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Educar con el ejemplo



La conducta transgresora de adolescentes y jóvenes en distintos países, entre ellos Italia, ha obligado a las autoridades a dar marcha atrás con algunas aperturas en medio de la pandemia. Hoy, después de varios meses de buscar la normalización de ciertas actividades, algunas regiones de la misma Italia, Francia y España han decidido aplicar toques de queda -a partir de la noche y durante toda la madrugada- para frenar los rebrotes de coronavirus.

Pero esa actitud díscola de quienes no han asumido aún responsabilidades adultas no es patrimonio de esos países. Toda la Argentina, en mayor o menor medida, exhibe iguales rebeldías juveniles, lo cual se refleja en reuniones y fiestas clandestinas, de las que ninguna provincia está exenta. De hecho, en Formosa, el Consejo COVID-19 informa a diario las intervenciones policiales en dichos encuentros, donde abunda el alcohol.

Evidentemente convivimos con un problema de desobediencia de la juventud. La pregunta sería: ¿dónde están los adultos educadores (padres, madres, docentes, entrenadores, guías espirituales), quienes tienen la misión de construir y acompañar el crecimiento de niños, niñas y adolescentes? Respuesta: en un número importante de casos, transgrediendo ellos mismos las normas durante la emergencia sanitaria.

Quizás ocupados/as en su propio “crecimiento”, muchos han olvidado que se educa con el ejemplo y que eso requiere presencia y coherencia entre el decir y el hacer. No es posible desconocer que el ser humano viene a este mundo sin moral ni ética, que nada sabe del bien y del mal y que todo debe aprenderlo de la mano de las personas a cargo de su crianza y formación en esa necesaria mezcla de amor y límites.

Los jóvenes que hoy se burlan de las medidas de prevención y salen a divertirse por las noches violando los protocolos fueron niños/as alguna vez. Y es ahí cuando se les tuvo que enseñar que las conductas tienen consecuencias. Que si no estudian, les irá mal en sus exámenes; que los conflictos y las diferencias se solucionan hablando y no con violencia; que si no se cuidan de una enfermedad infectocontagiosa, pueden transmitirla.

Amén de la proliferación de malos ejemplos adultos, las inconductas juveniles se deben analizar dentro de un contexto social con cada vez mayor desobediencia y agresividad, donde se entrecruzan múltiples y complejas causas: injusticia, exclusión, intolerancia, desigualdad, individualismo, entre otras.

Es necesario que la familia, la escuela, el Estado, los distintos credos, los medios de comunicación y todos aquellos sectores con responsabilidad en la formación de niños y niñas pongan ahínco en estos temas que interpelan a la sociedad toda.



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