras que en China, otro trabajo encontró que quienes cursaron cuadros asintomáticos ya no tenían anticuerpos dos meses después. Asimismo, la literatura científica tiene varias teorías, entre ellas una que indica que algunas personas no desarrollan inmunidad tras la infección y otra que concluye que la inmunidad podría durar varios años.
Formosa no escapa a las generales de la ley, ya que su cuadro epidemiológico incluye no sólo la reinfección de personas supuestamente inmunizadas, sino además el fallecimiento de pacientes con una o dos dosis de vacuna aplicadas. Por ello, como en todas partes, los médicos recomiendan a las y los recuperados de COVID-19 que se monitoreen por posibles secuelas.
A nivel mundial, un porcentaje inquietante de la población que estuvo infectada sigue con problemas de salud después de varias semanas o meses, ya que el COVID-19 produce fallas duraderas en pulmones, corazón y cerebro, entre otros órganos.
En medio de tanta angustia y desconcierto, y aun cuando dentro de poco pueda llegar a haber vacunas de sobra a disposición, la premisa sigue siendo afianzar los cuidados. Siempre será mejor no contagiarse que quedar con secuelas.