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Las víctimas revictimizadas

Hablemos de igualdad, por Heliana Guirado



El domingo encontraron el cuerpo de Navila Garay, la adolescente de 15 años que fue asesinada en Chascomús (provincia de Buenos Aires). El único acusado se llama Néstor “Lito” Garay.

Ante el hecho (que tomó repercusión nacional), vuelve a instalarse el necesario debate sobre la revictimización por parte de los medios de comunicación, principales responsables de la duración y representación que tienen estos temas frente a la sociedad.

Para ejemplificar, se muestran dos situaciones (de varias sobre las que se puede realizar un análisis):

  • Por un lado, un periodista que dice en un noticiero: “Por favor, cuidemos a nuestros hijos. Varones o mujeres, cuidémoslos”. Como sabiendo lo errado de su discurso (aunque eso no lo frena), continúa: “Yo sé que este tipo de situaciones que planteo genera como una oleada”, mientras su compañero le pregunta: “¿Vos lo decís por las fotos de Instagram?”.
  • Por otro lado y en uno de los diarios más leídos del país, alguien hace un análisis sobre la vida de la adolescente y dice: “La chica había abandonado los estudios secundarios y, según contaron a Clarín en su entorno, también se alejó de la casa de su madre, Débora Garay, para irse a vivir con su abuela en el barrio El Hueco”.
  • demás agrega: “Muchas veces, la escasez la dejaba sin un instrumento clave para los adolescentes: el celular. Quienes la conocieron aseguran que en varias oportunidades no tenía para cargar crédito. Por eso, su actividad en las redes era limitada aun cuando tenía activos al menos seis perfiles en Facebook y otros en Instagram”.

Para comenzar con este análisis es necesario definir a la revictimización. Según el cuadernillo “Comunicación y Derechos Humanos”, de Leticia Beltrán y Heliana Guirado, esta palabra hace referencia al “conjunto de situaciones que hacen que las mujeres que ya han sido víctimas de un hecho violento, tengan que volver a serlo.

Un ejemplo claro de esta situación es el proceso penal, en el que una vez que la mujer decide denunciar, ve a sus derechos vulnerados nuevamente, cuando quienes le toman declaración no tienen capacitación en género y se encuentran atravesados por prejuicios y estereotipos. O bien, cuando la víctima es obligada a compartir el mismo espacio físico que su agresor, muchas veces teniendo que contar lo que le sucedió, frente a la mirada de quien es considerado un peligro para la mujer”.

En el amplio contexto que abarca la violencia de género, los medios tienen una función esencial, que se relaciona directamente con su rol como formadores de opinión a través de las y los periodistas que trabajan en cada espacio. A pesar de los cambios que afectan a las empresas productoras de información, cuando las personas eligen leer un diario, escuchar un determinado programa de radio o mirar un noticiero, lo hacen confiando en lo que consumirán.

Así, cuando se elige mostrar el profundo y complejo problema de la violencia de género, lo primero que se ve en la mayoría de los medios (muchos de ellos líderes) es la nula capacitación sobre el tema, la irresponsabilidad y la falta de respeto y contención para quienes son víctimas. Esas mujeres quienes en el caso de que sean sobrevivientes, acuden a lxs periodistas para visibilizar algo que les duele y las avergüenza porque se sienten desprotegidas. La mayoría de los contactos se establecen para dejar un precedente y de alguna manera evitar una posible nueva agresión por parte del violento.

Por otro lado, si las mujeres son víctimas de femicidio (los que se producen por la desidia de la Justicia, que no está a la altura de las circunstancias) sus familias (dentro de las cuales hay hijxs que también son víctimas) recurren a hablar de estos temas porque necesitan que los casos se investiguen y que los culpables reciban una condena. En definitiva, que no queden encajonados en una oficina.

Pero, ¿con qué panorama se encuentran estas personas? Aunque muchas de ellas no se den cuenta, se encuentran con periodistas y medios voraces que buscarán con esa nota dos cosas: llegar “al hueso” y a los detalles del femicidio (cómo fue, cuántas puñaladas recibió la mujer, cómo estaba el cuerpo cuando lo encontraron, cuántas fotos hay de la escena, etc).

Por otro lado, buscarán indagar sobre la vida de la mujer, sus costumbres, vestimenta, entorno familiar, etc. El fin tiene que ver con la necesidad de justificar el hecho, ante el rechazo de plantearlo como el último eslabón de una cadena de otros tipos de violencias que se ejercen y fortalecen gracias a un sistema patriarcal que las acepta.

En ese marco también se intenta a toda costa patologizar al violento, tratándolo como “enfermo”, “monstruo” o “psicópata”, aun cuando las pericias especifican todo lo contrario.

Estas acciones harán que muchos asesinatos de mujeres ni siquiera se cubran, básicamente porque no se pudo acceder a esos datos morbosos que se buscan.

Al respecto, la socióloga y doctora en Ciencias Sociales Esther Pineda explica en su libro “Cultura femicida, el riesgo de ser mujer en América Latina” que “el abordaje mediático de estos casos impacta sobremanera las posibilidades de acceso a la justicia, pero también en la justificación, normalización y repetición de estas formas de violencia, por consiguiente, los medios de comunicación tienen una influencia prácticamente directa en la disminución o el aumento de este problema”.

Ahora bien, ¿por qué estas posturas son no sólo inaceptables sino también graves? Primero porque se desvía el origen del problema de la violencia de género: los varones que golpean, violan y matan lo hacen porque son violentos y porque hay un sistema que los sostiene. Tan simple y tan complejo como eso.

Por otro lado, porque reproducir ideas completamente erradas, como estas y otras tantas, sólo motivará a seguir estigmatizando a las mujeres, culpándolas de la violencia que se ejerce contra ellas y limitando sus vidas a tratar de cumplir con lo que la sociedad les exige para ser unas “buenas mujeres”.

Es obligación de los medios capacitar a sus integrantes para evitar dañar en nombre del periodismo.

También es importante entender que los varones violentos son los únicos sobre los que se debe investigar y a quienes se debe juzgar.

Para las mujeres, políticas públicas y justicia.



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