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Chupetes electrónicos



La extraordinaria revolución tecnológica de las últimas décadas ha favorecido la aparición de nuevos contenidos, formatos y plataformas de distribución que han modificado el consumo de las producciones audiovisuales y los juegos infantiles que se descargan por Internet.

En días de cuarentena resultan particularmente atrapantes las películas y series que se emiten en continuo (streaming). Miles de familias y en Formosa siguen con apasionamiento los capítulos de estas últimas, esperando el desenlace de una situación en conflicto; o se someten a verdaderas “maratones” frente al televisor o la tablet, seleccionando filmes de ayer y hoy entre infinidad de títulos que ofrecen estos modernos servicios.

Este consumo compulsivo, aunque pueda tener cierta lógica y hasta encontrar justificativos en tiempos de pandemia, en líneas generales no es bueno. Si para los adultos es un problema poner límites, el desafío es mucho mayor con los niños y niñas que viven virtualmente “secuestrados” por las pantallas de sus celulares, a través de las cuales tienen acceso no sólo a infinidad de juegos sino también a contenidos impropios para su edad.

Estas prácticas afectan la calidad de vida, sobre todo de las personas en desarrollo. Algunos contenidos en particular, como los videojuegos, tienen una forma de consumo que puede implicar la pérdida de control. Por ello fueron incluidos en categorías diagnósticas por algunos organismos especializados.

Estas nuevas expresiones de dependencia deben tener abordajes integrales que incluyan a las familias, que protagonizan a diario situaciones de tensión en torno a esta problemática con sus hijos/as más pequeños/as. La clave, como siempre, está en la prevención, aún cuando las circunstancias parezcan indicar que vale cualquier recurso en aras de mantener entretenidos a los más chicos.

La pregunta es cómo puede intervenir un padre o una madre en el uso o abuso de los videojuegos. En primer lugar, como aconsejan los especialistas, sería adecuado que los mayores comprendiesen que los teléfonos móviles y otros dispositivos no son chupetes con los cuales hacer callar a los/as pequeños/as. Ni formas de entretenerlos/as para que no molesten.

El problema, claro, es que muchos adultos se rasgan las vestiduras cuando es tarde, después de que ellos mismos (padres, madres, tutores, cuidadoras y docentes) propiciaran el uso abusivo de las nuevas tecnologías, y luego de ellos mismos estar atrapados en el consumo compulsivo de distintas ofertas audiovisuales.

Nuestros/as hijos/as aprenden por imitación; esto significa que es fundamental la enseñanza, provocada por el ejemplo familiar. Padres y madres que en la mesa miran sus teléfonos móviles no tienen autoridad moral para intervenir en el uso problemático de los videojuegos, ni de ninguna otra tecnología.

Las nuevas formas de recreación y de entretenimiento para grandes y chicos sirven para matar el aburrimiento durante el aislamiento obligatorio. Pero aún así debe remarcarse la necesidad de educar para su consumo, a fin de evitar efectos secundarios indeseados.



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