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La pérdida salarial



Uno de los más importantes desafíos que tendrá la próxima administración nacional será lograr un acuerdo económico y social que permita poner límites a la inflación y conseguir recomposiciones salariales que sean reales y sostenibles, luego de un año en el cual la caída del poder adquisitivo de los asalariados y asalariadas se acentuó, ubicando a más personas por debajo de las líneas de pobreza e indigencia.

De acuerdo a datos suministrados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el salario mínimo real de la Argentina registró durante el primer semestre de 2019 el peor derrumbe de la región, y cayó un 17,4% en el orden interanual; y se espera que la baja sea mayor en el resto del año, teniendo en cuenta las fuertes devaluaciones del peso que se registraron en nuestro país desde el 12 de agosto hasta el 25 de octubre.

Por otra parte, si bien la mayoría de los haberes se vieron afectados por el esquema económico actual y tuvieron actualizaciones que se ubicaron por debajo de la inflación, diversos analistas económicos remarcaron que el salario mínimo fue el que más sufrió durante la gestión de Cambiemos.

En este sentido, se recordó que el haber mínimo alcanzaba los $ 5.588 cuando asumió el presidente Mauricio Macri y llegó a $ 12.500 en marzo de este año, quedando muy por detrás de las subas de precios. Por estos motivos, entre la asunción del Gobierno actual y el mes de julio de este año, acumuló un derrumbe real extraordinario del 33,8%.

Por otra parte, el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) calculó que para fin de año, la caída salarial iniciada en 2015 se ubicaría entre el 19 y el 20% en el sector privado, llegando a una de las bajas más importantes que se hayan registrado en un período democrático en nuestro país.

Entonces, resulta fundamental que a partir del 10 de diciembre cada actor social involucrado en la generación de empleo y en la “formación de precios” deje de lado las especulaciones y las mezquindades, para lograr acuerdos que permitan estabilizar las variables macroeconómicas y marcar un sendero previsible de crecimiento.

Para conseguir esto, se volverá indispensable que de manera clara y definitiva, las principales empresas que fabrican alimentos en la Argentina y que “forman” precios tomen conciencia acerca de la importancia de tener valores finales y márgenes de ganancia que sean razonables y nunca excesivos, para evitar un derrumbe mayor del consumo y del mercado interno, que representa entre el 70 y el 75% del Producto Bruto Interno del país.

En síntesis, se tiene que apuntar al desarrollo de la Argentina sin descuidar la problemática de cada rubro, y efectuando las intervenciones estatales que sean necesarias para fomentar tanto la equidad como la sustentabilidad, recomponiendo ingresos de los sectores que fueron más perjudicados durante los últimos cuatro años, poniendo fin a determinados abusos y contribuyendo a una reactivación de la economía y de la movilidad social ascendente.



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