Rescato entre mis muchos escritos un tema que viene a colación, dadas las críticas que se suceden a los formoseños, pueblo y gobierno, a todos, porque se pretende sabotear un proceso exitoso tanto en el cuidado sanitario como económico.
“Dignidad significa ‘calidad de digno’”. Es el sentimiento que nos hace sentir valiosos, sin importar nuestra vida material o social. La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto. Al reconocer y tolerar las diferencias de cada persona, para que ésta se sienta digna y libre, se afirma la virtud y la propia dignidad del individuo, fundamentado en el respeto a cualquier otro ser. A su vez, una persona digna puede sentirse orgullosa de las consecuencias de sus actos. Las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad. La dignidad equivale así a autarquía y autonomía, y este concepto vale para la Provincia de Formosa en su conjunto. El respeto es una de las bases sobre las que se sustentan la ética y la moral.
Ahora bien, en una sociedad que se precie de organizada y donde el respeto por el semejante sea la vara de la medida de lo justo, cada persona debe poder sentirse digna de sus capacidades, de sus logros y sus formas de vida. En una sociedad justa, la escala de valores se asienta sobre los principios éticos fundamentales y no por la cantidad de sus acreencias, ni mucho menos por el poder que ostenta dentro de la organización social.
La sociedad, especialmente la que concentra la riqueza del país, la que tiene mayor cantidad de medios productivos e inversiones, discrimina y lo hace desde un sentido peyorativo de la persona que tiene menores posibilidades de acceder a mayores bienes y escalar posiciones sociales, y presenta debilidades y/o escasas capacidades para encontrar una misión y una función en la estructura social. Esta es la sociedad que llama “bolitas”, “paraguas”, “chilotes”, “perucas” a nuestros hermanos sudamericanos y que llama también “negrito del interior” a nuestra gente de las regiones norteñas, “vagos” a los desocupados y así muchas más. Ni qué hablar de los que tienen capacidades diferentes, porque de ellos es el reino de la indiferencia colectiva, aunque hay excepciones dignas de rescatar. Formosa es un ejemplo a destacar y lo digo a través de experiencias positivas de familiares de amigos y conocidos.
Por suerte, Dios nos puso en el lugar justo en la tierra. En nuestra provincia vivimos un clima diferente, como sociedad integrada y más equilibrada, donde es posible construir un presente más inclusivo y equitativo, para proyectarnos al futuro con mayor dignidad. No importan las opiniones de los críticos de siempre, los agoreros del destino y los fracasados que cubren sus debilidades agrediendo a los demás. Somos formoseños con la dignidad que nos da nuestro origen, nuestra pertenencia a la tierra como parte de un pueblo que se consolida día a día en la defensa de sus instituciones, en preservar la vida y procurar trabajo digno para todos.
Cuando aprendamos a respetar al otro, aceptando sus virtudes y defectos, cuando ser del “interior” no implique discriminación y seamos parte indisoluble de una Argentina más federal, donde se respeten las decisiones de nuestras instituciones, cuando todos tengamos la oportunidad de llegar, entonces habremos empezado a construir un país más justo, más equitativo y mucho más libre.