Si hay un ámbito laboral especialmente reconocido por su informalidad, ese es el trabajo doméstico, uno de los sectores más oscuros y desvalorizados de la economía nacional.
A pesar de los avances normativos de las últimas décadas, y de las políticas de “ampliación de derechos” llevadas adelante por algunos gobiernos, el trabajo en casas particulares sigue mayoritariamente oculto detrás de distintos eufemismos, como el de “ayudar en casa”. De tal modo, miles de familias consideran que las personas que realizan tareas en sus hogares -mujeres en más de un 90 por ciento- no tienen los mismos derechos que el resto de los trabajadores.
Se calcula en más de un 50 por ciento el personal en negro en este sector, lo que en cantidad significa más de 600 mil seres humanos que no reciben vacaciones, ni aportes, ni cuentan con ningún derecho en todo el país.
Para combatir este alto índice de informalidad la AFIP envió en su momento miles de e-mails a contribuyentes que, por sus ingresos, podrían tener alguna persona en su casa realizando trabajos domésticos y no lo habían declarado. En pocas horas, muchos de los que habían recibido el correo blanquearon la situación de unas pocas decenas de miles de trabajadores. Sin embargo, el vaso sigue estando más vacío que lleno, ya que más de la mitad de las personas que trabajan en hogares de familia continúan en negro.
Que el servicio doméstico sea uno de los sectores más informales entre las actividades laborales -pese a que la regularización es rápida porque el trámite es barato y sencillo, lo que no dejaría margen para excusas- tiene que ver, todavía, con desconocimientos de ambas partes.
Muchos empleadores aún creen que podrían enfrentar problemas judiciales a la hora de prescindir de los servicios y disolver el vínculo, y muchas trabajadoras y trabajadores suponen que, de ser regularizados, perderían los beneficios que, paralelamente, reciben del Estado (el salario en blanco de una empleada doméstica sí es compatible con la Asignación Universal por Hijo pero no con la pensión no contributiva, que se paga a quienes no tienen ningún tipo de ingreso).
Especialistas en el tema analizan que si se mira la situación en el mediano plazo, el nivel de registración ha ido mejorando. “Sigue siendo muy bajo, pero ha mejorado. Es un proceso lento. Habría que pensar en otros mecanismos para acelerar el proceso”, sostienen.
Pero al mismo tiempo advierten que el problema de fondo es la invisibilidad de la tarea doméstica. “La invisibilidad del trabajo de los cuidados se manifiesta en su bajo salario, en su carencia de protección social y en esa dificultad sociocultural de reconocerlo un empleo como cualquier otro”, observan.
La Argentina tiene varios frentes sociales y económicos que atender con urgencia. Uno de ellos es el problema del personal de casas particulares que trabaja en la informalidad porque muchas familias -por ignorancia, desidia o mala fe- no cumplen con la ley.
Los derechos laborales deben ser respetados en todos los casos; también cuando se trata de personas que dedican su tiempo y esfuerzo a atender hogares e hijos ajenos.