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Sobre la docencia



La nueva conmemoración del Día del Maestro es una oportunidad para reconocer la labor docente mientras está siendo puesta a prueba la capacidad de cada educador y educadora en un contexto de pandemia, distanciamiento social, encuentros virtuales e incertidumbre acerca del regreso a la normalidad en materia de clases presenciales.

Medios nacionales recordaron que cada 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como “el padre del aula” por el impulso que otorgó a la escolarización a través de los cargos públicos que fue ocupando a lo largo de su vida, incluyendo el de Presidente.

No obstante, con el paso del tiempo, el nivel de la educación argentina, al igual que la labor de los y las docentes en nuestro país, fueron siendo objeto de una serie de cuestionamientos (en algunos casos, acertados; y en otros, infundados). En lo que sí existe un consenso generalizado es en la necesidad de elevar el nivel de la educación argentina, incrementar los salarios del personal docente, recuperar el respeto por la figura del educador y de la educadora y ampliar los procesos pedagógicos, para enfrentar los problemas de repitencia, deserción y dificultades al momento en que cada alumno y alumna debe adquirir los saberes necesarios para lograr una adecuada inserción laboral o una exitosa adaptación a la educación superior.

A todos estos requerimientos que presentaba la educación argentina a principios de este año, se sumó una situación inédita: la pandemia de COVID-19. A partir de marzo, surgieron un conjunto de opciones para continuar la enseñanza por medios virtuales y al mismo tiempo se generaron varios interrogantes en lo concerniente al futuro del Sistema Educativo.

En la actualidad, los alumnos y alumnas continúan estudiando y siguen siendo evaluados por los y las docentes; y el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, remarcó que aunque lleve entre “dos o tres años” reorganizar el Sistema Educativo tras la pandemia, se volverá en un determinado momento a los encuentros presenciales, porque se los considera “irremplazables”.

Precisamente, uno de los motivos por los cuales las clases presenciales son insustituibles es por la posibilidad de interactuar personalmente con los maestros y maestras y de que cada uno de los actores intervinientes en el proceso pedagógico pueda enriquecerse. Por ello, este contexto no hace más que revalorizar la importancia del rol de cada maestro o maestra, luego de décadas en las cuales la docencia fue objeto de toda clase de críticas.

Sumado a esto, la pandemia amplió la utilización de las nuevas tecnologías a la hora de educar, una posibilidad que tiene que seguir siendo aprovechada, para así incrementar los saberes y adaptarlos a las herramientas que serán cada vez más utilizadas por las nuevas generaciones.

En síntesis, y sin dejar de reconocer que existe “mucho por hacer” en materia pedagógica, es importante que las autoridades y el resto de la sociedad reconozcan que sin la labor de los y las docentes, no hay posibilidad de formar a las próximas generaciones ni de construir un futuro mejor para la comunidad en su conjunto; y la labor presencial o virtual de cada educador y educadora será fundamental para sentar las bases del Sistema Educativo “pospandemia”.



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