I
DICEN QUE NACÍ CON LA BURLA, ESA MUECA EXTRAÑA,
posada en los labios. Que nací con los ojos fijos,
sabiendo que al final todo era broma,
el pozo en el que madre me olvidaba, de sol a sol,
para que no me críe hediondo,
la llama de hueso, el peine de espinas
y la espera ardiente de su pecho.
En cambio, la ira una vez maldijo
que fui yo un bulto violeta
enredado en una tripa verde
y que al amanecer
la rabia es roma y la piedad obsidiana.
Y que no me mató
porque se quedó dormida.
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II
BASTA YA DE REZAR, GARCILASO,
que el Cielo es una burbuja de frecuencias
y engrudos malsanos,
ya no los pastos altos y los luceros;
el Paraíso
un hormiguero de extraterrestres
con el mismo cuchillo en la garganta.
Garcilaso,
muñeco mestizo,
acertijo deforme,
sal en la herida,
deja ya de rezar y regresa,
rememora o trae contigo
lo poco que en tus niñeces
hubieres del ungüento,
bebido la fantasma,
hundido la curiosidad en la memoria
como la cuchara en un embrujo.
Hace lustros que desconfío estas criaturas
que ahora vuelan,
porque nadie nada sino reflejos
que van a la deriva
y porque el sol
-del que se preciaban descender tus parientes-
era un espejo cautivo.
Garcilaso,
bastardo a dos bandas,
búscame por los arrabales,
volvamos a jugar que éramos
aquellos niños en runas nuevas,
querido amigo.
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IV
LA INFORMACIÓN ES UNA MUCHACHA CIEGA
que viaja sola por la ruta de los forajidos.
Y si la palabra tiene algo de mentira
la traducción regresa a la escena
del crimen, como un asesino
al espanto de los cartógrafos,
a la risa incontenible
de los niños en la doctrina.
Yo soy el que hace los resúmenes,
la paciencia infinita
y el cielo rojo que acabará en el barro.
He visto erosionarse las montañas,
ahora salto hacia el cardúmen.
En mi garganta sólo queda el muerto
que dice:
en el túnel de lo extremadamente pequeño
la información es una muchacha ciega
que viaja sola.
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V
LOS AMIGOS IMAGINARIOS SON LOS MEJORES
ya no mueren, se conforman con poco,
la ilusión en las cumbres de Humaya,
la grana que queda
cuando se labra una esquina.
Los amigos imaginarios
se van sin que los escuches
y vuelven sin que los llames,
a menudo con encargos:
“…búscame aquello de la esmeralda que cortaron
porque afeaba
y que regalaron a mi cara de sorpresa
y nuestras opiniones atrevidas”.
Como todos los amigos, incomodan un poco.
Ahora vivo en mi casa y no salgo
porque no es necesario,
porque me gusta aquí adentro.
Los amigos imaginarios son los mejores,
nadan en pozas de una infancia
que supo ser nuestra.