Los propios voceros de la Mesa del Covid-19 admitieron que hubo “flexibilizaciones” y “relajamiento” en el control de las medidas sanitarias vigentes en Formosa, tanto en ocasión de recientes marchas por mayores libertades y en favor de los varados como durante la manifestación de apoyo a las políticas gubernamentales enmarcada en el Día del Militante.
Es decir, las propias autoridades que tienen a su cargo la lucha contra el coronavirus en la provincia, en el afán de ser “criteriosas”, deciden cuándo aflojar las marcas y cuándo ajustarlas.
Pero además, como en política todo depende del cristal con el que se miren las cosas, las polémicas entre oficialismo y oposición siguen al compás de esa inveterada capacidad que tienen unos/as y otros/as de ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio.
Como en otras provincias, en Formosa la cuarentena preventiva y obligatoria tuvo un alto nivel de acatamiento en los dos primeros meses. Después todo se fue relajando paulatinamente, aunque sin recuperarse la normalidad plena (hay sectores paralizados que siguen sufriendo graves consecuencias económicas).
La “nueva normalidad” fue ganando terreno de hecho más que por levantamiento de ciertas restricciones. Un ejemplo, el desconocimiento de la disposición que establecía días específicos para la circulación de vehículos según la patente terminara en número par o impar. Los propios miembros del Consejo Covid-19 reconocieron -antes del 17 de noviembre- que ya se había relajado su aplicación, cosa que, nadie nos permitirá mentir, es real, al menos en la ciudad de Formosa. Sin embargo, nunca se informó oficialmente su levantamiento.
La postura oficial pasó a ser ahora la siguiente: a pesar del “relajamiento” en el control de patentes, las demás medidas de prevención continúan “todas vigentes”. Es decir, la población deberá seguir cuidándose de cumplir con todos los protocolos sanitarios, al menos mientras una nueva “flexibilización” de hecho o un gesto “criterioso” de las autoridades, no disponga lo contrario.
Los formoseños/as, obviamente, no somos una excepción al comportamiento promedio de los argentinos/as. En un sentido, tenemos una marcada tendencia a no respetar la norma. Hace muchas décadas que la anomia -el desconocimiento de la norma establecida por la autoridad- es una señal inequívoca de la identidad nacional.
En la definición de Carlos Nino, nuestra “anomia boba” genera inseguridad, crea situaciones imprevisibles y produce ineficiencia. Entonces, lo que en otras sociedades se puede solucionar fácilmente aquí se complica. Hubo estrictas cuarentenas europeas, por ejemplo, que permitieron las caminatas individuales con un distanciamiento prudencial entre las personas. Acá, ni bien se aflojan un cachito los controles andamos a los besos y a los abrazos.
Por eso, flaco favor le hace a la necesidad de ser responsables ante la crítica situación que vivimos, el mensaje poco claro de quienes definen cuándo, cómo y dónde debemos cuidarnos.