Ante el preocupante crecimiento en las escuelas del desafío viral denominado “Rompe cráneos”, La Mañana en Vivo se comunicó con la psicóloga Lilian Elías Aguirre, una especialista en la materia que ayudó a analizar cómo se desatan estos fenómenos violentos a través de las redes sociales y qué consecuencias físicas pueden provocar en los jóvenes que se atreven a cumplirlos.

En la entrevista radial, la psicóloga mencionó como primera y principal recomendación, no difundir por las redes los videos del reto ni muchos menos mostrar a los menores como método de concientización. “Involuntariamente, se termina promocionando un juego peligroso, despertando el interés o incentivando la curiosidad de los jóvenes. Se tiene que hablar del tema, pero sin la necesidad de exhibirlo. Se puede abordar el fenómeno con los hijos pero evitando las imágenes violentas”, sugirió.

Para Elías Aguirre, este juego peligroso que comenzó en escuelas de Venezuela y se masificó en otras partes del mundo, tiene una dinámica similar a los retos del Momo y la Ballena Azul, dos fenómenos juveniles que dejaron consecuencias fatales en algunos casos.

Como segunda recomendación, la especialista apuntó a los padres, a los responsables de los menores que se animan a practicar un desafío sumamente peligroso: “Una caída de este tipo puede provocar daños severos e irreversibles, como fracturas de cráneo, hematomas, desviación de vértebras, traumatismos lumbares y tantas otras lesiones corporales.

Por eso, la presencia de los padres para dimensionar el fenómeno tiene que estar muy cerca, concientizando a sus hijos sobre las consecuencias que puede acarrear, no sólo en lo físico, sino en lo económico y lo civil, porque una macana puede terminar en un gran problema para todos”, señaló.

Conductas desafiantes

Para comprender cómo un desafío tan dañino y peligroso se magnifica y replica como una moda en los jóvenes, Elías Aguirre apeló a su conocimiento en psicología para explicar su origen. Por identificación de pares y la edad madurativa, a los chicos les atrae el riesgo; no piensan en las consecuencias, accionan y reaccionan. Somos los adultos los que tenemos que mediar en esta dinámica instantánea y poner una pausa en sus decisiones.

Somos los responsables de no naturalizar la violencia e involucrarnos en sus procesos de identificación social, conociendo qué consumen en las redes, en internet, cuáles son sus amigos virtuales, concientizando sobre los alcances de estas herramientas y sobre todo, descubrir los hábitos comunicacionales y de entretenimiento. Es la manera de acompañarlos”, concluyó.