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Aprender de los errores



Con sus particularidades en Formosa y no sin resistencia de algunas jurisdicciones, comenzó a regir ayer el DNU 235 que, a un año y pico de iniciada la pandemia de coronavirus, establece nuevas restricciones para contener lo que se presenta como una segunda ola.

Con más de 56 mil muertos y un aumento alarmante de contagios en todo el país en las últimas semanas, las autoridades decidieron ajustar las estrategias de control volviendo atrás con algunas flexibilizaciones, lo cual demuestra lo compleja que se presenta la lucha contra este flagelo.

Durante los largos meses de cuarentena, no todas las jurisdicciones actuaron de la misma manera. Hubo casos como el formoseño, donde las medidas fueron más rígidas, y otros donde, a sabiendas incluso de que existía transmisión comunitaria, se corrió mucho más del aislamiento al distanciamiento social, como en Córdoba (allá por julio de 2020, el gobernador Juan Schiaretti anunció que esa provincia pasaba a “fase cinco”, lo cual causó lógica conmoción).

La “fase cinco” hace referencia a una “nueva normalidad”, en la cual puede circular más del 75 por ciento de la población y se eliminan las prohibiciones nacionales; es la que en distintos momentos adoptaron algunos países europeos, aunque después tuvieron que dar marcha atrás. Se diferencia de la “fase cuatro”, que prevé una reapertura progresiva de actividades.

Hoy, resulta difícil ponerle un número a la fase en que se encuentra la Argentina. Empero, no cabe duda de que hasta los gobiernos más flexibles han vuelto a retroceder, a regañadientes y/o apremiados por las cifras alarmantes de muertes y contagios, alejándose de la “nueva normalidad”.

Aunque algunos evalúan las marchas y contramarchas como si se tratara de un Boca-River, la situación, dramática, no es comparable para nada con un partido de fútbol. Así y todo, una cosa no puede dejar de mencionarse, y vale para todo el país: muchas comunidades se relajaron más de la cuenta. Un breve recorrido de fin de semana por cualquier ciudad encontraba, hasta el domingo pasado, a jóvenes y adultos aglomerados en distintos lugares sin respetar el distanciamiento social.

Es la primera vez que una pandemia tiene un componente político tan fuerte. No sólo ha logrado parar el planeta, sino que ha generado una especie de tensión entre el riesgo epidemiológico y la situación social, entre lo sanitario y la crisis económica, sumado a la fatiga de la gente, cuya libertad ambulatoria vuelve a verse restringida desde ayer.

Entre paradojas, contradicciones, palos en la rueda y decisiones oficiales inexplicables o inentendibles, y mientras espera que la vacunación alcance al fin los niveles deseados prometidos oportunamente, la sociedad argentina encara esta enésima fase de prevención esperando que la clase política se ponga a la altura de las circunstancias y deje sus porfías para la pospandemia.

Los expertos coinciden en algo que hoy debería volverse regla: debemos afrontar la crisis sanitaria como una oportunidad de aprendizaje. Sería un pésimo homenaje para quienes cayeron en la lucha contra el virus repetir errores.



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