La periodista boliviana Lilia Camacho describió el día después de la dimisión de Evo Morales como “una tensa calma”, con una ciudad de La Paz sin transporte público. Si bien dialogó con La Mañana desde la capital del vecino país, ella vive hace tiempo en Buenos Aires y comparó: “¿Se acuerdan lo vivido en 2001 en Argentina? Esto es similar, pero multiplicado por dos, porque las fake news (noticias falsas que circulan en Internet) decían que un grupo armado estaba por tomar el lugar que provee de energía eléctrica, agua y gas a la ciudad”.

En el plano político, hizo notar que al momento de hablar con este diario, la Asamblea Legislativa aun no había aceptado la renuncia a Morales, por lo que urgía que los legisladores se reúnan para tratar de -en cierto modo- normalizar el Gobierno con la asunción de su reemplazante y llamar a elecciones. Mientras, Bolivia seguía acéfala. “El Movimiento al Socialismo todavía tiene los dos tercios del Congreso, ojalá den quórum para que esto avance”, comentó.

Camacho contó que hay un 55% de la población boliviana que sostiene que esto no fue un golpe, sino una interrupción popular por fraude electoral. El otro 45% considera que fue un golpe cívico-policial, porque todas las denuncias se dan en un contexto de amedrentamiento. En este sentido, recordó que Morales renunció denunciando que habían amenazado a sus padres.

“¿Cómo funciona un país acéfalo?”, consultó La Mañana. “Es una buena pregunta. Se vive con los policías acuartelados, con incertidumbre hasta que no haya convocatoria a elecciones”, concluyó.