En ciudades como esta capital, la sombra adquiere un valor supremo cuando el fogoso sol de verano eleva la sensación térmica por encima de los 40 grados. Aunque no hacen falta temperaturas extremas; basta con que el calor apriete un poco para que los vecinos busquen la “sombrilla” protectora de un árbol, sea para caminar o para sentarse a tomar un refrescante tereré entre familiares o amigos.
Los robustos ejemplares de nuestra flora ciudadana no son, por lo tanto, un elemento decorativo del tejido urbano. Todo lo contrario. Resultan esenciales para una vida digna en comunidades como la nuestra, sometida a soles abrasadores durante, por lo menos, seis meses al año.
Claro que no solamente los formoseños valoramos los beneficios de la sombra natural. En muchas otras ciudades del caluroso norte argentino, y en varias del centro del país también, los árboles son vistos como aliados imprescindibles para resistir a las altas temperaturas y llevar una convivencia en sociedad en mejores condiciones.
Sin embargo, no en todos los casos el arbolado público urbano recibe la atención que se merece, tanto por parte de aquellas autoridades municipales que no controlan debidamente su buen estado, como de los vecinos que los atacan o descuidan permanentemente, ya sea talando ejemplares sanos o podándolos fuera de tiempo.
No es el caso de Formosa, donde por suerte en las últimas décadas se ha avanzado en la arborización (recuérdese que hasta los años noventa la propia plaza San Martín y las plazoletas de la avenida 9 de Julio lucían virtualmente despobladas de plantas de envergadura capaces de amparar bajo su sombra a los paseantes); pero hay ciudades donde el arbolado sigue siendo una asignatura pendiente para muchos vecinos.
Hay comunas del país que al relevar sus distintos barrios han encontrado hasta un cuarto de faltante de árboles en las veredas y espacios verdes correspondientes. Lo que detectan esos censos, en general, es que los ejemplares no existen o están muertos, o debilitados al punto de representar un peligro potencial durante los vendavales.
Por eso siempre es conveniente estar atentos y no bajar los brazos en la vigilancia del arbolado urbano, aun cuando creamos que la situación es buena y está controlada. Además de las autoridades, a quienes les compete la responsabilidad de supervisar, los vecinos frentistas tienen una alta responsabilidad en la cuestión. De hecho, y esto se puede apreciar también en Formosa, en algunas veredas ni siquiera está la cazuela donde debe plantarse el árbol.
Como señalamos al comienzo, los beneficios que proporciona la flora ciudadana no nacen de la fantasía romántica de un ecologista. Son datos científicos respaldados por instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que indican, por ejemplo, que los árboles pueden reducir entre dos y ocho grados la temperatura a su alrededor. Además, funcionan como filtros de gases y partículas tóxicas.
La promoción de esta materia es una tarea que nos compromete a todos, si de verdad queremos una vida más saludable.