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La Argentina del futuro será una construcción colectiva o será nada

Por el Coronel Gabriel De Senzi



El sitio web de la RAE nos explica que la palabra procrastinar viene del latín “procrastinare”, donde “pro”, es adelante, y “crastinus”, el futuro, y significa la acción de retrasar las actividades que deben atenderse.

La procrastinación argentina fundamental ha consistido en posponer la tarea esencial y urgente en lo político y social: construir un gran acuerdo nacional de largo plazo con objetivos nacionales, que permita enfocarnos en el camino al desarrollo generando riqueza.

La actual división política y social de la nación puede y debe ser superada con un Proyecto Nacional concomitante. Un proyecto superador en el tiempo de gobiernos de distinto signo político, que nos ponga en el camino de la generación de la riqueza. No habrá desarrollo sin generación de riqueza. No es suficiente con “alcanzar consensos mínimos necesarios”. La economía real, la productiva, es dominada por la política. La visión política cortoplacista, enfocada en ganar elecciones cada dos años regularmente se vale de ardides financieros que buscan resultados inmediatos y que postergan la tarea fundamental de obtener un crecimiento auténtico y sólido de la productividad y empleo.

La división debe ser superada con una cuota de grandeza de todos los actores de la vida nacional, renunciando a proyectos personales y sectoriales en pos de un proyecto que nos abarque a todos. Sin Proyecto Nacional no habrá salida a la actual coyuntura. Es difícil rotular y caracterizar a quienes están a ambos lados de la grieta, pero está claro por enseñanza histórica desde el derrocamiento de Irigoyen hasta hoy que ninguna de ambas visiones de país podrá construir un país para sí, a su imagen y semejanza. Cien años de violencia política, golpes de estado, derramamiento de sangre entre hermanos nada nos han enseñado.

Sin un horizonte de certezas acordadas para el largo plazo, nadie se pondrá a trabajar e invertir, sea argentino o extranjero. Ni el emprendedor más pequeño piensa a tan sólo 4 años, mucho menos las grandes inversiones. Algunas, como las mineras, petroleras -gas y petróleo- o de energía son pensadas a 20 o 30 años. El desarrollo es el crecimiento armónico e integral de todas las partes de un país, pero no se puede pensar en desarrollo sin crecimiento económico. Este depende de inversiones sean nacionales o extranjeras que sólo ocurrirán en un marco de certezas y condiciones favorables para el largo plazo. Entender esto y concretarlo urgente, puede ponernos en marcha mañana. El no entenderlo produce el efecto actual: las inversiones prefieren otros destinos, y la falta de expectativas produce tanto el abandono del país de los capitales instalados, como que los mismos argentinos inviertan en el exterior.

La confianza en un sólo gobierno no alcanza para poner el país en marcha. Se requiere de objetivos nacionales compartidos y acordados, concretos, medibles y alcanzables. Aquellos expresados en el Preámbulo de la Constitución son apenas expresiones de deseo. El camino al desarrollo es largo, requiere la acción en el tiempo de varios gobiernos que deben ir alcanzando objetivos en forma secuencial y progresiva.

Un Proyecto Nacional permitirá trabajar sobre políticas de estado operacionalizadas en planes que creen las condiciones necesarias de infraestructura crítica para el desarrollo. Dicha infraestructura es muy cara, requiere de mucha inversión y llevará mucho tiempo, teniendo en cuenta el atraso argentino. Estamos hablando de obras importantes tales como aquellas para generar energía, transportarla y distribuirla, construir sistemas de transporte ferroviarios que conecten las provincias y regiones entre sí y con los puertos, nuevas rutas y autopistas, gasoductos, oleoductos, acueductos, aeropuertos y puertos, nuevos parques industriales, etc.

Del mismo modo en que un cuerpo necesita de todos sus órganos, todos los sectores de la vida nacional, sin prejuicios ni omisiones, deben aportar lo suyo a un Proyecto Nacional, incluyendo a las Fuerzas Armadas, que han demostrado nuevamente estar integradas a la vida nacional y ser parte del mismo pueblo. Han hecho aportes estratégicos al desarrollo nacional y poseen la capacidad remanente de hacerlo.

Estamos hoy en una situación similar anterior al abrazo Perón-Balbín, quienes en representación del antagonismo argentino entendieron que la Argentina del futuro debe ser una construcción colectiva o será nada. De 1973 a hoy, ha pasado casi medio siglo de postergación de la tarea esencial.

La sociedad argentina ha quedado detenida en el tiempo discutiendo su pasado. Nuestro presente es en gran parte fruto de la falta de unidad nacional, que nos ha dejado sujetos a proyectos políticos sectoriales y cortoplacistas. No se construye futuro sólo discutiendo el pasado. Aprendamos la lección porque ha sido muy cara.

La Argentina del futuro será una construcción colectiva o será nada.



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