En la cresta de la ola de contagios y muertes por COVID-19 en el país y en Formosa, un modelo matemático universitario dio a conocer que el pico de casos en la Argentina ya habría sido superado.

Según investigadores de la carrera de Ingeniería en Computación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero que desarrollaron el denominado Modelo de Contagios Generalizado (MCG), la primera provincia en llegar al pico de contagios fue Córdoba, la semana pasada; en tanto que el lunes último (3 de mayo) esa instancia se habría alcanzado también a nivel nacional, con un contagio cada 3,16 segundos.

La buena noticia que trae este estudio es que, al parecer, los contagios se aceleraron en el tiempo hasta llegar a esa marca, y ahora comenzarían a espaciarse. ¿La mala? Que pueda inducir a nuevos relajamientos en la hora más crítica de la pandemia.

Los cuerpos médicos y los funcionarios gubernamentales que bregan por contener la expansión del coronavirus son coincidentes en el análisis: la flexibilización de algunas actividades y muchos descuidos sociales han contribuido hasta aquí al aumento desmedido de los casos, los cuales, por otra parte, crecieron también al compás de la falta de vacunas.

En este contexto, la novedad de que el pico de la segunda ola habría quedado atrás resulta cuanto menos confusa, ya que al observarse los registros de muertes y de contagios que se reportan a diario en todo el territorio argentino, la conclusión (ya no sólo de los expertos) es que la situación se ha puesto mucho más delicada.

La curva ascendente de casos que muestran los gráficos, e incluso las altas mesetas alcanzadas en los últimos dos meses aconsejan no sólo ser prudentes en las estimaciones matemáticas sino mantener ciertas restricciones, sobre todo en aquellas zonas que, como las ciudades de Formosa y Clorinda en nuestra provincia, requieren algo más que distanciamiento social y barbijos para frenar los contagios.

Las limitaciones que rigen a nivel local, y que generan rispideces, son, de algún modo, resultado de relajadas conductas sociales previas. Aunque vale aclarar que éstas no pueden ser adjudicadas a un sector político en particular: si se analiza objetivamente, unos y otros, en su momento, han cometido errores produciendo aglomeraciones por diferentes motivos.

Las manifestaciones partidarias han demostrado ser tan o más peligrosas que los festejos de fin de año, las movidas de Semana Santa o las “juntadas” sociales. Esto debe ser entendido de una vez por la clase dirigente, que hoy tiene el deber y la responsabilidad de moderar sus actos y declaraciones para afrontar el feroz rebrote pandémico.

La peste nos enfrenta más que nunca al duro desafío de protegernos. Y el confinamiento, aun tedioso y perjudicial en muchos aspectos, es una receta que no puede ser obviada. De hecho, la han seguido los países más exitosos en la lucha contra el COVID.

Aunque no parezca del todo real, ojalá sea cierto que el pico de contagios en la Argentina esté superado. No obstante, las circunstancias aconsejan no confiarse. Demasiados daños produjeron hasta aquí los desapegos y la confrontación.