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Bruma informativa



Existen en el almanaque fechas puntuales y propicias para reflexionar sobre el rol de la prensa, el ejercicio de la labor periodística y la libertad de expresión. El 3 de mayo, por ejemplo, se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa; y el 8 de septiembre, el Día Internacional del Periodista. Nuestro país tiene su jornada icónica el 7 de junio, establecida en 1938.

Sin embargo, el vertiginoso transcurrir de los acontecimientos y la gravedad de ciertos hechos tornan necesario revalidar con más asiduidad de la esperada compromisos tales como la defensa del periodismo profesional y el respeto a la independencia de los medios.

Actualmente, el periodismo se encuentra atravesado por factores externos que lo obligan, más que nunca, a fortalecer sus estándares profesionales. Las noticias falsas -o fake news, como se las conoce en el mundo entero- promueven la desinformación y hasta tienen capacidad para poner en jaque a los sistemas democráticos.

“Las fake news se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano”, alertó hace ya un tiempo el Papa Francisco. Y agregó: “Las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder”.

Es definitivamente grave que intereses oscuros operen tratando de hacer aparecer como verdaderas ciertas noticias, alterando o simulando hechos. La sociedad es la principal afectada por esa bruma informativa que dificulta ver o comprender dónde está la verdad y dónde, la mentira.

Manos anónimas generan a diario un caudal importante de noticias falsas que las redes sociales se encargan luego de propalar. En consecuencia, la ciudadanía pierde calidad informativa. De ahí la necesidad de revalorizar, en todo momento, el papel de los medios de comunicación, que deben informar con elevados criterios y estándares de calidad. Porque detrás de un medio formal hay un responsable de lo que se publica, que responde por sus aciertos y también está obligado a asumir sus errores, cosa que en el universo de las fake news no sucede.

No deja de ser motivo de satisfacción, en este contexto, que gran parte de lo que se debate apasionadamente en las redes sociales proviene, de un modo u otro, del trabajo de las organizaciones periodísticas. Como dice ADEPA, debemos celebrar que la prensa, aun con fallas y errores, pero guiada por criterios profesionales y por la búsqueda de la verdad, “sea el insumo del debate público frente a fenómenos que nos angustian, como las noticias falsas y los ‘hechos alternativos’ derivados de la propaganda política”.

Aunque a algunos políticos todavía les cueste entenderlo, el periodismo profesional contribuye al fortalecimiento de la democracia. Todo lo contrario de las fake news, que sólo aspiran a engañar a los desprevenidos con manipulaciones en muchos casos groseramente tramposas.

El compromiso de La Mañana es no claudicar en la defensa de la prensa formal y responsable.



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