Las numerosas y diversas cuestiones urgentes que afectan a la Argentina y que deben ser resueltas por los gobernantes actuales no deben alejar a las autoridades de aspectos fundamentales para el progreso de la ciudadanía, como crear las condiciones necesarias para que cada persona pueda ejercitar e incrementar sus capacidades de desarrollo laboral.
Como afirman varios expertos, algunos de sus principales retos en un mundo cambiante e interconectado tienen que ver con la necesidad de incrementar nuestras habilidades y conocimientos, nuestra innovación y creatividad. Porque si los argentinos y argentinas queremos prosperar en un entorno global y dinámico, es vital que demos lo mejor de nuestros recursos, que es imperioso identificar e intensificar.
Así, se considera que los Estados y las instituciones en general tienen un rol primordial en la creación de un contexto en el que cada persona tenga la oportunidad de ofrecer lo mejor de sí. La prosperidad personal y de la comunidad va a depender del aprovechamiento cabal del talento de sus ciudadanos y ciudadanas. Alentar y colaborar unos con otros para potenciar sus capacidades será crucial para el devenir personal y de la sociedad en su conjunto.
Así, hay que aclarar que el progreso individual y comunitario de la ciudadanía no se logra sólo abriendo y sosteniendo centros de capacitación en oficios, escuelas, instituciones terciarias o universidades, sino también actualizando contenidos, reformulando estrategias pedagógicas e incluyendo todo el accionar público y privado vinculado con estas cuestiones en una estrategia de Estado, pensada para lograr resultados claros y permanentes en el mediano y largo plazo. La experiencia demuestra que las iniciativas fructíferas pero desarticuladas con otras áreas solo dejan beneficios en el corto término y evidencian la ausencia de políticas públicas sustentables y superadoras.
En este escenario, especialistas recomiendan tener en cuenta algunos aportes que la ciencia ha efectuado en los últimos años y que permitieron facilitar la elaboración de medidas eficaces para apoyar a las personas, las familias y las organizaciones en la construcción y mantenimiento de su bienestar.
Una de esas contribuciones es la idea del “capital mental”, que abarca los recursos cognitivos y emocionales de una persona: su capacidad cognitiva, de aprendizaje flexible y eficiente, las habilidades sociales y de adaptación frente a los desafíos y tensiones del entorno. Por lo tanto, condiciona su calidad de vida y la manera en que es capaz de contribuir eficazmente a la comunidad. Este concepto debe ser articulado con lo que hoy se entiende como “saber” y como “aprendizaje”. Porque los cambios que atraviesan las sociedades hoy en día hacen que los saberes deban ser actualizados de manera más frecuente, y que se extienda el razonamiento de que lo importante no sólo es matricularse en una especialidad, sino “aprender a aprender”. En otras palabras, ser flexible a la adquisición de cualquier conocimiento nuevo que sea inherente a la profesión que se va a desempeñar o a las obligaciones de cualquier ciudadano o ciudadana.
Estos nuevos análisis confirman la necesidad de que las autoridades y otros sectores involucrados en el desarrollo social de la población trabajen en conjunto y con miradas estratégicas, enterrando mezquindades sectoriales o prejuicios ideológicos, para construir las alternativas propicias para que nuestro país logre altos niveles de auténtica inclusión social y de promoción a las habilidades prácticas e intelectuales de las mayorías, en el marco de una sociedad integrada y dispuesta a progresar.