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Desarmados



Miles de adolescentes que en marzo comenzaron el último año del secundario y hoy siguen con la incertidumbre de no saber cuándo se reanudarán las clases presenciales en el país, aguardan con inquietud su ingreso a la universidad en 2021. Tantos meses de clases virtuales hacen que vean afectado el hábito de concurrir a un aula física de lunes a viernes; además, los saberes incorporados en este período no son los mismos. Conocido de antes es, por otro lado, que nuestros jóvenes vienen sufriendo serias dificultades al momento de encarar su educación superior, por lo que se presume que esa situación podría agravarse.

Autoridades, especialistas y profesores se preguntan desde hace tiempo por qué en la Argentina tantos estudiantes abandonan la universidad en el primer año de cursado. El interrogante, por los estudios realizados, tiene más de una respuesta.

Distintas casas de altos estudios cuentan con anuarios estadísticos, de los cuales surge que la retención de alumnos/as de primero a segundo años de todas las carreras oscila entre el 50 y el 60 y pico por ciento. Lo que equivale a decir que entre la mitad y alrededor de un 35 por ciento deja las aulas prematuramente para no volver. Un porcentaje duro.

Ahora, si se tiene en cuenta que esas mismas universidades tienen establecido un índice de deserción total superior al 60 por ciento, la conclusión es que más del 50 por ciento de quienes abandonan los estudios superiores en nuestro país lo hacen durante el primer año.

Con sus más y sus menos, esta sangría de alumnos/as ya era abrumadora antes de la pandemia. ¿Será peor el año que viene, después del efecto negativo de tantos meses sin clases presenciales en estudiantes que están finalizando su educación media? Cualquier política institucional que pretenda prevenir este posible agravamiento del cuadro descripto debería contar con un buen diagnóstico sobre las causas del fenómeno. Sabido es que investigar los orígenes de un problema es una forma de empezar, si no a solucionarlo, al menos a enfocarlo de la manera más adecuada posible.

Algunas instituciones abordan con mayor seriedad que otras el abandono estudiantil, elaborando sólidas hipótesis de trabajo -que deberían profundizarse de aquí en más- con el objetivo de dilucidar, entre otras cosas, si la deserción y el alto nivel de recursado están vinculados, entre otras cosas, al origen social de los jóvenes, a su procedencia geográfica y a una adecuada formación para ser universitarios. Sumado a esto, interesa ahora averiguar el impacto de la actual cuarentena en los futuros ingresantes.

Con los resultados en mano, el siguiente paso sería planificar futuras acciones. Si bien hay factores sociales, económicos, y ahora sanitarios en que la incidencia de la universidad es limitada, existen otros en los que puede actuar de modo directo, ya que están vinculados con los métodos de enseñanza o con los criterios de evaluación, para mencionar sólo dos de los aspectos que ya han sido identificados.

Los adolescentes llegan cada vez más desarmados a la universidad, y esa falta de madurez debe ser tenida en cuenta por los profesores.



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