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Malvinas Argentinas

“De un día para otro se nos fue la juventud”

El 2 de abril de 1982 se iniciaba la guerra de Malvinas. Allí, miles de jóvenes argentinos ofrendaron sus vidas por su Patria, sin ningún miramiento, casi sin pensar a lo que se exponían. Esa eterna predisposición “argenta-futbolera” de dejar “todo por la camiseta” es una buena síntesis de lo que ocurrió. Y en esto de relacionar un combate bélico con fútbol, asoma la figura de César Molina, jugador de fútbol, dirigente deportivo y veterano de guerra que repasó parte de todas esas vivencias, 38 años después.



Cuando uno escucha hablar de “juventud”, de “adolescencia”, es como que automáticamente se abre un mundo. Un mundo de sueños, de desafíos, de proyectos. Pasa esto también en el ámbito deportivo. Un pibe a los 18 años puede estar jugando en Primera. Por ahí si es un fenómeno, capaz llegó a los 16. Pero está claro que hay una vida para con el deporte por seguir construyendo.

En Argentina, hace 38 años, los sueños de juventud y adolescencia de los pibes sufrieron una abrupta transformación. Una guerra, una apetencia de adultos, los condenó a, tal como lo dice hoy César Molina, que “de un día para otro se queden sin juventud”. Se hicieron hombres, allí, en un campo de batalla, no en la cancha; a los tiros, no entre goles; entre explosiones, no con una gambeta; entre el frío de las Islas Malvinas, no entre el cálido aliento de sus hinchas en una tarde de campeonato.

César Molina es hoy presidente del Club Atlético Junín, un club clásico de barrio -el Independencia- que ha sumado años en nuestra Formosa con el fútbol de veteranos y el fútbol de salón. Molina, “Pitingo” para los amigos, desembarcó en las Malvinas el 6 de abril de 1982 y allí estuvo hasta el día de la rendición, el 14 de junio del mismo año. Entre el recuerdo de la “inconsciencia” con la que vivió cada uno de esos días y el orgullo y felicidad que hoy siente por lo que hicieron esos argentinos, se animó -¡cómo no lo iba a hacer!- a recorrer esa historia en Ovación Radio -FM VIVA 102.3- justo un 2 de abril.

¿Qué es un 2 de abril para Molina? No duda: “Es una fecha importante, no sólo en el pensamiento mío, sino en el de todos los argentinos, una fecha tan cara a los sentimientos y una fecha para honrar a todos los hermanos que con 18 años fueron y ofrecieron sus vidas para defender un territorio que por historia nos corresponde”.

Recordó cómo fue su camino a las Malvinas: “teníamos que salir un fin de semana de franco, no nos dejaron y el lunes nos comunicaron que ya habían tomado las Malvinas. Partimos el 4 de abril de la base naval Puerto Belgrano rumbo a Malvinas, previa escala en Ushuaia donde pasamos una noche con los comandos, y al día siguiente partimos en los Hércules C130”.

El sentimiento en ese momento, para esos jóvenes está lleno de inocencia: “en aquella época no pensamos lo que íbamos a hacer y que iba a quedar en la historia de todo argentino. De un día para otro se nos fue nuestra adolescencia, nuestra juventud y pasamos a ser hombres con una guerra atrás. En aquella oportunidad fue muy doloroso, pero hoy estamos felices de haber participado de la recuperación de nuestras Islas Malvinas”.

Como se mencionó, el 6 de abril pisó el archipiélago: “Llegamos a Malvinas ese día, de ahí fuimos a unos hangares donde estuvimos unos días, hasta que llegó toda la compañía y salíamos al campo a hacer el trabajo de ingenieros, colocar minas explosivas, trampas, minábamos las costas de las islas para que no desembarquen los ingleses”.

El 1° de mayo fue su bautismo de fuego. Relató que fue “con el bombardeo naval y aéreo de los ingleses. Estuvimos en los pozos de zorros rezando para que no nos caiga ninguna bomba antiaérea ni una bomba de los ataques navales. No nos dábamos cuenta del tamaño del trabajo y esfuerzo que estábamos haciendo, por la edad que teníamos. Trabajábamos día y noche, teníamos que estar atentos a que no nos ataquen los gurkas porque eran especialistas en atacar de noche”.

El miedo a la muerte era algo recurrente, contó Molina: “la verdad que sí, uno constantemente pensaba en que no te caiga una bomba, un torpedo o ser alcanzado por la artillería de ellos, que te hacían fuego hasta desde los helicópteros a las posiciones nuestras”.

El día de la rendición fue el 14 de junio, jornada que encontró a Molina y a sus compañeros en pleno frente de combate: “estábamos peleando en Monte Tumbledown, una de las últimas batallas de Puerto Argentino. Cuando nos íbamos replegando, inclusive el jefe nuestro, que fue condecorado, teniente de corbeta Héctor Miño, misionero, de 25 años en aquél momento, fue herido en combate; lo trajeron unos compañeros míos y cuando veníamos replegándonos alzábamos los cuerpos de los compañeros que fueron alcanzados por la artillería. En ese momento uno no pensaba en eso, pensábamos en salvarnos y tratar de llegar a Puerto Argentino lo antes posible. Ese 14 de junio, que fue el día de la rendición, a las 10 de la mañana, no se escuchó un tiro en Malvinas. Llegamos al pueblo y el pueblo estaba rendido. No lo podíamos creer. Por un lado estábamos contentos porque estábamos con vida, pero llegamos a Puerto Argentino y estaban todos los ingleses. Veníamos de 5 días seguidos de combatir sin dormir, ni comíamos en esos días porque nos atacaban de noche y de día hacíamos campo minado”.

Con el fin de la guerra, a su familia le tocó pasar por un momento aún más crudo ya que “Pitingo” Molina no aparecía en ninguna lista de sobrevivientes: “en ese entonces yo vivía en Buenos Aires y hacía dos o tres años que no volvía a Formosa. En Puerto Argentino, con la rendición y cuando se daban los datos, me daban como desaparecido porque no me encontraban en ningún listado. Tenía una hermana que vivía en Buenos Aires, fue ella la que recorrió donde yo fui y después le pasaron el listado que estaba con vida. Vine a Formosa en septiembre de 1982, cuando cumplía 21 años; el 15 es mi cumpleaños, y el barrio donde yo vivía, Independencia, me organizó una fiesta de bienvenida. Me acuerdo que bajé del colectivo frente al cementerio, en la avenida 25 de Mayo, y venía caminando por la Jujuy y ya la gente parece que sabía y salieron a aplaudirme y recibirme, fue impresionante”. El héroe del barrio, de la ciudad, de la provincia, de un país, volvía a casa. Y no llegaba con una copa de campeón del mundo en los brazos o con una medalla por haber sido el mejor jugador del campeonato. No. Eso, en 1982 no estaba reservado para los pibes de esa edad. Ellos estaban destinados a quedar en la historia de su país como otra clase de héroes. Unos héroes que se quedaron sin juventud de un día para otro y que, a pesar de tanto, en muchas ocasiones tienen, hoy, tan poco, cuando lo que merecen es honor eterno y no sólo cada 2 de abril del almanaque.

El fútbol y Malvinas

Siempre se habla del Argentina-Inglaterra en el Mundial de fútbol de México 1986. Los dos goles de Maradona; vencerlos. Apenas a 4 años de esta otra historia.

¿Qué fueron esos dos goles argentinos de Diego Maradona para un excombatiente? A César Molina se le llena la voz de felicidad: “Nooooooo, el gol que Maradona le hizo a los ingleses fue lo más grandeeeee. Yo lo festejé como si le hubiésemos ganado la guerra. Estaba en mi casa donde hoy vivo, en el Guadalupe, no sabía qué hacer de lo contento y feliz que me sentía al haber ganado ese partido, y más a los ingleses”.

El fútbol estuvo y está en la vida de Molina. Para él, después de Malvinas, “jugar al fútbol fue un alivio, jugué en un equipo del barrio Independencia, el Club Atlético Junín, y hasta ahora soy el presidente desde hace más de 25 años. Tenemos cuatro categorías de fútbol de veteranos y también tenemos fútbol de salón”.

Volviendo a sus días en Malvinas, dejó algunos extras para escucharlo: ¿De dónde sacaban fuerzas? “Ni yo entiendo de donde saqué las fuerzas. Es increíble pero tener la fe en Dios, eso es lo que me llevó a regresar con vida”.

¿Volver a Malvinas? “Tuve la posibilidad, pero no quiero volver, lo digo de corazón. Me trae gratos recuerdos y malos recuerdos”.

El pos Malvinas: “Pasé dos años muy mal, no me podía recuperar, cualquier cosita que explotaba fuerte me asustaba. Tenía pesadillas. Gracias a Dios, no necesité ayuda psicológica, nada más que la fuerza de mi familia y sacamos todo adelante”.

Su mensaje: “Tenemos de todo en este país, Argentina es un país generoso, pero le quiero recordar al pueblo, a la juventud, que no se olviden que hubo formoseños y argentinos que defendimos la soberanía nacional. Hoy somos viejos, pero fuimos y pusimos el pecho, como dice nuestro Himno Nacional, ‘O juremos con gloria morir’ y muchos compañeros cumplieron, murieron por defender nuestra soberanía. Y eso quiero que no lo olvide nuestro pueblo formoseño y que reconozcan que hay formoseños y que hubo cuatro formoseños que murieron, dos gendarmes, Víctor Herrero y Ramón Acosta; dos marineros que murieron en el Crucero General Belgrano; ellos ofrendaron sus vidas y que no se olvide de eso Formosa”.



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