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Pobreza, no ocultarla



Mauricio Macri terminará su mandato con un índice de pobreza bastante superior a un tercio de la población. Lejos del objetivo “cero” que se propuso al asumir, el Presidente dejará el Gobierno con cerca de un 40% de pobres, teniendo en cuenta que al 35,4% que el Instituto Nacional de Estadística y Censos midió al cabo del primer semestre de este año habrá que agregarle el devastador impacto social registrado después de las Paso de agosto, cuando se volvieron a disparar el dólar y la inflación.

El avance en transparencia del INDEC en los últimos años -uno de los aspectos más positivos de la gestión Cambiemos- permitió conocer con mayor precisión datos que hasta fines de 2015 permanecieron ocultos o bajo sospecha por la manipulación estadística que existía. Entre esos índices están, por supuesto, los de pobreza e indigencia nacionales, desagregados por aglomerado.

Se pudo ver, por ejemplo, que la pobreza descendió en la Argentina en el segundo semestre de 2017, merced a una fugaz reactivación económica, acompañada de mayor empleo y salarios que le ganaron -por única vez en cuatro años- a la inflación. Después, todo se disparó en términos negativos.

Lo extraño es que mientras se iba dando cuenta del deterioro social a nivel país, algunas provincias mostraban números dispares. No sólo fue el caso de aquellas que salieron a aclarar que sus índices de pobreza eran inferiores a los difundidos por el instituto nacional, sino que hubo jurisdicciones donde, insólitamente, los resultados mostraban una situación aun peor.

La pregunta sería cómo puede ser que, en algunas provincias, los datos no se muevan en sintonía con los índices nacionales. Quienes siguen de cerca la evolución estadística han detectado dos cosas. En primer lugar, un “corrimiento” muestral hacia hogares de menores ingresos por parte del INDEC en el segundo semestre de 2016 (que explica el incremento del 35% en el segundo trimestre al 40,5% en el tercero) y un potencial reacomodamiento el semestre siguiente, lo que bajó la pobreza al 30,7% publicado en aquel entonces. Segundo, “correcciones” a nivel de algunas provincias con el fin de aparecer con menos pobres de los que en realidad tienen.

De tal manera, que la pobreza en un lugar determinado del país puede variar según la selección muestral de la Encuesta Permanente de Hogares o por la intervención interesada de un Gobierno local que no quiere que trascienda en su real magnitud la situación social del territorio que administra. O sea, no siempre la disminución de la pobreza obedece a milagros distributivos o a políticas públicas revolucionarias.

Si no se acuerda una forma de relevamiento de datos que evite el problema del sesgo muestral, y si los gobernantes, todos, no toman conciencia de la necesidad de contar con datos certeros de pobreza para combatirla, es posible que los indicadores mantengan este elevado grado de variabilidad, en ciertos casos disociados de la realidad económica.

Sería recomendable resolver esto, para que así la discusión pueda centrarse en lo realmente importante, esto es, cómo reducir los niveles de pobreza actuales.



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