La lucha contra el coronavirus revalorizó como nunca el trabajo de los profesionales de la salud, algunos de los cuales pagaron con su vida esa pelea y muchos otros terminaron contagiados en hospitales de todo el mundo, Formosa incluida.
Si de algo sirvió la pandemia fue para generalizar el reconocimiento a la extraordinaria labor de médicos, enfermeras y otros auxiliares del sistema sanitario, sobre todo en aquellas sociedades que, como la argentina, retribuyen con salarios indignos tanta abnegación.
El COVID-19 llegó al país en plena crisis económica y, por lo general, desnudó al principio los problemas básicos con los que convivían o aun conviven los profesionales de la salud en el centro de sus trincheras. Pero también sirvió para que los gobiernos, nacional y provinciales, volcaran recursos como nunca antes para fortalecer el sector.
En Europa se habla de “actos heroicos” de los sanitarios en varios países. La Argentina también cree tener sus “héroes” y “heroínas” en esta contingencia. Y todo parece indicar que la gesta fortalecerá este concepto cuando se analicen en perspectiva los acontecimientos históricos y su contexto.
Sin duda, existe ya un apoyo colectivo inédito al esfuerzo de un conjunto de hombres y mujeres que dejan todo para salvar mucho más que una vida. Ahora, ese amplio reconocimiento debería servir en adelante para que los gobiernos revean sus políticas dirigidas a la protección de quienes todos los días ponen su cuerpo, su salud y su vida para frenar enfermedades muchas veces desconocidas o con alto poder de contagio como el coronavirus.
Médicos, enfermeras, camilleros, choferes de ambulancia y otros trabajadores/as están dando todo de sí en la actual emergencia y reciben un merecido aplauso social por ello. Lo que esperan ahora es que el Estado no solamente se mantenga a la altura de las circunstancias especiales que se viven por la peste, sino que comience a prestar mayor atención a viejas demandas del sector, comunes a todas las provincias.
La petición no es compleja: sólo piden que al finalizar esta guerra sorpresiva sean recibidos en un contexto donde se cumpla con la obligación de reconocer la responsabilidad y el esfuerzo con el que enfrentaron y enfrentan cada desafío. Esto es, hospitales equipados y con insumos, salarios dignos y derechos laborales que les den la garantía y la seguridad para hacer su trabajo como corresponde.
Hoy, más que nunca, las autoridades públicas tienen el deber de poner a disposición todos los recursos para garantizar los derechos de aquellos hombres y mujeres que dan su vida en la primera línea de batalla contra las dolencias más crueles y letales. Porque al fin y al cabo, los profesionales de la salud no estudian ni se capacitan para ser héroes o heroínas. Ellos son tan humanos como cualquiera, y por ende vulnerables.
El mejor homenaje que cualquier gobierno puede hacerle a esos recursos humanos en esta cruzada contra el COVID-19 es escucharlos, asegurarles condiciones óptimas de salubridad y protegerlos ante cualquier contingencia que ponga en riesgo su vida. Porque ellos/as también son mortales.