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Disparidad económica



La actual pandemia, en términos laborales, no ha hecho más que darle amplitud a la brecha de género económica a nivel mundial. Un fenómeno nada nuevo, por cierto, en un planeta que, al ritmo actual, según informes especializados, tardará más de dos siglos en cerrar dicha brecha.

En efecto, el Foro Económico Mundial calculó -antes de la aparición del coronavirus, vale hacerlo notar- que cerrar la brecha económica de género, en las condiciones que imperaban hasta diciembre de 2019, tardaría 257 años, un dato mucho peor que los 202 años que se habían estimado en 2018 y que hace foco en la baja representación de las mujeres en puestos de responsabilidad y en las profesiones más prometedoras, entre otros factores.

A la luz de la emergencia sanitaria y de su terrible impacto en las actividades económicas y el empleo a nivel global, fácil resulta deducir que ese plazo sufrirá nuevos y dolorosos estiramientos al cabo de 2020.

El FEM ya venía advirtiendo que, aunque la brecha de género ha ganado terreno en la agenda pública, los avances concretos en paridad son muy lentos o inexistentes en ámbitos como el económico. Entre las mayores causas están que las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo; ocupan, en forma proporcional, muy pocos puestos directivos o de liderazgo, y las actividades en las que más participan -como la venta al público y tareas administrativas- son aquellas en las que los salarios llevan años estancados o, como en nuestro país, han perdido poder adquisitivo en los últimos años.

Otro elemento que influye en la brecha económica que impacta en las mujeres está asociado a que emplean, al menos, el doble de tiempo que los hombres en cuidados (de niños, ancianos y otras personas que requieren asistencia). También aparece el escaso acceso que tienen a capital para sacar adelante un emprendimiento.

Sin un cambio radical, la tendencia actual a que las mujeres estén poco representadas en las áreas donde los salarios más han mejorado, podría perpetuarse, alertó oportunamente el Foro Económico Mundial. Un fuerte llamado a cambiar un cuadro de situación tan desigual como injusto que insta a proporcionar a las mujeres las competencias que necesitan para desempeñar los puestos de trabajo más demandados. Empresa que incluye algo más importante aún -aunque igualmente difícil-, que es propiciar la diversidad en la contratación y crear culturas laborales inclusivas.

Para esto se necesita esencialmente y antes que nada un cambio de mentalidad, pues las mujeres no están representadas en forma adecuada en ciertas áreas de actividad, incluso contando con las competencias demandadas, o siendo, en muchos casos, más capaces que ellos. Hay ejemplos elocuentes de esto en distintos campos, entre ellos en las áreas digitales.

Es verdad, de manera más general, que cuando a la cuestión señalada se añade la política, la educación y la salud, la brecha global de género se reduce ligeramente. Sin embargo, el panorama se oscurece cuando se advierte que, al ritmo actual, la humanidad tardará tanto tiempo en alcanzar la anhelada paridad económica entre hombres y mujeres.



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