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Desbordes nocturnos



El consumo desenfrenado de alcohol, sobre todo por parte de los jóvenes, produce estragos en nuestra sociedad. Una muestra palpable es que cerca del 70 por ciento de los heridos en siniestros viales que ingresan al Hospital Central para su atención, lo hace después de haber ingerido bebidas espirituosas por encima de los niveles considerados normales.

Hace varios años que las noches formoseñas de fin de semana comenzaron a mostrar signos preocupantes en este sentido, obligando a las autoridades públicas a profundizar los controles. Sin embargo, el problema sigue creciendo, en algunos casos con la complicidad de quienes lucran con los excesos nocturnos de la juventud.

La referencia no tiene que ver solamente con la actitud inescrupulosa de ciertos y determinados dueños o concesionarios de locales bailables o bares que venden alcohol sin mirar a quien y en cantidades industriales de ser posible. Hay otro fenómeno inquietante: se estima que en Argentina existe al menos un 13 por ciento de venta ilegal de medicamentos, a través de quioscos, almacenes, proveedurías, despensas y otros comercios minoristas.

Este circuito ilegal, al que Formosa no escapa, tiene diferentes vías de provisión y representa un riesgo cierto, así como un problema sanitario que se debe afrontar prontamente. Las autoridades competentes deben tomar cartas en el asunto y ejercer su responsabilidad de control y penalización de estas actividades ilegales.

Maniobras solapadas de distinta envergadura alimentan la mercantilización del medicamento, convirtiéndolo en una cosa para ser consumida, en lugar de ser un recurso terapéutico valioso otorgado por un profesional de la salud. Los escasos o nulos controles y penalizaciones de estas actividades desvirtúan el sentido del medicamento, que en muchos casos termina siendo utilizado para satisfacer una adicción o para despertar “nuevas sensaciones”.

Si nos atenemos estrictamente a lo que es el circuito legal, los medicamentos deben conseguirse en las farmacias, bajo receta archivada cuando así corresponda. Y debe haber un control sanitario que promueva el uso responsable y adecuado de la medicación, con seguimiento de las dosis, interacciones y evaluación de posibles efectos adversos, además de exigir la presencia de un profesional farmacéutico al frente del establecimiento expendedor.

Lamentablemente, ese circuito legal se ve contaminado desde hace unos años por la falta de educación y la poca conciencia social en torno al uso correcto de los medicamentos. Y la falta de respeto resultante hace que aparezcan modas peligrosas, como las mezclas de alcohol y psicotrópicos, o el denominado “cóctel del amor”, conformado por sildenafil y una bebida energizante.

Así pues, no solamente el alcohol -cuya venta clandestina, incluyendo a menores de edad, hay que combatir, y sobre cuyo consumo en exceso hay que advertir permanentemente- se presenta como el gran causante de los desbordes nocturnos. También los medicamentos, como compuestos químicos que son, usados de manera indiscriminada pueden producir intoxicaciones gravísimas y hasta la muerte.



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