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"Entre Cronopios" - Quinto Encuentro



DAVID GALEANO

Estudiante del Profesorado en Historia, nacido el 5 de abril del año 1998 en la ciudad de Formosa. Desde que era un niño sintió la necesidad de expresarse y explorar las diferentes formas de hacerlo. Fue a través de la lectura que se fue adentrando cada vez más al mundo de la escritura. Más que una forma de expresión, la escritura se convirtió en un medio por el cual conectar consigo mismo a un nivel más profundo.

Finales sin conclusión

Resulta absurdo atarse al recuerdo de lo que era cuando eso ya no está y recuperarlo parece una hazaña de cuentos heroicos medievales.

Vos fuiste el caballero y yo el dragón.

Matarme fue tu acto final, concluyendo así una historia sin héroes ni villanos.

Porque el tiempo va a romantizar más al dragón o quizás encuentren valeroso al caballero.

¿Cuál es el mensaje del relato? ¿Existe acaso alguna reflexión más profunda? Nada más que los hechos expuestos y una vaga interpretación que ve ese final como la mayor injusticia cometida por el hombre.

Si me preguntaras a mí, te diría que los finales no existen y que cada día ese dragón fue sanando pero nunca más pudo confiar en los caballeros, con o sin armadura.

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Reminiscencia

Así es la vida, un día sí y al otro tal vez no.

Me perdí a mí mismo tratando de encontrarte.

Me rompí en mil pedazos para componer los tuyos.

¡Qué más da, si no estamos juntos!

¿Cómo le explico a mi alma que ya no puedo quererte?

Las palabras hacen eco en la vastedad del corazón.

Ayer te vi pasar y de lejos pensé en acercarme.

Hoy te vi tan feliz y preferí simplemente alejarme.

¿Fue cobardía o una muestra de amor?

Me lo pregunté varias veces.

Aún sigo sin respuestas,

porque tu sonrisa busco.

Mas ya no soy un motivo de ella.

Por eso mañana te veré de lejos enviando la misma sonrisa a la distancia.

Esta vez serás el motivo de ella.

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DAIANA BENÍTEZ

Profesora en Letras egresada de la Universidad Nacional de Formosa y gestora cultural del espacio literario “Gente que lee y escribe” premiado en 2020 por el programa Cultura Imaginada del CFI como uno de los mejores ciclos culturales de la Provincia de Formosa. Fue becaria de investigación (EVC) del Consejo Interuniversitario Nacional y participó en numerosos trabajos socioculturales a través del Programa Voluntariado Universitario y en asociaciones civiles sin fines de lucro de la provincia de Formosa.

Cristóbal*

Al final de las construcciones de ladrillo del barrio, estaba mi casa construida en adobe debajo de un paraíso sombrilla. En aquella habitación no entraba ninguna luz porque no tenía una ventana, solo tenía una puerta desgajada por la humedad del ambiente.

Abrí mis ojos. Los volví a cerrar. Un presentimiento no me abandonaba. Y por mi parte, sólo quería evitar que me lo dijeran. Quería evitar que me llegara la noticia. Decidí, quedarme un rato más en la cama. No sabía por dónde atacaría. Pero, sabía que atacaría. Rezaba por si acaso aquella oración paisana que mil veces le escuché a la vieja Ruti, curandera malandra a la que sin otra opción acudía todo el barrio.

-Ñandeyara, mija… ¡No te pensás levantar! Menos mal que me vine sino vos no soltás esa cama mal hecha ni te vas a trabajar… Así perdé tu juventú, mija, sin siquiera intentar.

Aún en mi cama, me negaba a responder. Cuando sentís la oscuridad, la querés atajar… No querés que se expanda. No querés dejarla libre por el mundo…

-Ya voy vieja… y abrí la puerta de mi rancho cué que era rapé mi cubito en el mundo. De todos modos, ella no entraba. No había donde sentarse sino bajo el paraíso que oficiaba también de cocina para el guiso cominado que ella venía a hacer incluso en esta Navidad.

Me despedí de la vieja con dos besos bruscos. Y salí corriendo hacia la ladrillería por un camino inusual. Creo que ese día no daba trabajar. ¿Y si me retrasaba? ¿Y si no llegaba? Pero no valía la pena arriesgarme, con lo difícil que estaba conseguir un laburo… Me repetía: si los fantasmas se escapan que no toquen a nadie más… aunque a veces, eso no se puede evitar.

Las tunas en flor me guiaban. Me detuve en la curva. Filmé a los pájaros con mi celular, fotografié mis pasos, retrasando el momento. Sentía, mientas avanzaba, el olorcito a bosta quemada. Ya estaba cerca. Me esperaban el ladrillero y su familia. Cuando casi lo olvidaba, aquel mal presentimiento regresó. Crispín, el niño menor, venía llorando sosteniendo un pan dulce. Lo tomé en brazos. Sus padres se fueron. Cristóbal también.

La noche anterior nos habíamos quedado en la vereda de su casa hasta tarde. Escabiando. Hablando. Fumando. Faltaba poco para terminar el colegio y todo eso, tenía que significar algo. Aunque solo nos diera risa; aunque nuestro día siguiente fuese incierto. Comimos pizza en la casa de María Luján y luego Cristóbal se despidió de todos porque al día siguiente se marchaba al campo a trabajar.

Meses atrás, el profesor de Tecnología del colegio, el pelado como solíamos decirle nos dio la tarea de realizar un tallado. Los resultados fueron una pizca de sueños voladores – como calificó el pela- destacando los tallados que tenían un valor económico más allá de lo artístico. Lisa talló una placa que enunciaba: Lisa Torres- Abogada. Alma, su amiga, otro similar, pero de doctora. El profe no observó que esos eran sus sueños, sino que recalcó: -Esto, lo pueden vender a doctores y abogados, ya tienen un modelo.

Ángel hizo placas para direcciones al estilo del centro de la ciudad, obvio con una dirección inventada porque donde él vivía las calles no llevaban nombres.

Oscar talló un tronco de guayabas y lo convirtió en mariposas. Sin lugar a dudas, era más de lo que el pelado esperaba. Y entonces, lo conservaron en la sala del colegio. Cristóbal no presento nada… No imaginaba nada similar a los otros, ni casas ni profesiones. Se había convencido de que no existía otro camino para él después de un par de peleas con sus viejos.

- ¿Y qué vas a hacer este verano? - me preguntó.

-Trabajar seguramente, como siempre, -contesté - cuidaré a tu hermanito.

-Sí, mamá lo tiene abandonado por el tema del campo así que tendrás trabajo asegurado.

-Pero yo quiero cuidarte a vos no al pequeño, ja, ja, ja.

-¡No empieces!

- Es una broma, sos muy feo y María Luján quiere hijos con vos.

-Allá, muy allá, ella… y reímos a carcajadas desatando aquella ley del universo que dice que todo lo que ríes, lo lloras luego para que el equilibrio del mundo pueda mantenerse.

Cristo, Cristóbal en el fondo lo sabía por eso no quería verte aquel día…

* Este cuento fue premiado en el certamen Ecos Literarios: Nuevas letras y voces formoseñas el cual editó una antología con el mismo nombre en 2019. Editorial: Colección Cultura- MCyE de la Provincia de Formosa.

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Acerca del oficio de escribir

La inspiración es caprichosa. Nos abandona en cuanto conocemos la felicidad. Cualquier acto de vaporosa luminosidad elimina la oscuridad necesaria para crear.

Tengo ganas de contar tantas historias. Toda mi vida he querido ser escritora. Leer y escribir son armas contra la soledad, contra el silencio y contra las paredes que buscan ahogarnos despiadadamente. Pero, también quiero escribir cosas buenas. Cosas que no se diluyan. Textos que se lean cuando yo ya no esté. Aunque me parece una absurda aspiración. No tiene sentido pues al no ser ni estar ni siquiera podría saber si me lees, sin embargo, es una obsesión cruel que nunca me abandona.

Pero, por otro lado, siento miedo de escribir sobre cosas oscuras. Generalmente, escribo cosas oscuras. O sea, suelo escribir sobre dolores que no me dejan en paz. Sobre cuestiones que me queman el pecho durante el día, me acosan en las noches y me obligan a renacer en las mañanas. Escribo para sacar de mi cabeza ideas y escribo para olvidar.

Al momento de ponerlo en el papel todo lo que cargaba, desaparece. Es increíble. Casi mágico. Por esto muchas veces, perdoné y perdono cosas que otras personas no logran disculpar. Escribir me da paz. Escribir me sana.

El mecanismo es el siguiente: un pensamiento acosador me persigue como cuando una mujer es perseguida por un hombre al regresar bajo la luz de la luna a su hogar.

Finjo no notarlo, evadirlo como cuando tomamos otro camino para evitar cruzarnos con este hombre que avanza detrás nuestro en la oscuridad. De todas formas, este sigue acercándoseme. Despacito. Constante. Acosador.

Aquel hombre piensa que no lo vi, que no lo noté, y estos pensamientos creen que no los odio, que sólo los acepto y llegan a confiar en mí para que los vuelque a un papel.

-Nena, no corras. No voy a hacerte nada- me dice mientras huyo.

Y entonces, logro escribir. Escribo con la falsa promesa de que así no podré olvidar lo sucedido. Lo tomó, lo estrujó, lo uso y lo desecho. Y ese peso sale de mí. Los malos pensamientos se duermen confiados ya que la memoria recae ahora en un papel que puede ser compartido.

Sin embargo, eso nunca pasa. Ni bien la muy conocida parte oscura que todos cargamos, conocemos y a veces, soltamos, se distrae, procedo a quemar el papel en el que describí el dolor, la tristeza, la prematura perdida de la infancia, la inocencia infinita abandonada, entregada, quemada casi niña.

Listo, lo escribí, voy a tirarlo a la basura, botarlo a la cuneta, abandonarlo al mundo para que ya no pueda ser. Esto suele funcionarme. Es un mecanismo de defensa muy útil pues yo no quiero morir al modo de Alfonsina o Alejandra o su amante que son la misma cosa…

Y me gusta pensar que gracias a estos papeles perdidos las obsesiones no regresarán jamás. Aunque eso, tampoco es verdad y me reescribo una carta sin final una y otra vez, pidiéndome perdón, negando lo que soy porque no quiero ser eso. Como me lo enseño mi madre a mis cinco años. Debo quemar mis cuentos de terror, mis monstruos, mis poemas tristes, los carruseles oxidados, mis historias que evocan fantasmas, debo quemar mi dolor para no dejarlo libre por el mundo. Me lo enseño mi madrecita para que yo no sea jamás una poeta maldita.

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VANESSA MAKUCH

Nació en la provincia del Chaco el 19 de abril de 1970. Diez años más tarde se trasladó con su familia a la Ciudad de Formosa, donde reside hasta la fecha. Profesora en Matemática y Cosmografía egresada de la Universidad Nacional de Formosa, se desempeñó como docente en colegios secundarios por 26 años, hasta 2016. Incursionó como actriz en el teatro independiente en el año 2005. Eso la llevó a conectarse con su arte, mostrar y editar la poesía que escribía de tiempo atrás. Continúa en el teatro, explorando exclusivamente desde 2017, en el mundo del Clown. Poemarios de la autora: “Tanto río de miedos”, año 2007; “Para salvar las horas amarillas”, año 2016; y “Despertaré jazmín”, año 2020.

Escríbeme un poema de colores

uno nuevo que brille en cada plaza

un poema que baile en los tejados

que acaricie mis manos

que sonría y perfume

con su color azul mi soledad

de noche enamorada.

Escríbeme un poema que no muera

uno que quede siempre en mis entrañas

uno que busque cuando esté perdida

uno que luzca cuando esté dorada.

Escríbeme un poema que no llore

cuando mi boca bese amante un rostro

un poema de luces encendidas

un poema de siestas de cigarras.

Escríbeme un poema

para mi piel que duerme

que no sabe de rosas ni de lanzas.

Escríbeme y que queme mis silencios

con sus versos de sol pariendo alas.

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En un ritual solemne aquí te escribo

tengo la sensación de que me faltas

que te falto

que sigues enredada

pariéndome-pariéndote

en constante espiral hacia mi nada.

En un ritual solemne de palabras

hoy decidí dejar que te me vayas

hoy decidí soltar la última fibra

de aquel cordón de plata que me amarra.

Te doy la libertad que no pude otorgarte

de ser sin mí, tu amor, cada mañana.

Tomo la libertad que ya me diste

de ser en vos sin vos, mi amor, cada mañana.

En un ritual solemne yo te honro

te agradezco te amo te libero

te suelto te bendigo te valido.

Y tomo con mis manos, por mi cuenta

la vida que me has dado

madre amada.



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