“Hay dos modos de escribir la historia: o según la tradición y la leyenda popular, que es de ordinario la historia forjada por la vanidad, una especie de mitología política con base histórica, o según los documentos, que es la verdadera historia, pero que pocos se atreven a escribir, de miedo a lastimar la vanidad del país con la verdad; una en que no se ve sino los hombres, que son el brazo o instrumento de una ley o fuerza natural de progreso y los toma a ellos mismos como causa motora de los hechos históricos; otra que va hasta la investigación de esas leyes, fuerzas o intereses en que reside la verdadera causa que produce los hechos…” – J.B. ALBERDI – “Escritos Póstumos”. Prólogo de Jesualdo en su libro “Artigas, del vasallaje a la revolución” – Biblioteca de Obras Famosas – 1944.
Este pensamiento de un hombre ilustre, tiene los elementos para una profunda reflexión acerca de los que, fuera de todo contexto, intentan escribir una historia que es ajena a nuestra realidad, a nuestras verdades intrínsecas y que se intenta destruir para imponer otra historia.
Es nuestra historia, la de los formoseños, la que pocos se atreven a escribir con la verdad en la mano, porque de esa forma, entienden, se lesiona la vanidad de muchos que intentan por todos los medios un relato diferente, teñido de “verdades a medias”, opiniones subjetivadas que responden a sus propios intereses, con la intención de quebrar un orden establecido por este pueblo que siempre ha sabido cuál es el camino que nos lleva hacia el crecimiento sostenido, al desarrollo y a los beneficios del progreso, todo ello con equidad, con inclusión y justicia social. Se intenta quebrar la paz, provocar grietas exportando mentiras y judicializando una democracia que hemos sostenido con la fuerza que nos da la pertenencia a esta tierra muchas veces marginada, vilipendiada y vulnerada en sus derechos.
“Vale más ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira” – Mahatma Ghandi.