Así como Latinoamérica tiene cuatro de las diez ciudades con peor tráfico del mundo, nuestro país se destaca por el desorden del tránsito vehicular no solamente en sus urbes grandes o medianas. La capital formoseña, sin ir más lejos, con apenas 300 mil habitantes, es un claro ejemplo de esta problemática nacional.

Frente a este escenario caótico nadie duda de la necesidad de seguir desarrollando y mejorando la infraestructura vial. Pero a la luz de las limitaciones que impone la realidad económica salta a la vista que las obras, por más urgentes, tardarán en concretarse, por lo que habría que buscar la forma de eficientizar el transporte con la infraestructura actual.

Se trata este último de un enfoque esencial, dado que en materia de movilidad ciudadana aún hay mucho por resolver, y esas oportunidades deben sí o sí involucrar a las y los habitantes de cada lugar.

Entre tantos derechos y libertades que se discuten hoy, no podemos dejar de mencionar el derecho a la movilidad urbana, que invita a pensar en la posibilidad de ejercer nuestras garantías como ciudadanos/as, en la eficiencia en el transporte y en la sustentabilidad para nuestras ciudades.

Habida cuenta los trastornos en el transporte público, que alteran la vida de muchas personas impidiéndoles llegar a cualquier lugar a tiempo y de manera segura, sociedades como la nuestra aspiran soluciones integrales que permitan al ciudadano/a decidir cómo y cuándo moverse de acuerdo con sus necesidades.

No cabe duda, en este contexto, que el automóvil particular -para aquellos que tienen la suerte de contar con uno- ya no es la solución y que distintas alternativas a éste ya son bienvenidas en las ciudades del presente y también lo serán en las del futuro. Sin embargo, en la Argentina, el parque automotor crece a la par de los problemas de movilidad que ningún gobierno hasta aquí ha podido resolver. Por eso es importante trabajar en una red de transportes integrados en el marco de la movilidad sostenible; esto es, la combinación de distintos tipos de movilidad para llegar a destino.

Durante mucho tiempo nadie cuestionó el volumen de automóviles en las ciudades, hasta que el atascamiento en el tránsito y las alertas ambientales despertaron preocupación. Nació entonces el interés en buscar alternativas económicas y respetuosas con el medio ambiente.

En ciudades donde la circulación de medios de transporte y de personas se vuelve compleja, los lugareños deben organizarse y utilizar los instrumentos disponibles para hacer más sencillo sus desplazamientos cotidianos. Se trata, al fin y al cabo, de planificar la movilidad diaria.

Numerosas ventajas traería un cambio en tal sentido. Desde ahorrar tiempo, hasta mejorar la calidad de vida por disminución de gases tóxicos. Los parques automotores son responsables en la actualidad del 25 por ciento del CO2 en el mundo, y, por ende, del calentamiento global. De allí la necesidad de optimizar el funcionamiento del transporte público y también de insistir en el uso de la bicicleta -que felizmente en Formosa crece día a día-, entre otros medios de movilidad no contaminantes.