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“Desde muy niña supe que mi vocación eran las palabras”



Vivió en Francia, Estados Unidos y Holanda. Después de más de treinta años, regresó a la Argentina, ¿qué percepción tenía de nuestra lengua viviendo en el extranjero? ¿Y qué significó volver al país y al idioma?
- “En Francia y Estados Unidos tuve una experiencia plena de contacto con el francés y el inglés, no así en Holanda. De modo que me adherí más al español en el último tramo, en lecturas, amistades, etc. Creo que las lenguas extranjeras ayudan a cimentar un conocimiento mejor de la lengua propia, por las operaciones de contrastes y matices que ponen en valor o dan mayor claridad a nuestras expresiones nativas”.

En “Etimologías de las pasiones”, explica que buscar el origen de las palabras es adentrarse en un bosque subterráneo de correspondencias que va creciendo. ¿Cómo se produjo su acercamiento al mundo de las palabras y sus fantasmas?
- “Desde muy niña supe que mi vocación eran las palabras. Llegué a la etimología por interés natural (mi carrera académica no ayudaba en nada, ya que la etimología es desdeñada como ciencia menor), pero el contacto con gente que tenía la misma propensión (Miguel Mascialino, Héctor Zimmerman) me permitió, a mi regreso a la Argentina, adelantar en ese camino, hasta poder publicar mis libros”.

Se doctoró en lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, con la dirección de Noam Chomsky. ¿Cómo lo recuerda en su rol de director?
- “Nos llevábamos muy bien intelectualmente, las discusiones científicas con él eran muy estimulantes. Pero no fue una relación armoniosa, ya que las políticas machistas del Departamento de Lingüística del MIT nos crearon más de un conflicto grave. A pesar de coincidir con sus opiniones políticas en general, yo podía ver que las tensiones que sufríamos las mujeres en su entorno no le eran relevantes”.

En “Del silencio como porvenir” indica: “En la diversidad de las lenguas hay algo así como una gran fiesta de encuentro y conocimiento entre las familias de la humanidad”, ¿las lenguas aborígenes que se hablan en el país tienen el reconocimiento que se merecen?
- “No parecería. En particular, los mapuches se quejan de la falta de apoyo escolar que reciben en cuanto al estudio y el mantenimiento de su lengua. Aunque mucho se declama en cuanto al reconocimiento de los pueblos originarios, es evidente el desprecio en que se los tiene en cuanto a sus reclamos ecológicos y políticos, como cuando La Cámpora desalojó a los Wichís de la 9 de Julio”.

¿Cómo surgió su amistad con Alejandra Pizarnik? ¿Qué recuerdos conserva del tiempo compartido?
- “Alejandra y yo nos conocimos en el París de los años sesenta -una época culturalmente mucho más interesante que la actual- a través de conocidos comunes. En seguida saltó la chispa entre nosotras. Fue para mi formación literaria mucho más importante que los profesores de la Sorbona a los que yo seguía, ya que mucho pude aprender de su sistema portentoso de lectura de poemas, de una lucidez adivinatoria insuperable”.

En 2014 publicó, junto con Cristina Piña, una nueva edición de la “Correspondencia Pizarnik”. En lo personal, ¿qué significó indagar en ese mundo de epístolas? ¿Y cómo llevaron adelante el trabajo?
- “Publicar las cartas de Alejandra fue un hito en el conocimiento de su vida, que más tarde se dio a conocer más detalladamente con la edición de sus Diarios. Cristina fue sumamente eficaz en encontrar nuevas fuentes de información, y las sucesivas ediciones mostraron aspectos sorprendentes y modos singulares de relacionarse con amigos y lectores de todo tipo y origen, que fueron incluso modificando mi imagen de ella en cierto sentido”.

Si tuviera que armar una lista con sus palabras favoritas, ¿cuáles serían y por qué?
- “La magia de las palabras depende no sólo de sí mismas, sino del clima en que se encuentren, de la irradiación que emanan en las frases donde pueden alzar su estatura verdadera. ‘Amor’ por sí sola dice poco o dice demasiado. Pero si la escuchamos con García Lorca: ‘Amor, amor de siempre; amor, amor, amor de nunca. Oh sí, yo quiero. Amor, amor. Dejadme’, entonces se capta en toda su intensidad, sin necesidad de definiciones ni de elecciones. No hay palabras favoritas: hay palabras que nos tocan y nos trastornan, y esas son las necesarias”.

En “El país que nos habla”, a propósito del lenguaje y la poesía, sostiene: “Hay también gran poesía que viene sobre todo del interior del país, de lo íntimo de nuestras voces habitualmente ignoradas”. Y pienso en las coplas que se cantan en Jujuy. ¿Existe una supremacía de la escritura por sobre la oralidad?
- “Creo que al contrario, la mejor escritura muchas veces se funda en una escucha profunda del entorno verbal que nos rodea. La palabra escrita goza de mayor prestigio porque puede avanzar a zonas de complejidad y abstracción que no se dan en general en la comunicación coloquial, pero la palabra dicha tiene justamente la dicha de lo corporal, lo espontáneo y musical del verbo viviente que se da tanto en los intelectuales como en los analfabetos, en los púlpitos como en los carnavales, en las óperas de Wagner como en las bagualas del Noroeste”.

En “El alegre Apocalipsis”, los lectores encontramos poemas que evocan diferentes geografías del mundo, pero también objetos, viajes y personas, ¿qué es la poesía para Ivonne Bordelois?
- “Es todo aquello que traslada el mundo cotidiano a la esfera de lo que está oculto pero brilla con el fulgor de lo que es más verdadero que lo evidente, lo hermoso que nos trasciende, enciende y asciende al mundo que nos transforma y nos libera”.

¿Qué lugar se le brinda a la poesía en las intuiciones educativas?
- “Desdichadamente, nulo o casi nulo. Hay un verdadero poemicidio en nuestro curriculum escolar y universitario al respecto. Nadie memoriza ya esos monumentos verbales maravillosos que son los poemas de nuestra lengua, desde Quevedo a Borges pasando por Gelman y Vallejo. Esta negligencia se debe en parte a la falta de formación profunda en este sentido de los enseñantes, que carecen de todo contacto con nuestra riquísima tradición poética y con la creatividad actual de nuestros grupos jóvenes”.

Escribió numerosos ensayos, ejerció la docencia en universidades del exterior y, como señalé, tiene un doctorado en el MIT. ¿Cree que hay diferencias entre la escritura académica y la escritura creativa?
- “Por cierto y por suerte, sí las hay. La escritura académica -entre nosotros- reclama fuentes convencionales que responden a un canon globalizado y poco permeable, en general, a las corrientes profundas que circulan en la mente contemporánea, muchas veces no conscientemente articuladas. Parte de la decadencia en la que se encuentra hoy la literatura (y particularmente la poesía) proviene de la intrusión y la prepotencia de los académicos -sobre todo en la crítica dentro del campo literario-”.

¿Qué consejos le daría a quien desea iniciarse en la investigación en el campo de la lingüística?
- “Que nunca se olvide que la exploración de la estructura maravillosa del lenguaje no debe hacernos soslayar la naturaleza sagrada de su vínculo con nosotros mismos, con los otros y con el Cosmos”.

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IVONNE BORDELOIS
Poeta y ensayista.

Luego de graduarse en la UBA, continuó su carrera como lingüista en Francia, Estados Unidos y Holanda. Se doctoró en el MIT, con la dirección de Noam Chomsky. Fue amiga de Alejandra Pizarnik, con quien realizó traducciones y entrevistas para publicaciones nacionales e internacionales.
Ha publicado, entre otros libros, “El alegre Apocalipsis” (1995), “La palabra amenazada” (2003), “El país que nos habla” (2005), que recibió el Premio de Ensayo de Sudamericana y La Nación, y la “Etimología de las pasiones” -traducido al italiano y al portugués- (2007). Con Cristina Piña, en 2014, publicaron una nueva edición de la “Correspondencia Pizarnik”.

JUAN PÁEZ
Escritor, docente e investigador.

Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Jujuy. Realizó numerosos cursos sobre periodismo, entre los que se destaca un Posgrado Internacional en Escritura: creatividad y comunicación (FLACSO). Es autor de libros de poesía: “Música para aeropuertos”; “Cuando vengas, te cuento” y, junto al artista plástico Pablo Vinet, “Una habitación dorada”. Además, publicó “La hija del inventor”, un libro que reúne las entrevistas realizadas a escritoras y escritores de distintos puntos de la Argentina.



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