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Transgresiones



Ante los incumplimientos que se observaron en el marco de la cuarentena, hay que recordar que hace tiempo se viene señalando en este diario y en muchos otros medios de comunicación que existen numerosas conductas inapropiadas que se han vuelto habituales en buena parte de la ciudadanía argentina. Diversas acciones cotidianas deberían ser analizadas internamente por cada uno de nosotros para luego, con la cooperación de todos los sectores involucrados, reducirlas, antes de que se extiendan de tal manera que se vuelvan irreversibles, al igual que sus lamentables consecuencias.

Varios expertos en áreas como la Psicología y otros campos de conocimiento han resaltado que si la transgresión se naturaliza y se convierte en ley, la Justicia como institución se pone a su servicio. Es decir, deja de velar por el cumplimiento de las leyes, normas y reglas de convivencia, se despreocupa por la vigencia de la equidad, protege al transgresor y deja librada a su suerte a la víctima de aquél.

Thomas Hobbes afirmaba: “Antes de la existencia de la ley no hay transgresión”. Esto significa que desactivar y desbaratar la ley nos devuelve a un estado tribal, en el que se impone el más fuerte, el más astuto, el más tramposo, el más egoísta.

En la Argentina, esa hipótesis se ha ido convirtiendo en una realidad cotidiana. Un conocido escritor dijo que para muchos, los delitos cometidos por funcionarios públicos son considerados inevitables y hasta tolerables. Un gol con la mano se conmemora mucho más que otro tanto (en el mismo partido y a cargo del mismo jugador) que fue una obra de arte futbolística. Por ello, hoy cualquier transgresor, en cualquier ámbito (política, deporte, farándula, etcétera) encuentra inmediatamente defensores.

Otra muestra de las consecuencias de la “cultura de la transgresión” es la cantidad de vidas que se pierden en incidentes viales debido a maniobras prohibidas, consumo de alcohol o drogas, circulación a velocidades no permitidas y otros actos de irresponsabilidad.

Como advierten distintos autores, cuando la transgresión se naturaliza y se convierte en norma, no hay ley. Sin ley no hay justicia. Sin justicia no hay convivencia ni un futuro posible, para ninguna sociedad. Las pequeñas transgresiones cotidianas se vuelven terreno fértil para irregularidades mayores, con efectos que la Argentina está sufriendo en el contexto actual.

Por lo tanto, es tiempo de que todas aquellas personas interesadas en tener una mejor calidad de vida, aunque no ocupen cargos de relevancia pública, procuren mejorar su conducta cotidiana, señalar lo que es incorrecto e inculcar a los menores este tipo de actitudes, para que el día de mañana las pequeñas, medianas y grandes transgresiones dejen de naturalizarse, y pasen a ser hechos reducidos, puntuales y condenados por las mayorías. No es un ideal inalcanzable, sino un objetivo que la comunidad en su conjunto puede lograr si en vez de actuar como seres individuales y alienados, los argentinos y argentinas comenzamos a comportarnos como ciudadanos y ciudadanas. Debemos construir una sociedad comprometida con reconocer las equivocaciones y avanzar hacia situaciones personales y colectivas que sean realmente constructivas.



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