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Un país con todos/as



Hay dirigentes políticos que todos los días hacen su aporte a la confrontación en la Argentina. También el denominado “periodismo de guerra” contribuye con sus talibanes de la comunicación a que la grieta se ensanche y profundice. En paralelo están los mensajes descalificadores que ciudadanos/as comunes intercambian en las redes, como si las diferencias fueran insalvables y en el país no hubiera cabida para todos/as.

A tal punto ha llegado el maniqueísmo ideológico que un importante referente de los medios nacionales cayó esta semana en un acto brutal de discriminación. Así se despidió tras conducir su último envío por un canal de noticias porteño: “A usted lo espero mañana a las 9 de la noche para tratar de fortalecer la nación con más libertad, con más igualdad, con más legalidad, sin kirchneristas, sin ‘fachavistas’ y sin corruptos”.

No hacemos nombres porque esta columna no está para atacar a ninguna persona en particular por lo que expresa sino, en todo caso, para advertir sobre los excesos verbales antidemocráticos de los más conspicuos representantes de las facciones en pugna.

Por supuesto que hay fogoneros del odio en ambas veredas. Se los ve y se los escucha a diario, siempre poniendo de relieve los pecados ajenos pero ocultando los propios, como si los errores o los actos de corrupción del “enemigo” fueran excluyentes.

Cada bando hace gala de su propia violencia verbal apuntando siempre a los flancos más débiles del oponente. En ese trajín, los discursos más vehementes suelen traspasar con frecuencia algunos límites, aunque pocas veces del modo repudiable en que lo hizo este experimentado periodista al proponer escindir de la Argentina a quienes tienen una cierta y determinada simpatía política.

Raro escuchar una afrenta tan alevosa de quien, a través de sus programas de radio y televisión, afirma defender la Democracia, la República y la Libertad. La Constitución de los argentinos/as no habla en ningún artículo de construir la Nación prescindiendo de un sector de la sociedad. Todo lo contrario, desde su Preámbulo alienta a “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posterioridad, y para todo los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

Es legítimo, por otra parte, aunque utópico, pretender un país “sin corrupción”. En el mundo no hay una sociedad que pueda considerarse libre de este extendido flagelo. Curioso, también, que un periodista destacado y con décadas en el oficio no lo sepa, o lo haya ignorado.

¿Habrá querido decir que aspira a que en el país no haya más impunidad? Ahí sí estaríamos de acuerdo con él porque eso sí es posible y es lo que en definitiva debe movilizarnos, pues corruptos habrá siempre, en todo el mundo y en todos los ámbitos de la actividad humana.

Lo importante es que las y los corruptos, del partido político o el quehacer que fuere, sean juzgados y, si corresponde, vayan presos. Lo demás, intentar desaparecer al otro, es del manual talibán.



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