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El hábito de leer



En un contexto en el cual sigue vigente el aislamiento social decretado para evitar la expansión del COVID-19, resulta de gran importancia que numerosas personas hayan tenido la oportunidad de recuperar la práctica de leer textos en diferentes soportes. Esto permite revalorizar a la lectura como un hábito que tiene que seguir siendo fomentado desde el Estado.

Algunos medios informativos detallaron que el 45,7% de quienes residen en las ciudades más pobladas del país reconoció haber leído mucho más desde el inicio de la cuarentena, según un estudio que abarcó desde el inicio del aislamiento obligatorio, el 20 de marzo, hasta el pasado 1 de agosto. El relevamiento fue realizado por la firma Ghostwriter Argentina, sobre un total de 7.834 casos efectivos y en base a un cuestionario que se canalizó en una encuesta telefónica (IVR) sobre hombres y mujeres de entre 18 y 65 años.

Por otro lado, de acuerdo al relevamiento, el incremento en los niveles de lectura se produjo como consecuencia de una mayor disponibilidad de tiempo, la saturación frente a la oferta de series y películas, y el fácil acceso del libro en distintos sostenes digitales.

No obstante, tanto las Editoriales como las Librerías atraviesan una crisis que comenzó durante la gestión de Cambiemos, y que se agravó con el inicio de la pandemia y de la cuarentena. Por lo tanto, el Estado tiene que elaborar un plan para atender la situación específica de todos los actores involucrados en la edición y en la venta de textos impresos.

En este marco, hay que recordar que el año pasado se realizó una audiencia pública de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación para tratar la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino. En ese momento, se consideró que la creación del INLA propiciaría el desarrollo de políticas para la difusión y distribución del libro en todo el territorio del país, fomentando y garantizando el acceso igualitario al libro y la lectura. Otro objetivo de esa institución sería contribuir al afianzamiento de los derechos de autores, traductores y diferentes actores que intervienen en el circuito del libro.

Asimismo, varios editores afirmaron en otras ocasiones que la clave de una política exitosa en materia de lectura implicará que las medidas, además de ser universales y plurales en cuanto a contenidos, estén coordinadas con el sector y se mantengan en el tiempo, porque eso garantizará que el sector editorial se vuelva sustentable, más allá de las políticas implementadas por los gobiernos de turno.

En síntesis, para lograr que la lectura mantenga su tendencia ascendente, se necesitan políticas de Estado para fomentar el hábito constructivo de leer, y también para sostener la actividad de quienes imprimen libros y de quienes los comercializan, mediante políticas surgidas en diálogos intersectoriales que faciliten la convergencia entre actores públicos y referentes privados. En este escenario, se requieren herramientas que incentiven la utilización de formatos impresos y que garanticen la provisión de libros para diferentes ámbitos del sistema educativo y para aquellas personas de menores recursos. Para ello, el INLA y una adecuada campaña de concientización resultarán fundamentales.



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