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¡Gracias, papá!

Una columna de Tona Galvaliz



Bert Hellinger fue un terapeuta alemán contemporáneo, fundador de las Constelaciones Familiares, método de solución que busca reubicarnos en el lugar correcto dentro de nuestras familias, que son un sistema, cuyo creador no lo considera una psicoterapia.

Su estructura teórica se apoya en lo que se llama Órdenes del Amor, constituido por una serie de reglas orientadas a favorecer el equilibrio, orden, jerarquía y flujo del amor dentro de un sistema, grupo familiar, organizacional o de otra índole.

En la constelación familiar, el padre ocupa un lugar diferente a la madre.

Como hijos necesitamos de un padre, quien representa la autoridad, la firmeza, la decisión, el amparo.

La niña necesita la figura paterna. Con ella formará la idea de lo que es un hombre, traspasando sentimientos provenientes de la relación con su padre, para luego volcar en la relación con quien será su esposo, necesitando que su padre le establezca normas para la vida.

El niño necesita del padre. Por su intermedio logrará la categorización de género, aprenderá lo que es apropiado y esperado por la sociedad respecto a los papeles del género. El padre es quien ayuda al niño a lograr la autonomía, afecta el desarrollo cognitivo y sobre todo lo prepara para formar parte de una sociedad, marcando pautas morales y estableciendo límites.

Invito al lector a que se dé la oportunidad de agradecerle a su padre por la vida y haga las paces con él, con sincero corazón. Tome, honre y reconozca a su padre como tal, aunque no lo haya conocido, se encuentre vivo o fallecido.

¿Cómo honrar, agradecer y tomar a un padre que ha maltratado, abandonado o abusado de algún modo a su hijo?

La vinculación con nuestros padres nos marca para toda la vida. Proyectamos en nuestras relaciones con los demás las heridas y las situaciones abiertas con nuestros padres.

Para llevar una vida plena, es necesario honrar a nuestros padres, estar sin resentimiento, reclamos o críticas hacia ellos.

Sólo de esta manera podemos asumir nuestras responsabilidades como adulto, porque el grado de amor y de respeto que sentimos por él, influye en nuestra autoestima y realización.

“Honrar a los padres significa tomarlos tales como son, y honrar la vida significa tomarla y amarla tal como es: con el principio y el final, con la salud y la enfermedad, con la inocencia y la culpa” (Bert Hellinger).

La palabra padre viene del latín pater, que significa “defensor o protector”, ésta es una de sus funciones principales.

A veces, el padre no es respetado por la madre, impidiendo, consciente o inconscientemente, que los hijos tomen todo lo que su padre puede darles, dando pie a carencias emocionales y afectivas que tarde o temprano se reflejarán en la elección de pareja y en la manera en que se relacionarán con ésta.

La falta de presencia del padre está en la base de la mayoría de los problemas sociales actuales más urgentes, desde la pobreza y la delincuencia, hasta el embarazo de adolescentes, abuso infantil y violencia doméstica.

Si bien no siempre es posible contar con la presencia física o emocional de un padre, es importante dar siempre un lugar en nuestro corazón a ese ser que, bajo las circunstancias que fueran, es el 50% de lo que hoy somos y ha tenido un papel innegable para que hoy estemos en la vida.

En una entrevista a Alejandro Jodorowsky sobre este tema dice: “He visto sufrir a tantos hombres y mujeres por la falta de sus padres (…)A un padre ausente lo buscás toda la vida y de todas formas. He visto mujeres que han tenido un padre ausente y siempre han tenido parejas que viven lejos, amantes ausentes para repetir el modelo. Pero, además, hay otro problema que se genera con esto, porque muchas mujeres aprenden a mirar el mundo con los ojos de su madre, y si ésta odia la figura paterna, nunca van a confiar en los hombres. Y si se trata de un hijo criado bajo estas condiciones, será un hijo que tratará de quedarse siempre como un niño, porque pensará que al crecer se convertirá en el hombre que la madre desprecia”.

Nuestros padres, junto a nuestras madres, nos han dado la vida, nos han enseñado a ser las personas en las que nos hemos convertido.

Han entregado lo mejor de sí, poco o mucho, malo o bueno, seguramente dieron su 100% y eso es lo que cuenta. Ambos empujando incansablemente a su modo a que sus hijos cumplan sus sueños, acompañando con sus recursos y posibilidades a lograr una transformación y evolución que permita la superación.

Nuestros padres siguen vivos a través de nosotros, somos su prolongación.

Papá, gracias por todo. ¡Te agradezco mi vida, te reconozco, honro y tomo como eres!



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