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COLECCIÓN “CONTEXTO”

La Tierra sin Mal de la literatura



Por Washington


Las miserias humanas nunca descansan; avanzan de manera intempestiva sobre la Tierra y se expanden como un reguero inflamable que no conoce límites. Cada uno de nosotros, de una u otra forma, es parte de esa mecha encendida: los crímenes, la ambición, el racismo, el hambre, la desigualdad, la discriminación, las guerras, los intereses económicos, violaciones, explotaciones, el exterminio de los pueblos, la alienación y automatización del pensamiento… todo ha sido hilvanado por la misma mecha que recorre nuestra historia desde nuestros antepasados.
Las religiones han instaurado la idea y la promesa de un nuevo mundo que trascienda lo terrenal, como recompensa a nuestro comportamiento y sacrificio en este plano, donde los males no tengan parte. La creencia y la búsqueda de la Tierra sin Mal nacen en este sentido, pero desde una concepción mitológica tupí-guaraní que la concibe como una suerte de paraíso terrenal al que se puede acceder aun en vida. Las investigaciones del antropólogo de origen alemán Curt Unkel Nimuendajú (1883-1945), que decantaron en su monografía académica “Las leyendas de la creación y destrucción del mundo como fundamentos de la religión de los apapocúvas-guaraníes” (1914), dan cuenta de esa búsqueda denodada de estos pueblos de América del Sur, en Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina, ligada íntimamente a la expansión migratoria. Esta utopía de la Tierra sin Mal pervive aún en las comunidades y sus discursividades, que hacen de ella la trinchera de la resistencia desde donde se yerguen y entrecruzan tradiciones, culturas, lenguas y saberes ancestrales.
Tomando este anclaje teórico que le da sustento, Editorial “ConTexto” lanza la Colección Narrativa “La Tierra sin Mal”, una serie de cinco libros que reúne obras de destacados escritores del Nordeste Argentino (Corrientes, Formosa, Chaco, Santa Fe y Misiones).
José Gabriel Ceballos (“Víspera negra”), Orlando Van Bredam (“Crímenes de aldea”), Francisco “Tete” Romero (“Oler la tempestad”), Patricia Severín (“Mamá quiere ver las rosas”) y Osvaldo Mazal (“Andrés vuelve”) afianzan de esta manera un recorrido literario que da cuenta de sus relaciones personales y artísticas que datan de muchos años. En diálogo con Cronopio, cada uno de ellos brinda una mirada sobre la colección, su obra en particular, el oficio de escribir, los certámenes literarios, la naturaleza del lenguaje y la posibilidad de análisis de la sociedad actual a partir del mismo.
Esta suerte de mapa literario polifónico, que propone un diálogo permanente entre las obras y sus lectores, y que deja también constancia de la enorme riqueza de la literatura regional, será presentado en la Edición 2020 de la Feria del Libro Digital de la provincia de Chaco.
En palabras del coordinador de la colección, el reconocido escritor Juan Basterra, “los lugares ideales y los momentos felices forman parte de nuestros anhelos. La vida de todos los seres precisa de esos espacios y tiempos que restituyan la noción de abrigo y salvación. Puede parecer pretencioso, y tal vez se tache de inocente el anhelo de salvarnos a través de la lectura de los volúmenes de una colección literaria (de esta o de cualquier otra), pero al menos podemos imaginar que ese deseo, tan infantil como utópico, nos permita, en estado de inmanencia, sobrellevar mejor el peso de un tiempo difícil y de pocos consuelos”.
Como la religión y el mito, la literatura se mueve incesante y suele transitar vastos terrenos de utopía. Los que trabajan la palabra hacen de ella su alimento y el nuestro, con un abordaje literario del mundo que nos acerca un poco más a esa Tierra sin Mal, tan anhelada por nuestros antepasados.

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ORLANDO VAN BREDAM
“Crímenes de aldea” (Formosa)

Sobre la colección:
“Esta es una colección que intenta reunir a un grupo de escritores del Noreste. Sospecho que es el comienzo de una colección que no se va a agotar solamente con nosotros. Me gustaría que hubiera, por ejemplo, más mujeres integrando este grupo. A todos los que me acompañan los conozco. Hemos sido compañeros en la ruta literaria desde hace muchas décadas, como es el caso de José Gabriel Ceballos, a quien conocí en Alvear, Corrientes, en el año 1986. A Patricia Severín, de Reconquista, a quien conocí en Candelaria en el año 1992 en un encuentro de escritores; a Osvaldo Mazal, a quien no tengo la suerte de conocer personalmente pero sí a través de su espléndida novela ‘Darwin poeta’, que gana el primer premio del Fondo Nacional de las Artes; y desde luego a Francisco ‘Tete’ Romero, a quien conocí a través de la Fundación Mempo Giardinelli y es uno de mis dilectos amigos”.

Los cuentos que componen “Crímenes de aldea” son hechos reales pasados por el tamiz de la ficción. ¿Qué tan arduo es ese trabajo de ficcionalizar la realidad pero que no pierda verosimilitud?
- “‘Crímenes de aldea’ es una inquietud que nació hace más de cuarenta años. Siempre me han sacudido como ser humano y también como buscador de historias aquellos crímenes que suceden en lugares aparentemente tranquilos y rutinarios, y de pronto, el crimen, el delito, asoma de una manera tan particularmente violenta que siempre me ha impactado. Y tal vez ahí he encontrado yo una fuente que me permite nutrir mi escritura. Desde luego, el hecho nunca es, al convertirse en ficción, el mismo. Ha sido modificado para producir otro tipo de efectos. No siempre me interesa la verosimilitud. Lo que más me interesa es provocar en el lector un determinado estado de ánimo y también experimentar una escritura que ponga de manifiesto otros ángulos de esa historia. Como no soy periodista, la técnica que utilizo es esa. Por eso, como siempre digo, la literatura no está obligada a ser fiel a la verdad, sino que apunta a un sentido mucho más profundo, que tiene que ver con lo alegórico, con lo simbólico, traducir otro tipo de simbología. La verdad no es un patrimonio de la literatura, pero tampoco la mentira. Un escritor que hace ficciones agrega al mundo un objeto nuevo, un objeto distinto, que no puede ser evaluado con los criterios de la realidad cotidiana o sensorial”.

El libro reúne trabajos de diferentes épocas de su vida como escritor, incluso la reescritura de un texto suyo de su etapa adolescente. ¿Puede decirse que los temas que despiertan un interés literario en usted siguen en esa línea? ¿Cómo los detecta?
- “Sí. Yo creo que el crimen es casi una constante y tiene que ver con mis lecturas iniciales. Aparece ya en el comienzo mismo de mi adolescencia. Yo recuerdo una viejísima novela que se llamaba ‘El crimen número 14’ y era la historia de un asesino serial, una novela que perdí definitivamente, manuscrita, en cuadernos… pero sí recuerdo ese título. Novelas que quedaron inconclusas por distintas razones. Y ese cuento que aparece reescrito en ‘Crímenes de aldea’ con el título ‘Agonía del decir’ se llamó inicialmente ‘Cómo decírselo’ y había obtenido un premio en un concurso local de cuentos en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, cuando yo vivía allí y tenía solamente 18 años de edad. No siempre hay una búsqueda consciente. Yo he escrito también cuentos de toda índole, he escrito microficciones, en donde he trabajado con el absurdo; con lo fantástico; he trabajado con el humor; con la paradoja… Pero hay un corpus de textos que se fue formando en otro lugar. Y de pronto, en un momento dado, uno descubre que tienen un lugar común. Y ese lugar común es el crimen, que en este caso no hace sólo referencia al asesinato sino a aquellos males que azotan a una sociedad, como por ejemplo la trata de personas, la discriminación, los prejuicios de clase, étnicos… es decir, los crímenes entendidos como formas de violencia hacia otros practicados a veces por un individuo o por la misma sociedad”.

Los hechos relatados en estos cuentos desnudan realidades que vemos todos los días en las páginas policiales. ¿Suele ser más productiva la realidad como disparador a la hora de narrar o puede llegar a ser un factor restrictivo?
- “Bueno, yo no creo que la realidad sea siempre el más productivo disparador para contar una historia. Eso funciona según quien escribe, a quienes -como en mi caso- están atentos a la realidad como un disparador, como un punto de partida, pero sin la obligación de ser fiel a un modo de verla sino a un modo de sentirla y de traducirla en un objeto literario. Para otros, la realidad es restrictiva, no se amigan ciertos escritores y escritoras con la realidad. Prefieren incursionar en lo fantástico, en lo irreal, en aquello que se opone tenazmente a lo cotidiano. Yo no veo, por el contrario, en este momento a la cotidianeidad como factor restrictivo sino como un surtidor permanente de historias que, en mi caso particular, puedo llegar a contar”.


JOSÉ GABRIEL CEBALLOS
“Víspera negra” (Corrientes)

Sobre la colección:
“Compartir esta colección es mucho más que editar un libro. Esta colección se inscribe en una propuesta de proyección a la literatura de la región Litoral (Formosa, Chaco, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes) como un conjunto, y esta es una vieja idea que venimos sosteniendo con otros escritores amigos (entre ellos, Van Bredam) desde hace largo tiempo. Más o menos desde la Feria Regional del Libro de Alvear, mi pueblo, que fue concebida con ese espíritu y se hizo con ocho ediciones anuales en los años ochenta. Tuvo también otras expresiones importantes, como la editorial ‘Río de los Pájaros’, que funcionó en Concordia (Entre Ríos) bajo la dirección de Juan Meneguín, la cual publicó una muy numerosa lista de títulos de narradores y poetas de ese ámbito geográfico, en los 90. Básicamente, la idea consiste en entender nuestra pertenencia a un territorio con comunes denominadores lo suficientemente sólidos como para constituir un todo que, como tal, necesariamente tendrá más fuerza y alcance hacia afuera y hacia adentro. Hacia afuera porque permite la mayor circulación de nuestras obras con prescindencia del centralismo porteño. Hacia adentro porque potencia cualitativamente nuestra literatura, y por ende, sirve, sobre todo para los nuevos escritores, como un acicate más eficiente que la poca producción local. Desde luego que la cosa no puede limitarse a lo editorial. La intención es que las entidades promotoras de la cultura (y en especial de la literatura) de cada provincia, públicas y privadas, concedan un mayor espacio a los autores de las provincias vecinas, las que integran la región. Que las editoriales locales (que ya las hay en una cantidad mínima pero suficiente) ensanchen sus catálogos con escritores de la región sin limitarse a los escritores locales, pero también que la literatura de la región esté presente en las librerías de cada provincia, y que los organismos oficiales de cultura incorporen a sus agendas y programas a los autores de toda la región como protagonistas (por ejemplo, en las ferias del libro, que hoy prácticamente se limitan a un enfoque localista y a lo que consagra Buenos Aires). En síntesis, facilitar el diálogo entre las literaturas que produce cada una de nuestras provincias. Y en esa dirección, la colección que dirige Juan Basterra significa un gran paso. Este año hubo otro hecho importante para nuestras aspiraciones: una antología en inglés que se publicó en EEUU, con distribución en todo el territorio norteamericano. La integramos los cinco autores que ahora publicamos en ‘La Tierra sin Mal’ más otros seis, todos oriundos del litoral. Fijate que si desde tan lejos pueden vernos como un todo, es miope y absurdo que no podamos hacerlo nosotros acá. Así que esta colección representa todo un hito en ese camino”.

En “Víspera negra”, los personajes giran en torno a la habilitación del leprosario en los años 30 y se habla de “grandezas y miserias que configuran lo más conmovedor de la condición humana”. ¿Cree que la pandemia actual funcionará como generadora de historias sobresalientes en ese sentido?
- “Sin duda. Pero también debo decir que hay una diferencia esencial con aquello de la lepra: aquello era un asunto de siglos, bíblico y, por lo tanto, mucho más terrible. La época presulfónica de la lepra, en la que no había cura, ni siquiera perspectivas de cura, salvo la confianza y el empeño de los grandes científicos como Miguel Sussini, el promotor del leprosario de la Isla del Cerrito. Esto que sucede hoy, me parece, es y será mucho menos denso y pesado socialmente. No se trata de siglos de terror, siglos de tabú (incluso con profundas implicancias religiosas), siglos de estigmatización social, sino de algo pasajero y con una superación ya a la vista (vacuna o tratamiento de cura). Y por eso mismo no creo que las historias que puede generar esta pandemia sean equiparables con aquella historia. No estoy hablando de méritos literarios, por supuesto, sino de las historias como tales, consideradas en sí mismas”.

Su novela ha sido laureada en su momento con el Premio Internacional Ciudad de Alcalá de Henares, en España, y luego editada en Buenos Aires; esto, sumado a sus otros reconocimientos internacionales como cuentista. ¿Nos siguen quedando lejos los “grandes epicentros culturales del país” en materia editorial y reconocimiento a las demás provincias?
- “No. Hoy, a través de Internet, es mucho más fácil proyectarse. Hoy yo no me valdría de los concursos para eso. Participar en esos concursos fue casi como una cuestión de desesperación para mí. En aquella época aquí, en mi pueblo, no había Internet. Yo vivía (vivo) en un pueblo muy chico, de ocho mil habitantes (entonces eran menos) y muy escondido, a mil kilómetros de Buenos Aires, a cuatrocientos kilómetros de la capital provincial. Y como todo escritor, necesitaba lectores, muchos más de los que podía darme mi entorno. Un escritor quiere lectores, escribe para tener lectores, para comunicarse, eso es así y quien lo niegue miente. Entonces, los premios que incluyen la publicación de la obra premiada fueron mi alternativa. Además, quería y necesitaba probarme que aun en mis condiciones, valía la pena insistir en algo tan complicado como la literatura, algo que te quita horas y horas, que te condiciona tanto la vida. Hablo de escribir literatura con una actitud de modo de vida, de entrega plena. Bueno, tuve bastante suerte, sobre todo en España. Pero constaté que los premios tienen mucho de suerte, por lo menos los que son verdaderamente limpios. Más que nada, que te toque un comité de lectura y un jurado que más o menos sintonice con tu tema y con tu estilo. Competir con trescientas o quinientas obras de distintos países y ganar con limpieza implica sí o sí una considerable dosis de suerte. Y hoy, con la herramienta de Internet, es mucho más sencillo ganar lectores, ya no necesitás estar en ninguna otra vidriera. Claro que hay que saber actuar en Internet, y en ese aspecto, funcionar en tándem como región te potencia mucho más también en dicho medio. De alguna manera, entre todos los que estamos en esta movida nos ayudamos, al ampliarnos recíprocamente la difusión en las redes”.

Usted se movió y distinguió por mucho tiempo en la creación de relatos breves hasta que llegó “Ivo El Emperador”. ¿Cómo decidió traspasar esa frontera entre el cuento y la novela? ¿Hay una frontera definida entre estos dos subgéneros?
- “Me costó. Yo venía de varios libros de cuentos, sólo sabía escribir cuentos, pero la novela era un desafío. Porque era una necesidad. Hay historias que te piden cancha, espacio, a las que el cuento les queda chico. ¿Cómo vas a contar la historia de ‘Víspera negra’ en un texto corto, por ejemplo? Y me costó no sólo por la costumbre del cuento sino también por lo instrumental. A ‘Ivo El Emperador’ la hice mecanografiada, me resultó muy difícil escribirla también por eso. La computadora facilita mucho la escritura de novelas. De todos modos, en el fondo, sigo siendo cuentista. Apenas llego a las doscientas páginas, no por cansancio sino porque tengo incorporado el chip de la condensación de la historia. Así que para mí, la frontera entre ambos géneros es más bien difusa”.


PATRICIA SEVERÍN
“‘Mamá quiere ver las rosas’ y otros cuentos” (Santa Fe)

Sobre la colección:
“Para mí es un honor y una profunda alegría que me hayan invitado a este proyecto de edición. Un honor, por estar al lado de estos autores excelentes con los cuales compartimos, desde hace años, charlas, encuentros y amistad. Y alegría, por haber sido considerada como narradora mujer, junto a ellos. Creo profundamente en el NEA como ámbito y plataforma cultural desde donde elevar nuestras voces, con todas y cada una de sus particularidades”.

¿Con qué nos encontramos los lectores al abordar “‘Mamá quiere ver las rosas’ y otros cuentos”?
- “‘Mamá quiere ver las rosas’ es una antología de cuentos. Seleccioné diecisiete narraciones de diferentes libros, dos de ellos inéditos. A mi entender, son mis mejores cuentos o, por lo menos, los que están más cercanos a mí en el afecto. Espero que esta antología sea disfrutada por los lectores y las lectoras, y luego que sean ellos los que digan qué les parece y me hagan su devolución”.

Ha incursionado en la poesía, la novela y el cuento. ¿Cuál de estos géneros le brinda mayores satisfacciones en su relación íntima con el lenguaje?
- “Los tres géneros son muy diferentes y aceptan retos distintos de escritura. Depende del tema y el momento, escribo uno u otro. Sí puedo decirte que intento que mi lenguaje tenga poesía aun en lo narrativo, cosa no tan fácil de lograr cuando se escriben cuentos o novelas. Es un desafío que acepto gustosa”.

¿Desde qué lugar escribe Patricia Severín? ¿Qué motiva ese motor de contar o decir?
- “Siempre hay un disparador diferente. Para mí, el tema es muy importante, y ese tema llega de diferentes modos. Puede ser una imagen, una anécdota, un relato oral, una frase... Pero es importante que cualquiera de estas cosas que enumeré suscite en mí emoción, curiosidad y unas desesperadas ganas de llevarlas al papel”.


FRANCISCO “TETE” ROMERO
“Oler la tempestad” (Chaco)

Sobre la colección:
“Compartir esta colección para mí representa alegría y esperanza. Lo primero porque son escritores y escritora que leo y admiro. Lo segundo, porque nos encontramos en una colección de nombre bellísimo, que nombra la que fuera y es la gran utopía cosmogónica guaraní. Porque en tiempos muy difíciles para publicar, sobre todo en nuestra región, nace una colección, desde una editorial chaqueña que propone que la narrativa nordestina sea su destinataria. Porque es un momento de florecimiento de la literatura de nuestra región y necesita una iniciativa como esta”.

“Oler la tempestad” plantea una línea distópica del pensamiento único y “enlatado”. ¿Cómo analiza la sociedad argentina actual a partir de las secuelas que dejó el último gobierno neoliberal?
- “El lenguaje no es inocente y, por lo tanto, no debemos ser inocentes ante él, porque cada período signado por un relato autoritario deja en el habla social su carga ideológica, sus textos y subtextos estigmatizantes de todo aquello que se proponen excluir o criminalizar. Perdió el macrismo las elecciones, eso es cierto. Pero la parte de sociedad que lo votó, que creyó en él, que se vio y que todavía se ve representada por sus criterios de realidad, y mira y piensa el mundo desde su escala de valores asocial e hiperindividualista y antiestatalista -pseudomeritoctrática- sigue vigente. Por un lado, está esa parte de la sociedad que podríamos denominar el núcleo duro de lo antipopular y antinacional, marcado por una visión antiperonista. Yo diría hoy antinacional y antipopular. Buena parte de las clases medias de América Latina están configuradas a partir de la subjetividad de los ‘dueños’ de esos países, porque sus aparatos de superestructura cultural y educativa producen subjetividades colonizadas. Es la paradoja de estos tiempos: cuanto más concentración económica ha producido el neoliberalismo, más sujeción de las subjetividades y adhesión a ese pensamiento que convierte materialmente esas subjetividades en pobres y en pobrezas. Jorge Alemán caracteriza al neoliberalismo como un proyecto cultural que es como una fábrica de subjetividades colonizadas. También lo hace Nora Merlín. Pero me parece que hay otra parte de la Argentina que posibilitó que en cuatro años se pudiera derrotar al macrismo, que es una parte irreverente, que valora lo público, que tiene una autoafirmación de sí misma como producto de su capacidad de pensarse a través de sujetos colectivos en momentos de mucha confusión e incertidumbre. Por eso se pudo derrotar electoralmente al neoliberalismo, lo que no significa que se lo haya derrotado culturalmente. Es una etapa además abierta a muchas posibilidades porque me parece que todo está en disputa. Y eso convierte a esta época en una época apasionante”.

La batalla cultural en la sociedad es una tarea diaria denodada en este sentido. ¿Cómo proyecta la sociedad argentina en 2025, donde se sitúan los hechos de su novela? ¿Vamos inevitablemente hacia ese escenario?
- “Es una tarea diaria y fundamental. No hay proyecto de soberanía política y económica que se sostenga sin un proyecto cultural de Nación. De eso va la soberanía y la emancipación cultural. Sobre todo nosotros, que trabajamos con el lenguaje, con las narrativas, con la palabra, nos damos cuenta del trabajo que hay que hacer contra ese lenguaje y ese discurso que está pensado para discriminar, para excluir, no para el encuentro, no para el diálogo. Y haber inoculado el miedo y el odio en esta sociedad no es algo de lo que fácilmente se pueda librar, de esas pesadas herencias. Así como hay una deuda externa, también hay una deuda interna con una sociedad que ha padecido el odio y el miedo. Esas son las secuelas. Hay que sanar un cuerpo social atravesado por pasiones muy primitivas inoculadas muy perversamente por el neoliberalismo. Es cierto eso de que la cultura es el sentido que le damos a nuestra forma de vida comunitaria. Para que no haya vida comunitaria, perspectiva solidaria ni colectiva, es necesario desconfiar del otro: ‘El otro no es mi Patria’; ‘el otro es mi enemigo’. Y es necesario que el odio nos coloque al interior de nuestras propiedades privadas a aquellos que las tenemos. Como decía Hobbes en el siglo XVII: ‘¿Cómo se prepara un hombre para ver a quienes vienen de lejos? ¿Con miedo o con esperanza?’. Bueno, el neoliberalismo nos prepara a los pocos incluidos y a aquellos que materialmente no estamos incluidos pero subjetivamente pensamos que sí. Cierta noción de qué es ser clase media o no serlo nos prepara para que esperemos con miedo. Del miedo al odio hay un camino que el trabajo preformativo del lenguaje digital ha ido inoculando. Yo escribí esta novela entre febrero y julio de 2017. Pleno auge del neoliberalismo en Sudamérica y particularmente en la Argentina. La ciencia ficción que yo amo es la que viene de ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’, de Philip Dick, novela que leí luego de ver la película ‘Blade Runner’… ¿Qué hace esa ciencia ficción? Ve ciertas tensiones en el horizonte del presente y las proyecta distópicamente en el futuro. Yo imaginaba una reducción drástica del lenguaje en ocho o diez fórmulas, siempre fijas, intercambiables para cualquier saludo, situación comunicativa, existencial, ofrecida en todas las plataformas digitales cada vez que tecleabas la primera letra de la palabra que iniciaba una conversación. Una sociedad brutalmente transformada a partir de un hecho manipulado que aparece como una catástrofe a partir de un gran apagón el 16 de septiembre de 2022. E imaginaba sobre todo cómo esos grandes sucesos repercutirían en el después inmediato. ¿Hasta dónde somos libres? ¿Hasta dónde se ejerce nuestra soberanía? ¿Hasta dónde podemos ser conducidos a una sociedad excesivamente controlada, manipulada, donde la libertad es una mera ficción? En tiempos donde la inteligencia artificial ha producido algoritmos que constituyen la lógica a través de la cual nos estamos comunicando miles y miles de millones de personas que ya no podemos vernos y que solamente nos comunicamos a través de las redes, es bueno pensar si somos libres o no cuando Apple, Google, Amazon, Netflix, Microsoft, Facebook… controlan todas nuestras comunicaciones. Es bueno pensar esto. Por otra parte, en 2017 asistíamos al congelamiento de los estados-nación y al reinado pleno de las corporaciones. Era el tiempo de la CEOcracia. Yo imaginaba una Argentina donde una compañía internacional manejaba y regulaba hasta el mapa lingüístico de la ciudad. Yo diría que la ciencia ficción que produje piensa en el futuro como una amenaza, porque nuestro presente está en disputa. Esa sería la mirada. Y creo que uno escribe para que eso no se produzca. Siempre pienso algo: nací en el año 63, el mismo año de la amenaza lanzada en 1957 por Oesterheld con ‘El Eternauta’: una presencia extraña se corporiza una noche en un chalé de Vicente López ante un dibujante de historietas y le dice que en 1963 se viene una invasión extraterrestre; quedaban seis años. Bueno, estamos en 2020; quedan cinco años. No digo que eso suceda, digo que tenemos que actuar y hacer lo necesario para que eso no suceda”.

En “Una rata muerta entre los geranios”, el Indio Solari esboza: “Nieblas cubren el parque / ponen un velo que quita vida y da ilusión”. ¿Cómo nace la idea de crear esta novela a partir de la obra del Indio?
- “‘El perfume de la tempestad’ es una maravilla. Yo estaba escuchando mucho al Indio Solari en el verano de 2017. Y la novela nace con ese tema. Escuchando una y otra vez ‘Una rata muerta entre los geranios’. Imaginé entonces una situación. Se cruzan ahí dos relatos: un personaje que es paraguayo pero tiene un pasaporte que dice que es argentino. Ese personaje, Fernando, fue creado en la Triple Frontera argentino-paraguayo-brasileña, un lugar que me apasiona y es el cruce de múltiples lenguas y culturas. Ese personaje en el 2025 se encuentra en un bar que tiene karaoke con personajes marginales del bajo de Buenos Aires, en la zona más cercana al puerto. Ahora, en el 2025, hay como un new vintage y ha sido rediseñada toda esa zona. Todo es falso en ese lugar, todo es berreta, menos la voz -excesivamente ronca- de una mujer muy joven. Por eso la bautizará como ‘La Ronca’. Y está escuchando precisamente ese tema del Indio. Esa música le hace mal. Yo imagino en ese momento un cielo argentino poblado con drones, en la madrugada donde se produce otro breve apagón y luego sucederán determinados hechos. Y a partir de ahí, ese personaje se encuentra en medio de la calle, luego de haber salido de ese bar con ‘La Ronca’. La novela nace entonces en el encuentro de dos personajes que están rotos a su manera por sus distintas historias. Y la letra del Indio me permitió además pensar en lo que es la tempestad, en su perfume, en lo que es la tormenta. Yo además en ese momento había recogido una perra de la calle y llegó temerosa antes que se desatara una tormenta. Ella puede anticipar la tormenta hasta horas antes que ocurra, tiene mucho pavor y puede dañarse a sí misma si uno no la cuida, porque los sonidos y los olores de lo que todavía no vemos la dañan. Así que por esa mezcla de Indio Solari y una perra de la calle nació ‘Oler la tempestad’”.


OSVALDO MAZAL
“Andrés vuelve” o “La risa bárbara” (Misiones)

Sobre la colección:
“Hace un par de años venimos con un grupito de escritores de nuestra región intentando generar lazos (‘nudos’) entre nosotros, para establecer tanto un diálogo provechoso entre pares, encuentros incluidos, como para generar mayores posibilidades de circulación de nuestras obras. En noviembre pasado organizamos aquí en Posadas un ‘1° Encuentro de Narradores del Nordeste’, en el que participamos cuatro de los narradores incluidos ahora en la colección ‘La Tierra sin Mal’: Ceballos, Severín, Romero y yo. Van Bredam, el quinto narrador de la colección, no pudo asistir por problemas personales. Así que el nacimiento de esta colección es un paso más en esa historia. Y me da un verdadero placer haber sido incluido en esta colección con otros excelentes narradores. Ojalá la colección se convierta en una buena oportunidad de publicación para los autores de la región y colabore en que se genere un circuito alternativo en la zona para que circulen las obras entre una provincia y otra, al margen del cruel y distante mercado editorial porteño”.

Su relato inédito “Cabuyería” discurre y reflexiona sobre el arte de hacer nudos. ¿Lo podemos aproximar a la idea etimológica de entramado de los textos literarios, haciendo nuevos nudos con ideas preconcebidas?
- “Sí, seguro. Ese relato (quizá sea más pertinente llamarlo ‘ensayo’) es parte de una serie de ensayos/relatos que provisoriamente llamo ‘Simetrías’, pero que quizá termine llamándose ‘Nudos’, como bien planteás en tu pregunta. También podría llamarse ‘Metáforas’, porque muchas veces se enlazarán cosas semejantes, o ‘Metonimias’, porque otras veces se enlazarán cuestiones por alguna clase de relación temática. O ‘Tramas’, aunque ese título ya ha sido muy transitado. Y sí, es trabajar en general sobre lo ‘ya hecho’, buscando nuevas conexiones”.

En “Andrés vuelve”, aparecen “anudados” o entramados Guazurarí, Artigas, Macedonio Fernández, Horacio Quiroga, Arlt… ¿Cómo nace esta idea de un palimpsesto genettiano -si se quiere- de entramar estos personajes?
- “Ciertamente mi primera novela, ‘Darwin poeta’, y ahora ‘Andrés vuelve’, hacen ese tipo de entramado. En ‘Darwin poeta’, hay una línea narrativa que sigue en el siglo XIX a Darwin, sus amores con Ofelia y sus escrituras (ficcionales); otra línea, su relación eterna de ultratumba con Newton; otra línea sigue a un grupo de escritores y críticos rusos de principios del siglo XX; otra transcurre en la Posadas de ahora, con el narrador y una secta que anda asesinando por ahí. En ‘Andrés vuelve’, los personajes históricos mencionados en la pregunta, más Bakunin y otros, se entremezclan en una tradición anarquista que también cruza siglos y espacios geográficos, ahora en una investigación policial en la que todo eso se va escribiendo mientras las cosas suceden. Y esa narración se mezcla con otras escrituras (casi todos los protagonistas escriben alguna clase de historias, en muchos casos en referencia a otras historias). La figura del palimpsesto es totalmente adecuada, el entramado se genera entre personajes y también entre escrituras. En cierta forma, el esquema novelístico clásico de una historia principal más digresiones varias se disuelve para armar esa trama multidireccional”.

Usted ha ganado dos veces el premio anual del Fondo Nacional de las Artes, con poesía y narrativa. ¿Qué impresión le deja la actual convocatoria, tan cuestionada por sus bases?
- “Cuando salió anunciado el concurso, posteé en Facebook sobre el tema. Yo he ganado con emoción el premio anual del Fondo Nacional de las Artes en dos ocasiones, en dos géneros diferentes: primer premio de novela en el año 2014, y segundo premio de poesía en el año 1994. Un premio dedicado a distinguir exclusivamente la calidad literaria, por fuera de los imperativos del mercado y de los intereses comerciales de las editoriales. Pero el premio se ve desmerecido este año al estar dedicado a una sola tribu, de las infinitas existentes en el campo de la literatura. Porque por decisión de la nueva Directora de Letras del FNA, Mariana Enríquez, que escribe textos fantásticos y de terror, ahora sólo podrán concursar los que escriban textos ‘fantásticos, de terror y ciencia ficción’. Qué triste coincidencia. Porque si cada Director de Letras del FNA decide dedicar este prestigioso concurso sólo a su propia tribu, para darle ‘un espacio prestigioso’, mañana un Director de Letras sonetista lo dedicará sólo a los sonetistas, pasado mañana un Director cronista sólo a las crónicas, luego un payador sólo a los payadores, y así sucesivamente. Quedan afuera esta vez, por ejemplo, los escritores que hacen novelas históricas, psicológicas, policiales, de formación, cuentos de diversos tipos, casi todos los que hacen poesía y ensayo. Una discriminación casi masiva. Por otra parte, creo que no hay ni poetas ni ensayistas en este jurado. ¿Nadie piensa revisar esta decisión intempestiva en el FNA? ¿Se moverá el FNA por tribus de ahora en adelante? ¿Se excluirá a la mayoría de los escritores del país de este prestigioso concurso, según se le ocurra al eventual Director de Letras? El justificativo de Mariana Enríquez es que este es un momento excepcional. Ya Giorgio Agamben escribió bastante sobre el estado de excepción y los excesos que genera, no hace falta agregar más. Ojalá el FNA revise esta decisión que daña a la literatura argentina”.



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