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Mauricio, agente del recontraespionaje y casi tan torpe como el Superagente 86

Una columna de Mario Brignole



Los que somos parte de una generación, hemos reído con ganas con las peripecias del Superagente 86, del recontraespionaje, sus extraños compañeros y aún sus más torpes rivales de la agencia CAOS.

Hoy, al leer los diarios y ver las noticias, cada día aumenta más nuestra sorpresa.

Según informan los medios, durante su presidencia, Macri usó la estructura de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) para montar una red de espionaje ilegal que espiaba y perseguía a opositores, a jueces y periodistas, a sectores de su propio partido, a empresarios, sindicalistas y activistas sociales, incluso a obispos y curas.

Esto es de una gravedad inusitada, constituye un delito penal agravado por ser su autor el Estado, que debe evitar que ello suceda, y con la intervención directa del propio presidente, lo que surge de las documentaciones que tiene la Justicia, de las reuniones de la Mesa Judicial, el grupo organizado para esta tarea delictiva.

Tal vez para muchos de nosotros, que no simpatizamos con Macri, no sea sorpresa que lo haya hecho.

Hay antecedentes y documentados en tal sentido.

Lo que sí nos sorprende es la torpeza de su accionar: como el ladrón que olvida su DNI en el lugar del delito han quedado pruebas documentales de la operación. De allí mi comparación con el gracioso personaje de Maxwell Smart, el Superagente 86 del recontraespionaje.

Sólo que Macri no es simpático, sino altamente peligroso.

Emulando a la dictadura

Emulando las acciones de la dictadura militar de Videla, con la que vemos muchas semejanzas, al punto de que sus seguidores anticuarentena reivindican a Videla en las marchas, usar la estructura de seguridad del Estado para espiar a los ciudadanos constituye uno de los delitos más gravosos para la existencia de la democracia.

En ese refrito de contradicciones del círculo chico del poder macrista, quienes hacían una bandera de los valores republicanos en los hechos la violaron groseramente y valga como ejemplo que Patricia Bulrich (exmontonera) hoy descalifique a un científico llamándolo terrorista como el Dr. Cahn, y que Carrió, autonominada como fiscal de la república, sea parte de las operaciones de esos grupos de tareas tal y como surge del caso D’Alessio, todo lo cual indicaría que se trata de una patología compartida por este grupo de personas.

Me causa verdadera preocupación que medios de difusión y periodistas reconocidos hayan sido parte activa de estas operaciones que usaban el fruto de estas tareas de espionaje ilegal, y que incluso algunos, como Majul, las difundiera al aire para ganar un punto extra de rating.

Recordará el lector como este comunicador explicaba que al correr en un parque público, una persona anónima le alcanzó la grabación de conversaciones privadas de la expresidenta con Parrilli. Al cabo, tan inverosímil y propio del guión de la serie del Agente 86.

Más allá del impacto político y de la gravedad institucional de estas cuestiones, se evidencia una patología en extremo peligrosa de parte de Macri.

Las escuchas no sólo afectaban a opositores, periodistas y activistas sociales. Espiaban a periodistas afines, porque evidentemente no confiaban mucho en ellos. Pero también espiaban a Larreta, Monzó y otros líderes del PRO. No se salvaron ni los propios, porque al parecer no eran tan propios como suponíamos.

Quienes coparon las calles con cacerolas para defender a la república la hicieron puré con sus acciones antidemocráticas y delictuales, y con tanta torpeza que dejaron huellas documentadas. Como diría un viejo amigo… ni para espiar servían.

No me sorprende de Macri. Muchos argentinos de frágil memoria olvidan (cegados por el odio que les supieron inculcar) que antes de ser presidente, como jefe de Gobierno de CABA, montó una organización similar, pero de menor envergadura, con el Fino Palacios, que espiaba a media ciudad, incluyendo a su propia hermana por conflictos de herencia.

Y no es que a mí me parece…tenía 250 procesos penales en curso y en una causa tenía proceso firme. Causa que, una vez electo presidente, los amigos de la Justicia supieron revertir en poco tiempo.

Pero los procesos existieron y marcan una tendencia.

En estas nuevas revelaciones, casi un lustro después, otra vez espiaban a un familiar, una hermanastra, otra vez por problema de herencia de papá Franco Macri.

Parece cada vez más probable la existencia de la lawfare o guerra judicial, por la cual estos grupos de tareas del gobierno espiaban ilegalmente a opositores y a empresarios y usaban información ilegalmente obtenida para, previa difusión en medios amigos (el multimedios y Lanata), iniciar causas judiciales para desprestigiar a la oposición e incluso como se evidenció en el caso D’Alessio para extorsionar a empresarios.

Recordemos que D’Alessio solicitó al empresario que lo denunció, con grabaciones judiciales, 300 mil dólares para el fiscal Stornelli para que éste se compre una casa en un balneario de la Costa.

Y que se agrava al recordar que al juez que lo procesó (Ramos Padilla), Macri en la pantalla de los medios públicos exigió que lo echen, y que sólo la intervención de la Corte Suprema salvó al juez de que se concrete esta amenaza. Cabe aclarar que tres de los cinco ministros de la Corte Suprema figuraban en la computadora y archivos de D’Alessio como espiados.

El Superagente 86 alegró mis tardes como joven y me hizo sonreír. Lo de Macri no me da risa, sino angustia.

Sin invadir el campo de la psiquiatría, que alguien necesite espiar a propios y extraños como conducta habitual hace tal vez necesario sugerir la necesidad de un tratamiento psiquiátrico a nuestro expresidente; no vaya a ser que este país de tan corta memoria le vuelva a entregar algún día la conducción de nuestra sufriente patria.

Que el que se quema con leche ve una vaca y llora.



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