Ayer se vivió una fiesta patronal distinta en la capilla San Cayetano del barrio La Floresta, que todos los años recibe a cientos de fieles –miles, incluso- que van a pedir alguna gracia o a agradecer al santo de la paz, el pan y el trabajo. En cambio, como consecuencia de la pandemia, el templo estuvo abierto sólo unas horas para la oración personal; no se realizó la tradicional procesión y la Misa central, presidida por el obispo, fue a puertas cerradas, aunque se pudo seguir en las plataformas digitales de La Mañana.
Entre las 9 y las 15, las personas ingresaron en grupos de a 10 y permanecieron allí por no más de 10 minutos. Previo al ingreso, un colaborador administró a los presentes alcohol en gel en las manos y se controló el correcto uso del barbijo y el respeto por el distanciamiento social, como establece el protocolo de bioseguridad.
A las 16.30 comenzó la Misa, ya sin presencia de fieles. En este panorama, monseñor José Vicente Conejero inició su mensaje comentando que este año “resulta un poco diferente” la fiesta litúrgica, justamente por la falta de las actividades multitudinarias. Sin embargo, invitó a aceptar esta realidad de pandemia porque “nada sucede sin que Dios lo permita”.
Pidió ver el lado positivo de la situación, aprovechando el tiempo para acercarse a Dios en la lectura de la Palabra, en la oración y en la vida sacramental, acercándose especialmente al perdón de los pecados mediante la confesión. De esta manera, dijo, se transitará una vida de santidad a la que todos son llamados.
Haciendo mención a que minutos antes había bendecido el pan de San Cayetano, reiteró su ruego de que no falte el pan ni el trabajo, pero instó a no olvidar que más allá del bien material, “hacer la voluntad de Dios es, sin dudas, el mejor alimento”.
“Entonces, hermanos, busquemos el pan y el trabajo para vivir con dignidad, pero sobre todo el pan de la Palabra y la gracia de Dios”, exhortó.
La histórica capilla, en ruinas
La primera capilla de San Cayetano en el barrio La Floresta se mantiene en pie pese a su avanzado estado de abandono. Fue construida por los primeros pobladores de la zona en la década del `50. Sufrió sucesivas inundaciones y actos de vandalismos. La tradicional campana de bronce y la imagen del santo que llegó de Italia aún se conservan en el nuevo templo.
La precaria iglesia está ubicada por calle Moiraghi y la barrera de contención. Prácticamente sin techo y rodeada de malezas, conserva su fisonomía estructural que fue terminada en el año 1958. La imagen de San Cayetano para el nuevo templo llegó desde Florencia, Italia, a través de una donación sacerdotal.
Evaristo Bareiro, un vecino del barrio y también devoto del santo, comentó a La Mañana: “En este lugar hice mi primera comunión, la confirmación y también me casé; por lo tanto tiene un valor sentimental muy fuerte para mí y la familia. Lastimosamente hoy está abandonada y con muy pocas posibilidades de ser reconstruida, ya que con las obras de la barrera quedó en un pozo y es difícil levantarla", señaló.
En relación a la historia de la antigua capilla, mencionó que la primera palma dentro del terreno donde hoy está enclavado el templo, fue colocada en 1955 por esfuerzo de los primeros vecinos que habitaban en la zona. Tres años más tarde llegó la donación de la imagen del santo y con ella la finalización de obra con aportes de materiales más resistentes.
“Con el paso de los años y las décadas se fue deteriorando la capilla. Sufrió inundaciones y hasta arrebatos de chapas por parte de gente del barrio. Sólo la campana de bronce y la imagen se logró recuperar”, refirió Evaristo con cierta nostalgia.