Hacerse análisis de sangre nunca es divertido. Levantarse temprano, ir en ayunas, a veces con incertidumbre o preocupación si se trata de algún problema grave de salud. Cuando sos chico encima vas pensando en qué tanto te va a doler el pinchazo.
Pero en nuestra ciudad podes ir al laboratorio del Dr. Raymundo Motter, o mejor dicho a lo de “Pichón”. Un lugar con décadas de trayectoria donde te hacen sentir cuidado, donde entienden que “la calidad es un estilo de trabajo”.
Quienes se atienden ahí saben que siempre lo van a encontrar a Pichón, que conoce a sus pacientes desde hace años, y que probablemente viene atendiendo a dos o tres generaciones de la familia. Saben que si no te realiza la extracción de sangre él mismo, seguro pasa a saludarte y te pregunta “qué te anda pasando flaca”.
El tiempo pasa y Pichón sigue ahí al pie del cañón, todas las mañanas, todos los días, con vocación de servicio.
Ayer el Ministerio de Desarrollo Humano clausuró el laboratorio Motter por “no notificar adecuadamente” los resultados de test rápidos de antígenos. Será sólo por 48 horas, pero el mal trago que pasaron viendo cómo les cerraron de un minuto a otro su lugar de trabajo, sin comprender qué hicieron mal, seguramente no se lo olvidarán tan fácilmente.
De niña, el Dr. Motter te daba una licencia importante: te dejaba decir malas palabras mientras te sacaba sangre. De grande todavía lo recuerdo con su mirada cómplice diciendo: “Decí caca conejo”, cuando se venía el pinchazo, una manera inocente de ayudar a pasar el mal trago. Hoy, las familias formoseñas que atendiste toda la vida te decimos a vos: “decí caca conejo, Pichón”.
*Por Bárbara Read